Las leyendas forman parte de la cultura de Nuevo León. En Internet circulan muchas más anécdotas del primer cuadro de la ciudad que alimentan la imaginación y dan publicidad a estos lugares emblemáticos. El Obispado ha estado abierto al público como museo desde 1956 y seguirá con las puertas abiertas para los curiosos que deseen vivir en carne propia alguna de sus historias.
A lo largo de su historia, el Obispado de Monterrey ha tenido múltiples usos, pues ha sido utilizado como casa de reposo de los eclesiásticos en el siglo XVII y fortaleza militar durante la Invasión Americana, Intervención Francesa, la Revuelta de la Noria y la Revolución Mexicana.
Sin embargo, este monumento arquitectónico no sólo guarda hechos históricos, también alberga leyendas que los neoloneses han contado de generación en generación y que forman parte del folclore de una gran ciudad.
Según datos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), este palacio fue creado en 1787 por órdenes de Fray Rafael José Verger. Su petición fue que le construyeran una casa de descanso en la que los miembros de la Iglesia pudieran reunirse y relajarse.
La leyenda del túnel del Obispado cuenta que a la par de la construcción del Palacio Episcopal, también se creó un pasaje subterráneo que conectaba la entonces Loma de la Chepe con la Catedral de Monterrey, ubicada en la calle Zuazua del centro de la ciudad.
Beatriz Zaragoza, vocera del INAH y quien trabaja en el museo que hoy se encuentra en el lugar, asegura que la leyenda del túnel y otros fenómenos paranormales que involucran a este lugar se cuentan desde muchos años atrás.
“He oído que existe un túnel secreto que nace del Museo y llega a la Catedral, pasadizo que según las historias sirvió como vía de escape en las batallas, donde los guerrilleros se desplazaban sin ser vistos por los atacantes”, comentó.
LA MUJER DE NEGRO
Varias personas que han visitado El Obispado aseguran que por las noches las sombras y los ruidos ahuyentan a más de uno.
Cuando la diócesis habitó el Obispado se empleó a decenas de trabajadores, entre ellos veladores, mandaderos, cocineras y personal de limpieza para que atendieran las exigencias de los clérigos.
Se dice que el alma de una de las cocineras de Fray Rafael José Verger deambula por los rincones del Obispado.
La razón por la que se piensa que la silueta de la mujer que ronda por las noches es una de las cocineras, es porque la comida era preparada únicamente por mujeres, y los demás trabajadores debían ser varones.
Los robustos arboles de la plaza episcopal producen sombras que pueden confundir los ojos de los visitantes, pero algunos testigos aseguran que claramente se le ve caminando entre los pasillos con su cabello largo y su vestido negro, sin rostro alguno que mostrar.
“En una ocasión, como a las 21:00 horas, fui a dar una caminata al Obispado, subí la loma caminando y cuando llegué arriba ya estaba muy cansado, así que me senté a descansar en las bancas de piedra que se encuentran a un costado de la construcción, y encima de mí (había) un árbol frondoso; de pronto se acercó a mí una mujer vestida de negro y pasó caminando lentamente sin voltear a verme. Por educación le dije, ¡buenas noches!, y no me contestó, ella siguió su camino rumbo a las oficinas que están enfrente del museo.
“La seguí con la mirada, me quedé pensando cómo una mujer podía andar sola en la noche, segundos después vi cómo se desapareció ante mis ojos, se desvaneció por completo y me quedé helado unos minutos”, contó Isaías, vecino de la colonia Ferrocarrilera de Monterrey.
EL HOMBRE DEL CAÑÓN
Los cañones que están colocados en El Obispado se utilizaron como artillería en las batallas y son testigos de la sangre derramada por miles de hombres que murieron en defensa del país, aseguró Beatriz.
“Es imposible pensar que con tanta historia las personas no cuenten leyendas sobre los lugares más emblemáticos de esta ciudad. Incluso nosotros mismos pasamos por situaciones similares en las que vemos sombras y oímos ruidos fuera de lo común”, aseguró.
Un habitante de la colonia Independencia, quien trabajó hace más de una década como vigilante del Obispado, aseguró haber visto en dos ocasiones a un hombre junto a los cañones, situación por la cual decidió abandonar su empleo.
“Esa noche hacía algo de frío, estaba solo, porque ya todos se habían ido. Me puse a caminar para entrar en calor, al dar la vuelta bajé un par de escalones y me percaté de que había una persona montada en uno de los cañones, como si estuviera en un caballo, por la silueta alta y esbelta supuse que era un hombre, pero no me explicaba cómo había llegado sin que yo lo viera.
“Otro velador ya me había contado que pasaban cosas raras, pero no le quise creer. La silueta estaba viendo hacia las luces de la ciudad como si cuidara algo. Fue cuestión de segundos que sucedió esto, el pánico se apoderó de mí y quise pedir ayuda, pero estaba solo, volteé mi cara hacia los lados pensando en echarme a correr y cuando regresé la mirada, el hombre ya había desaparecido.
“Días después lo volví a ver en el mismo lugar, pero ahora de pie, igual junto al cañón viendo a la ciudad, esa vez ya ni siquiera me acerqué. Pensé: que él cuide lo suyo y yo cuido lo mío”, confesó.
Al terminar su turno, el velador presentó su renuncia y aunque no dio explicación a sus empleadores, estos no parecieron sorprendidos, recordó.
EL CARRUAJE NEGRO
Según el INAH, Fray Rafael José Verger habitó en el Palacio Episcopal los últimos tres años de su vida, de 1787 a 1790. El “Obispo constructor”, como era llamado, se transportaba por la zona de Monterrey en carroza, siendo el único medio de transporte al que tenían acceso los miembros de la Iglesia.
Lo que la gente cuenta es que el Obispo Verger ha sido visto sobre la Loma de Chepe Vera, paseando con su carroza a altas horas de la madrugada.
“Muchos cuentan que la leyenda del túnel tiene relación con el carruaje de Fray Rafael, porque él era quien usaba el pasadizo. Se dice que el túnel es tan amplio, que el carruaje del obispo iba y venía sin dificultad alguna, así se ahorraba tiempo valioso y evitaba andar por las empedradas calles del Nuevo Reino de León”, recalcó Roberto de la colonia Chepevera.
Lorraine, otra vecina del sector, recuerda una anécdota que le contó su abuelo hace 15 años.
“Durante una reunión familiar nos contó a mis primos y a mí que en las travesuras de su niñez se salió sin permiso con un par de vecinos y subieron al Obispado a jugar para que nadie los encontrara.
“Ya eran las diez de la noche y estaba todo muy pacífico en las calles. De repente le dieron ganas de hacer del baño y se fue atrás del palacio cerca de un árbol, donde terminó por hacer sus necesidades, cuando levantó la mirada vio una carreta color negra con un hombre dentro de ella, la persona se le quedó mirando fijamente y sin haberse subido los pantalones salió corriendo del temor, los otros dos niños corrieron detrás de él al oír sus gritos y pasaron muchos años para que se animara a volver”, comentó.
Las leyendas forman parte de la cultura de Nuevo León. En Internet circulan muchas más anécdotas del primer cuadro de la ciudad que alimentan la imaginación y dan publicidad a estos lugares emblemáticos.
El Obispado ha estado abierto al público como museo desde 1956 y seguirá con las puertas abiertas para los curiosos que deseen vivir en carne propia alguna de las historias contadas anteriormente.