Una mirada hacia el interior de un hombre de 88 años, pero que ha tenido una vida extraordinaria como artista, es lo que el director Don Millar presenta en su documental “Botero” que se transmitió el pasado domingo 21 de febrero como parte del Primer Coloquio Internacional de Arte Latinoamericano “Fernando Botero” realizado en coordinación con la Facultad de Artes Visuales de la UANL.
El estreno virtual se realizó a través del Canal 53 y en la página de Facebook de Cultura UANL se compartió la liga para que los cibernautas tuvieran acceso a esta semblanza que integra la vida personal y profesional del pintor y escultor colombiano que además es producido por su hija Lina.
El documental inicia con el protagonista y sus tres hijos, Fernando, Juan Carlos y Lina, en un restaurante en Axi-en- Provence, Francia, en el que, narrando algunas anécdotas de su infancia, recordó cuando su papá murió siendo él muy pequeño.
También relató cuando hizo seis tarjetas con sus dibujos, que dejó al señor Rafael Pérez, un dueño de un almacén que vendía los boletos para las corridas de toros, y por una de esas tarjetas obtuvo dos pesos. Luego supo que pintar era su vocación.
“Empecé a pintar y después empecé a tomarlo más en serio”, expresó el artista quien tuvo la oportunidad de incursionar como ilustrador del periódico ‘El Colombiano” donde escribió un artículo sobre Pablo Picasso, pero eso provocó que lo expulsaran del colegio.
Se fue a vivir a Tolú, ciudad situada al norte de Colombia y un día presenció un hecho violento que posteriormente plasmó en la pintura “Frente al mar”, que fue vendida en siete mil dólares y con esa cantidad se fue a estudiar a Europa, y en Madrid se fue directamente al museo a ver los cuadros de Velázquez, Goya y todas las obras que quería ver, pero se impresionó con Piero della Francesca: “Quedé como hipnotizado con ese cuadro”.
Y Florencia tuvo un encuentro con el Renacimiento y consideró que la pintura italiana fue la que creó el volumen.
“La pintura antes del siglo 13 era plana. Fue una revolución enorme que creó el Renacimiento y todo lo que vino después hasta los impresionistas. Yo ya había hecho obras volumétricas en Colombia, pero sin tener la teoría”.
Botero regresó a Colombia porque se acabó el dinero, pero entonces daba clases en la Universidad de los Andes y ahí conoció a su esposa Gloria Zea.
Sobre su estancia en México, Christian Padilla, autor de “Fernando Botero: La búsqueda del estilo” dijo al respecto: “Botero tenía una paleta de color muy suave, porque él estaba mirando las referencias del Renacimiento, pero cuando va a México se convierte en explosión son simplemente rimbombantes”.
El documental se filmó en ciudades importantes como: Medellín, París, Pékin, Pietrasanta, Nueva York, entre otras.
“Nueva York era la capital del mundo en ese entonces, así que todos los artistas venían a Nueva York y era importante estar aquí, Cuando (Botero) llegó a esta ciudad por primera vez fue en la década de 1960, y literalmente llegó con 200 dólares en el bolsillo”, recordó su hija Lina.
En este recorrido biográfico, se incluye el triste recuerdo del accidente de la muerte de Pedrito, el hijo que tuvo con Cecilia Zambrano, su segunda esposa.
“Se encerró en su estudio y se obligó a pintar a Pedrito una y otra vez, y creó una de las series más hermosas sobre Pedrito”, manifestó su hijo Juan Carlos Botero Zea.
UNA RELACIÓN CON LA UANL
Y el pasado 17 de febrero, Lina Botero Zea sostuvo un diálogo con José Garza Acuña, secretario de Extensión y Cultura y Verónica Delgado, la directora de la Facultad de Artes Visuales de la UANL, en el que presentó un panorama global de los temas que ha abordado su padre Fernando Botero en su obra.
La charla “Fernando Botero: 70 los de trabajo” se transmitió por las redes @CulturaUANL, se dio inicio a las actividades de la Cátedra Fernando Botero de Arte Latinoamericano que quedó instituida a raíz de la creación de la Sala ubicada dentro del Colegio Civil Centro Cultural Universitario y que lleva el mismo nombre del artista colombiano quien donó su obra “Arcángel” que está resguardada en este espacio.
“Para mí realmente es un gran honor porque Monterrey y la Universidad Autónoma de Nuevo León guardan un lugar muy especial en nuestros corazones, muy especialmente en el corazón de mi papá, no solamente porque aquí recibió el Doctor Honoris Causa (2008) de manos de ustedes.
“Sino que también fue recibido de manera extraordinaria en el 2007 cuando se colocó la escultura monumental de El Caballo y guardamos unos recuerdos maravillosos de esa estadía en Monterrey”, expresó la promotora cultural, curadora y comunicadora, Lina Botero Zea.