No es común en Nuevo León que la apertura de un museo cause expectación, pero La Milarca logró hacerlo.
Este espacio, que alberga lo mejor de la colección personal de Mauricio Fernández Garza, no solo fue noticia conforme iba avanzando su edificación (entre los años 2018 y 2023); lo sigue siendo ahora que abrió sus puertas y registra llenos totales cada fin de semana.
Y es que hay días, especialmente los viernes, sábados y domingos, que encontrar boletos en el portal de internet del museo se vuelve una misión imposible, por ello se recomienda adquirirlos con varios días de anticipación.
Sin embargo, cuando uno finalmente logra entrar a esta imponente réplica de la casa de Fernández Garza, construida por el arquitecto Jorge González Loyzaga, cualquier duda respecto a si valía la pena la espera se disipa de inmediato.
“El inmueble es una estructura de concreto con acabados tradicionales, tejas de arcilla en los techos y pisos de madera recuperados; puertas, dinteles, jambas, herrería y ventanales antiguos; siete arcos góticos de mampostería entre los siglos XIII y XIV; tres portales virreinales mexicanos y cuatro techos de entre los siglos XIV y XVI.
“El complejo Museo La Milarca comprende cuatro naves principales que albergan un gran acervo cultural de alrededor de 3 mil 500 obras que, adicionadas a las áreas de servicio, resultan en un total de 2 mil 864 metros cuadrados de construcción dentro de un terreno de 6 mil 440 metros cuadrados”, explica el portal de internet del museo.
Más allá de los aspectos técnicos, ingresar a este edificio se convierte en una experiencia desde el recibidor, donde un par de fósiles de un pez prehistórico y un mural de helechos carboníferos que data de hace 300 millones de años dan la bienvenida al visitante quien, mientras esté en La Milarca, nunca debe de olvidar la máxima de “no dejes de ver hacia arriba”, pues en esta primer habitación es posible observar la obra del artista jaliciense Ismael Vargas.
En este espacio la belleza no solo está a ras de la vista, cada una de las salas está adornada con excepcionales techos traídos de España y elaborados hace más de mil 500 años por expertas manos de artesanos árabes.
El siguiente salón, mismo que cuenta con una acústica perfecta, cuenta con un piso de madera que, de acuerdo al coleccionista, solía ser un puente ferroviario que data de la época en que Porfirio Díaz gobernaba México.
Arriba, el techo renacentista de par y nudillo con más de mil 500 años de historia luce orgulloso; cada una sus vigas fueron elaboradas de un solo árbol que, al momento de ser cortado, ya tenían alrededor de 800 años.
En un muro está el que es considerado uno de los mejores fósiles de un ictiosaurio en el mundo; con una antigüedad de 180 millones de años, estos son los restos un reptil prehistórico similar a los modernos delfines que, en este caso, es una hembra preñada pues si se observa bien, en el vientre del animal se pueden ver el ojo y la columna vertebral de la cría.
Pero este no es el único tesoro de la habitación: dos arcos góticos que datan del año mil 200 adornan el espacio. Un enorme ventanal da vista al jardín donde se encuentra una de las zonas que es más utilizada por los visitantes para tomarse fotos, debido a la presencia de uno de estos arcos que corona un cuerpo de agua.
Si uno no pone atención puede no darse cuenta que en este lugar hay una serie de pelotas de piedra traídas desde Morelia y que son especiales pues fueron expulsadas por un volcán provocando que, mientras estaban en el aire, la lava se convirtiera en cera.
Subiendo unas escaleras el visitante se encuentra con la sala que alberga la colección que Emilio Azcárraga Milmo comisionó para el Mundial de 1986 y que serviría como la imagen de México ante el mundo.
Esta colección está conformada por piezas de barro delicadamente adornadas mismas que en su totalidad fueron elaboradas en hornos de leña.
Ahí también se encuentran varias piezas del pueblo de Ocumicho, Michoacán, que muestran escenas de diablos y ángeles. Al centro, el espacio se complemente con la raíz de un árbol de la Laguna de Tres Palos en Acapulco.
NUMISMÁTICA Y ARTE POPULAR
Aunque es conocido por sus fósiles, Fernández Garza también es el poseedor de una de las mejores colecciones de monedas antiguas en el mundo, muchas de las cuales están en exhibición en La Milarca.
Ahí hay piezas elaboradas en 1536, la época de la Colonia; algunos ejemplos de las llamadas “monedas particulares” que eran piezas elaboradas por algunas personas para realizar sus transacciones y que fueron muy populares en la Ciudad de México en a mediados del Siglo XVII.
Incluso, el visitante puede encontrar dos mesas con las monedas de la Guerra de Independencia, donde aparece por primera vez el águila mexicana de 1802 y las primeras emitidas por el gobierno independiente en 1814.
También hay piezas conocidas como “jolas”, acuñadas en la zona que hoy se conoce como San Antonio, Texas y que no solo están certificadas como “únicas”, sino que son las más caras de toda la numismática mexicana.
