
Por Arely Ramos
¿Qué es de Agualeguas y su gente a dos décadas de que el ex presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari, hizo que la atención se volcará al pueblo natal de sus padres?
Esa fue la incógnita que desencadenó el viaje a ese lugar “olvidado”, del que poco se sabe ahora en los periódicos locales, estatales o nacionales y ya no figura como el punto de encuentro para cerrar negocios y acuerdos políticos.
Donde sus habitantes ya no salen tanto a las calles, no hay tumultos en ellas, ni visitantes, y mucho menos, grandes eventos como los que se realizaron durante la estadía -cada Semana Santa- del ex funcionario priista en ese municipio.
Conducir por la Carretera Federal 85, de Monterrey al destino acordado, avizoraba un trayecto y la llegada a un lugar solitario. Pocos automóviles transitaban por la carretera y en el municipio, las casas parecían abandonadas.
Tan sólo se encontró a pocas personas fuera de sus hogares, unos más en la plaza, tomando un descanso de las actividades que implica ser ama de casa, en el caso de las mujeres.
Ofelia Arredondo, de 70 años, fue una de ellas. Sentada en una banca de la plaza principal, disfrutaba el aire cálido y bajo la sombra de un árbol conversaba con su marido. No tenía otra cosa que hacer, tras haber finalizado las labores del hogar, comentó.
“Aquí todo es muy tranquilo, vivimos poca gente y somos más viejos”, expresó la mujer de melena con destellos plateados y piel arrugada en su rostro y manos.
Sin embargo, recordó que cuando Salinas estaba de visita en el municipio “había mucha seguridad y por eso nos dábamos cuenta que venía. Hacían grandes eventos, pero nada más se iba y todo volvía a la normalidad como ahora”, dijo Ofelia.
Por otro lado, el estridente sonido de los aviones y el arribo de la avanzada presidencial, comentó Brenda Vázquez, fue otro de los indicios sobre la llegada de Carlos Salinas de Gortari a Agualeguas.
Desde la oficina en que ahora labora como secretaria, la joven de 35 años hizo un retroceso en su memoria y dijo: “nos asomábamos y ya porque la pista que él mandó construir queda lejos del centro.
“La gente se emocionaba y si habría eventos públicos, se preparaban. La plaza o lugar donde fueron, se llenaron”, expresó Brenda, quien a los 17 años conoció de cerca al ex Presidente de la República.
Hoy, a dos décadas, los helicópteros ya no suenan, nada llama la atención de los habitantes. No llegan políticos o empresarios y los lugares representativos del municipio, donde Salinas congregó a grupos multitudinarios, lucen vacíos. Tampoco hay otros nuevos.
El CASERÓN DE LOS SALINAS
A media cuadra de la Presidencia Municipal y Plaza Principal, está la casa de los Salinas. Ahí donde llegaba Carlos y atendía a los medios.
En la calle Zaragoza, entre Guerrero y Victoria, la propiedad de Raúl Salinas Lozano y Margarita de Gortari de Salinas, padres de Raúl, Carlos, Enrique, Adriana Margarita y Sergio Salinas de Gortari, está cedida a la vejez y al abandono.
Doña Ofelia y Brenda rememoraron- por separado- que durante la estancia del ex Presidente de la República, la casona era custodiada por elementos del Estado Mayor Presidencial.
Por su parte, Antonio Mireles, reportero gráfico y que hizo la cobertura en aquel tiempo, contó que aunado a la vigilancia del lugar, “había mucha afluencia de políticos y empresarios que llegaban a la casa o al rancho El Guajolote”.
“Veíamos cómo entraban y salían, a veces no sabíamos quiénes eran porque las camionetas pasaban muy rápido pero era mucho movimiento”, reiteró.
La visita de turistas, agregó, “era frecuente”. “La gente quería conocer la casa del Presidente e incluso verlo a él pero era imposible. Poco se le veía, al menos de que fuera un evento público”, dijo Antonio.
Es una hacienda que ocupa casi una cuadra completa. Desde la parte frontal y a lo alto, tan sólo se ven unos arcos en la segunda planta y al centro sobresalen frondosos árboles.
Ya no se utiliza como casa-habitación, y desde hace cinco años funciona como plantel educativo para el Instituto Tecnológico.
“La familia Salinas presta algunos salones para la impartición de clases y aunque hay pocos alumnos, es una escuela que les permite prepararse en carreras técnicas, sin tener que irse de aquí”, expresó Rosa Elia Ramos, directora de la Casa de la Cultura “Margarita de Gortari de Salinas”.
Los rayos del sol entran por los orificios de las ventanas sin cristales, y hacia el interior se observaron salones llenos de polvo, butacas y equipo escolar en montón, como si fuera una bodega, mas no se pudo ver, la fachada y bardas son muy altas.
