En repetidas ocasiones José Alejandro Lora Serna -mejor conocido entre la banda simplemente como Alex Lora-, ha comentado que cuando inició su camino en la música, un 12 de octubre de 1968, nunca se imaginó que una noche iba a estar celebrando ante miles de personas no solo sus 71 años de vida, sino 55 haciendo lo que mejor hace y más ama: rockanrolear.
Y es que lo que se vivió el 30 de noviembre en la Arena Monterrey no fue solo un concierto para festejar once lustros de carrera ininterrumpida del Tri de México -la banda más icónica, perdurable y poderosa del rock nacional, ¿o quién más iba a derrotar en tribunales a la Federación Mexicana de Futbol y Televisa?-; sino una verdadera fiesta con más de 17 mil invitados.
La velada no podía ser mejor: el frío y la lluvia le dieron una tregua a la Monterrey y sus montañas; el clima era perfecto para rescatar de lo más profundo del cajón de abajo la playera negra, el chaleco de mezclilla (o chamarra de piel con estoperoles, funciona igual), los skinny jeans y las botas de Frankenstein.
Claro, había menores de 30 y bastantes niños, pero la mayoría iban acompañados por sus padres quienes en un supremo acto de responsabilidad rockera, buscaban infectarlos con el virus (nadie pudo decirlo mejor que Lora) de “esta pinche música para locos”.
Pero antes de que El Tri tomara el escenario, los asistentes debieron participar en una especie de performance prehispánico, donde danzantes ataviados como los antiguos mexicanos solicitaron el permiso a distintas deidades aztecas para iniciar la tocada.
Finalmente, a las 21:11 horas llegó el momento que todos esperaban: Alex Lora tomó el escenario y lo reventó con el “El Boogie del Tri”, provocando la euforia de los asistentes.
Así inició una noche donde el más famoso “gritante” de la escena mexicana manejó al público como un experto titiritero, pues los hizo cantar, brincar y hasta mentarle la madre como una curiosa muestra de cariño.
Tal y como lo prometió días antes, fueron cuatro horas de concierto, donde Lora y su gente recorrieron la trayectoria musical de esta banda que supo surgir de la oscuridad de los llamados “hoyos funki” en el Distrito Federal, para trascender a las más grandes arenas del mundo.
Escuchar la evolución del Tri de México en sus canciones es interesante, pues te terminas dando cuenta que Lora encontró en canciones cortas, con una base más cercana al blues que al rock and roll y letras que nunca van a ser reconocidas en un Premio Cervantes, pero están llenas de honestidad; la fórmula perfecta para permanecer en el gusto de la banda durante 55 años.
El mismo escenario era una muestra de esta evolución. Una simple búsqueda en Google mostrará que lo que antes eran tres micrófonos destartalados y una torre de amplificadores, seguramente de segunda mano, ahora son pantallas LED, roadies y un sonido digital que, en ocasiones y quizás para no perder la bendita costumbre, tuvo sus bemoles con algunas fallas que se medio arreglaron sobre la marcha,
Sorprendente lo del Flaco. Aunque en estos días pasó la barrera de los 71 años, tiene una vitalidad, una voz y un manejo del público impecables, pues nadie como él sabe establecer ese diálogo con su acólitos con su arsenal de anécdotas, chistes, invitaciones a bailar, gritar y cantar que lo convierten en el macho alfa de los frontman de la escena musical.
Y para prueba un botón: Digan quién más iba a lograr poner a cantar el Himno Nacional Mexicano a 17 mil fanáticos para una forma bastante patriótica de arrancar oficialmente un toquín.
Como toda fiesta, Lora y el Tri tuvieron sus invitados especiales. La primera en salir fue la “reina de los niños rockeros” (no lo digo yo, lo dijo Lora): Tatiana, quien en una discreta participación interpretó “Te estoy queriendo tanto”.
Y no es que la regiomontana lo haya hecho mal, es que sencillamente hay cosas que no se pueden mezclar y ella, cantando con El Tri, debería de estar en los primeros lugares de esta lista.
Las sorpresas continuaron cuando el muñeco Cucufato, acompañado por su chalán Oscar Burgos, salieron para cantar el “Oye Cantinero”, versión que fue aceptada por el respetable que entendió la broma que Lora les estaba presentando.
Todo iba perfecto pero, como en toda fiesta, iba a haber alguien quien la iba a hacer de pedo, pues quienes no cayeron nada en gracia para los asistentes al toquín fueron la versión reducida de La Trakalosa de Monterrey, quien apenas pisó el escenario, fue blanco de rechiflas, mentadas de madre y abucheos que opacaron la interpretación de “Préstame a mi Padre”. Quizás otro público estaría cantándola a todo pulmón, pero no era éste.
Viejo lobo de los escenarios, Lora salvó la situación cuando, portando una máscara de luchador como aquellos super héroes de las películas donde combatían momias y vampiros; interpretó el súper clásico “Todo Me Sale Mal”, logrando que la raza ignorara a Edwin Luna y compañía, quienes seguían ahí a su lado, intentando sin éxito llamar la atención.
Genitallica, el cuarteto de cuerdas Stradivarius, el Mariachi Misterio, Kinky y el violinista Zbigniew Paleta (sí, el papá de Ludwika y Dominika), aportaron su toque muy personal a temas que ya se encuentran en el ADN rockero de los mexicanos como “Niño sin Amor”, “Abuso de Autoridad”, “ADO” y “Triste Canción de Amor”, entre otras.
¿Y qué es un concierto de El Tri sin un comentario político? mismo que vino de las voces de Benito y Gerardo de Genitallica, quienes decidieron cambiarle la letra de ese poema a la resistencia llamado “Abuso de Autoridad” al cantar:
“Muchos naranjas
en la ciudad
a todas horas
queriendo agandallar…”.
La sorpresa de la noche vino de la mano de Lupe Esparza y Bronco (sorpréndase Usted), quienes a diferencia de La Trakalosa, fueron recibidos con afecto por la asistencia al celebrarles “Que no Quede Huella” y una sorprendentemente buena versión de “Las Piedras Rodantes”.
¿Qué tiene Bronco que la Trakalosa no?
Ese es tema de otra crónica.
Para cuando “Bronco” abandonó el escenario ya se estaban cumpliendo las tres horas de concierto y nadie se ha movido de su lugar, pues todos querían permanecer para brindarle “un minuto de desmadre” y “Cuando tu no Estás” a la memoria del arquitecto Héctor Benavides y todos nuestros amados que han fallecido recientemente.
Ya con Chela en el escenario, el mariachi volvió para cantarle las mañanitas y ofrecerle un pastel a Lora, quien abandonado el personaje, no pudo ocultar su emoción por el gesto.
Para celebrarlo, Alex decidió abrazar su vena vernácula y con corbatita de mariachi incluida, brindó un homenaje muy a su estilo a quien es, sin duda, el mejor compositor que ha pisado esta tierras: José Alfredo Jiménez.
0:37 horas y el Tri hace el primer amague de abandonar el escenario, pero el grito de “culero, culero” del respetable lo hace volver para tocar su más reciente tema: “Qué Chingón”, mismo que sirvió para que Lora y su domadora repartieran regalitos entre los presentes y, ahora sí, se despidieran después de casi cuatro horas de toquín.
Durante toda la noche Alex preguntaba una y otra vez a su público si estaban felices… cuando todo terminó fue más que evidente que así fue.
Ahora a esperar cinco años para celebrar junto al Tri seis décadas de carrera. Para como se ven la cosas, es muy posible que esa sea una fiesta que estos 17 mil invitados no se van a querer perder.