La colección también alberga algunos ejemplos de monedas elaboradas por los estados de la República y otras que mandaron hacer caudillos revolucionarios como Pancho Villa quien se aseguró que la pieza contara con la leyenda: “Muera Huerta”, lo que la convertía en una de las más peligrosas de la época pues si alguien era atrapado por el Ejército Federal con una de ellas en su poder, era fusilado.
En el patio una escultura de tres mujeres elaborada por el artista Francisco Zuñiga, de la cual solo se conocen otras dos en el mundo, da paso a las salas de arte popular adornadas con impresionantes y milenarios techos de madera.
Aquí hay piezas poblanas de los años 1700 que han sido reconocidos como las expresiones de arte popular más antiguo de México.
También está el llamado Salón Oaxaca, que cuenta con un techo que data del año de 1505 y que fue elaborado con madera y cerámica para un palacio en Sevilla, España, mismo que es muy especial, pues ese el único de su tipo que queda en el mundo.
En esta sala el espectador se encuentra con obras de Morales, Tamayo, Sergio Hernández, Toledo, Nieto, Eddie Martínez, Maximino Javier, Filemón Santiago, Arnulfo Mendoza y Jerónimo López Ramírez, “Dr. Lakra”.
NADA TE PREPARA PARA EL GABINETE
En su texto “El Arca Mexicana”, el museógrafo Miguel Ángel Fernández, escribió: “A lo largo del renacimiento y del período Barroco (siglos XV al XVIII, aproximadamente), prosperaron los llamados “gabinetes”, en su mayoría colecciones privadas.
“Uno de esos notables patrimonios es el del ingeniero Mauricio Fernández Garza, quien lleva más de medio siglo reuniendo piezas que hoy dan rumbo y sentido a un microcosmos. Nada escapa a su inclinación por encontrar ejemplares de ciencia, arte e historia.
“En una sola vitrina, Mauricio nos comparte su impactante y personal proyección del universo”.
Ubicada en el sótano, esta sala es la parte principal de todo el inmueble, ahí puede encontrarse una ecléctica colección de piezas únicas, maravillosas y sorprendentes que podrían ser la pieza central de cualquier museo en el mundo.
Aquí están los mejores fósiles que se puedan encontrar en manos privadas, como el cráneo de un Tiranosaurio preservado en un 90 por ciento, parte de la cabeza de un Triceratop, el fémur de un brontosaurio, los animales más grandes que pisaron la tierra; dientes del temible megalodonte, el tiburón gigante que dominó los mares hace 20 millones de años.
También está una tortuga de hace 50 millones de años, un nido con huevos fosilizados de velociraptor, los restos del Aquilolamna Milarca, el Lepidotus, que es un pez que vivió hace 180 millones de años y, por supuesto, el Mauriciosaurus Fernandezi, fósil que Fernández encontró en 2011 en Vallecillo, Nuevo León y que le ganó un lugar en la historia de la paleontología.
En otra zona está el que es, por mucho, la pieza más antigua que se exhibe en Nuevo León y, quizás, México: el Meteorito Fukang, compuesto por metales y silicatos extraterrestres que se formó hace 4 mil 500 millones de años, casi igual que la edad de la tierra.
A su lado tiene una piedra roja conformada por hierro de hace 2 mil 400 años, que es la primera evidencia de la presencia de oxigeno en nuestro planeta.
El visitante también podrá observar la colección de amonitas más grande del mundo, los cuernos de un megalocero gigante, el ciervo más grande que existe y un huevo del pájaro elefante, extinto desde el siglo XVII.
La colección también cuenta con importantes artefactos históricos, como lo son las espadas de Ignacio Allende, Porfirio Díaz, Agustín de Iturbide (el primer emperador de México) y la de Hernán Cortés. Del conquistador también está su medalla de Marqués de Oaxaca.
Otras piezas relevantes son un anillo de Maximiliano de Hasburgo, piezas de plata que se enviaron en barco a los Reyes de España, la primer edición de los libros de Charles Darwin y las más grandes piezas de cuarzo y cristales que se puedan hallar en el mundo.
Y si todo lo anterior fuera poco la colección cuenta con huevos de avestruz pintados por Francisco Toledo y la maqueta original de La Lagartera, misma que sirvió para hacer la que se encuentra en la explanada del Museo de Historia Mexicana.
Tres pinturas engalanan una parte del espacio: el retrato de Márgara Garza Sada, madre del coleccionista, elaborada por Rufino Tamayo en 1978; una pintura hasta hoy desconocida de Diego Rivera, que forma parte de la colección “Los Alcatraces” y que estuvo escondida por más de 80 años además del primer autorretrato de Frida Kahlo, elaborado por la pintora cuando tenía 20 años.
Es evidente que el intentar detallar cada una de las más de 3 mil 500 piezas en exhibición es una labor casi imposible, por ello no queda más que recomendar al lector acudir a La Milarca y encontrar, por sí mismo, las maravillas que aquí se ofrecen.