EL SALTO A LA FAMA INTERNACIONAL: VISITA DE BUSH
Agualeguas incrementó su fama a nivel internacional al llevarse a cabo ahí el encuentro entre Carlos Salinas de Gortari, presidente de los Estados Unidos Mexicanos y George Bush, presidente de los Estados Unidos de América.
El 26 y 27 de noviembre de 1990 se realizó la sexta reunión-cumbre y primera cita en el país entre los mandatarios.
“Fue especial tener a dos presidentes en Agualeguas y si para un evento cualquiera, que se hiciera cuando estaba él, fue muy dadivoso, en la visita de Bush no escatimó”, dijo Brenda.
En medio de un impresionante despliegue de seguridad, recordó Antonio, Bush llegó al pueblo del Presidente -así lo llamaba Salinas-, directo a la pista que mandó construir Salinas para recibirlo a él y su comitiva.
La agenda, detalló, comenzó en el reconstruido y reformado Lienzo Charro, donde los dos Ejecutivos presenciaron durante más de media hora una exhibición de charrería, jineteo, entre otras actividades que fueron amenizadas con mariachi.
En las fotos de archivo de aquel acontecimiento, Bush traía puesto un sombrero charro y luce sonriente junto a Salinas, mientras disfrutaban de la charreada.
Seguido de ahí, agregó Rosa Elia -directora de la Casa de la Cultura-, docente de primaria hace 20 años, “todas las escuelas participamos y me tocó preparar a mis grupos para hacer valla cuando pasaran los presidentes”.
Como parte de las actividades de recibimiento a Bush, se realizó también una verbena popular en la plaza del pueblo y tras el arranque de ésta, se retiraron a una reunión privada a la casa de los Salinas, contó Rosa Elia.
Posterior a esa asamblea, según se informó, se trasladaron a Monterrey para abordar asuntos como el Tratado de Libre Comercio entre ambas naciones, en el Palacio de Cantera.
Para este encuentro presidencial, tanto en la Casa de la Cultura como en el hotel donde se hospedarían Bush y su comitiva, se instaló un gran equipo de comunicación y de seguridad, coincidieron Rosa Elia, Antonio, Brenda y Doña Ofelia.
Y eso no fue todo. “Desde su llegada a la Presidencia de la República, Salinas destinó recursos para reconstruir la Casa de la Cultura que lleva el nombre su madre, Margarita de Gortari de Salinas”, mencionó la actual directora. “Fueron tiempo de prosperidad para Agualeguas”, agregó.
Aunado a ese edificio, dijo la directora de la Casa de la Cultura, se remozó la Iglesia, así como la Plaza Principal y el Parque El Nogalar, por mencionar las obras más distinguidas del lugar.
Hasta la fecha, no se les ha vuelto a realizar una remodelación; “si acaso se han pintado pero nada más”, manifestaron Doña Ofelia, Brenda y Rosa Elia, quienes habitan en el municipio ubicado a 128 kilómetros de Monterrey.
El apoyo a los campesinos con despensas del Programa Solidaridad también llegaron al municipio y entidad neolonesa. “Mandaba a su gente para entregarlas y ahora se sigue apoyando a este sector pero sólo por parte del Gobierno Municipal”, comentó Brenda.
RESGUARDAN HISTORIA
Y CULTURA
La Casa de la Cultura “Margarita Gortari de Salinas” fue una de las obras que Salinas inauguró en 1990.
Está muy cerca del centro del municipio. El edificio de dos pisos, pintado en tono blanco con vistas en amarillo mostaza, destaca en la calle Juárez entre Guerrero y Victoria.
Adentrarse en él, es recordar un poco de los Salinas y parte de la historia de Agualeguas.
En una de las salas está en exhibición una pintura grande de Doña Margarita, madre de Carlos.
En la misma aula y del lado derecho reposa un busto de bronce del ex presidente de la República.
Esa efigie fue donada al pueblo de Agualeguas por el C. Gobernador Constitucional del Estado de Nuevo León, Lic. Jorge A. Treviño.
El apellido Salinas sigue vigente en ese “pueblo olvidado”, no sólo en las obras o lazo familiar que de ahí yace, sino con este tipo de recintos y efigie que integran parte de las exhibiciones que ahí se albergan.
“Les platicamos un poco de lo que tenemos en exhibición y destacamos que el Presidente estuvo aquí y que su padres eran de aquí, entre otros datos históricos”, comentó la directora de la casa cultural.
Ella reconoció que el pueblo tomó relevancia durante el sexenio de Salinas, pero un año después disminuyó el turismo.
“Ya no venía tanta gente y con el paso del tiempo, al aumentar la inseguridad, menos”, dijo.
Enfatizó que se fue perdiendo la afluencia de visitantes porque tampoco había promoción del lugar y a 20 años de que los reflectores apuntaron a Agualeguas, “hoy está en el olvido”.
EL PUEBLO DE LOS ADULTOS MAYORES
La ausencia de habitantes en Agualeguas se notó desde que entramos al municipio. Quienes habitan ahí, en su mayoría son adultos mayores.
A algunos se les vio reposando sobre una mecedora afuera de sus hogares y a otros, como Doña Ofelia y su esposo, sentados en una banca de la plaza. Muy pocos niños y gente joven salió a las calles.
“Como no hay mucho trabajo y oportunidades de sobresalir, los jóvenes se van a Estados Unidos o Monterrey”, explicó Rosa Elia.
Los que quedan, agregó, se dedican a la ganadería y siembra de maíz o cebada, en algunas zonas del municipio.
Antonio recordó que no hay mucha diferencia de antes a la actualidad, cuando él trabajó ahí.
“No veías gente de edad media, era un pueblo solo pero se veía mucho movimiento porque íbamos muchos reporteros a cubrir al presidente y los visitantes iban con la ilusión de verlo”, describió.
Rosa Elia reiteró que sí hubo cambio pero no por Salinas, sino por la inseguridad que ha golpeado a los pueblos pequeños de Nuevo León.
“Ya no se hacen las charreadas dominicales y a las que se asistía en familia. Era una de las actividades que se realizaba con frecuencia”, mencionó.
Ahora son los “abuelos” o personas longevas quienes platican a las nuevas generaciones que ahí estuvo un Presidente de la República.
En cuestión educativa, cuando se toca el tema de los Presidentes y ex funcionarios “se menciona a Carlos Salinas”, señaló Rosa Elia, quien en aquel tiempo era docente frente a grupo.
MÁS QUE UNA COBERTURA PERIODÍSTICA
Para Antonio Mireles, como para muchos otros reporteros que cubrieron a Carlos Salinas de Gortari durante su visita a Agualeguas o Monterrey, representó una gran experiencia. Para él fue más que una cobertura periodística, dijo.
“Aparte de aportar buen material para mi periódico, me gustó que hubo una ‘amistad’ con él”, expresó mientras revisaba los negativos de las fotografías que captó del ex Presidente.
Detalló que cuando Salinas dio una primera rueda de prensa en un “cuartito” de la casa de sus padres, accedió a tomarse la foto del recuerdo con los reporteros y fotógrafos, debido a la petición que hizo.
“No pensé que aceptaría, así que tomé la foto y después me hizo sentir bonito cuando me consideró para que saliera; una persona más tomó la imagen”, recuerdo con nostalgia al observar la foto en su computadora.
Aunque fueron jornadas de trabajo arduas porque había que estar al pendiente de las actividades del priista, ver sus fotos impresas en el rotativo diario le dejó gran satisfacción.
Por otro lado, también “fue un reto”, añadió. Retratar a Salinas en las carreras que organizaba entre su familia implicaba un esfuerzo mayor.
“Todos querían retratarlo, era nuestro trabajo pero por fortuna las escoltas del Estado Mayor Presidencial no ponían tanta resistencia como ahora; la gente podría acercarse”, comentó.
Una ocasión, decidió irse corriendo a un lado de Salinas para captar la foto en el momento preciso, cuando de pronto, el ex Presidente le dijo: “no me vas a aguantar”.
“Era una liebre, corría todos los días 10 kilómetros. Claro, me cansé pero no me subí a la camioneta de prensa sin la foto”, rememoró.
La cercanía que tuvo con Salinas fue con respeto pero llevadera. “Él nos decía ‘Paisano’ y le llamaba igual, no Licenciado o Presidente porque él se sentía de Agualeguas. Tenía muy arraigadas las raíces de su padre”.
Tras 20 años del auge que tomó ese poblado y se desvaneció con el paso del tiempo, la gente que habita ahí ha seguido su vida con normalidad.
Los hijos que partieron a tierras americanas con el deseo de superarse, regresan cada Semana Santa o temporada vacacional.
De Carlos Salinas de Gortari poco saben por la televisión. De pronto se enteran que llegó al rancho El Guajolote, que está pasando el rastro municipal, tras un tramo de terracería y que utiliza como casa de descanso.
“Nunca viene al centro ni nada, no lo vemos ni tampoco a su hermano Raúl”, dijo.
Como no hay más visitantes que ellos, cuando voy a Monterrey u otro lugar y les digo que soy de Agualeguas, me dicen: ¿de dónde es Salinas?”, agregó.
Los rayos del sol se escondieron tras las nubes, el anochecer se acercaba, una vez más el silencio se apoderó de Agualeguas, el pueblo que quedó en el olvido.