
Hace una década, Hugo Reyes tomó la decisión de sacar una maleta empolvada y empacar sus sueños de superación con destino a Monterrey.
Originario de Tantima, municipio al norte de Veracruz, en donde predominan las carencias, el joven de 28 años pretendió romper la tradición familiar de dedicarse a la agricultura y ganadería… y así fue.
Luego de 10 años de esfuerzos constantes, hoy labora para un medio de información nacional en la capital del país, en donde tiene como fuente la Presidencia de la República.
Pero su camino para sobresalir estuvo marcado por el hambre, desvelos y desmañanadas, pero también por el agradecimiento hacia un lugar que le brindó techo en los momentos más precarios: la Casa del Estudiante de Monterrey A.C. del Movimiento Antorcha Campesina.
Y es que para un joven foráneo llegar a estudiar la universidad a la capital nuevoleonesa no es una decisión sencilla, especialmente si no se tienen los recursos económicos, ya que Monterrey es una de las ciudades más caras para vivir en México.
Desde el transporte hasta las rentas, la ciudad regiomontana es digna de ahorros, pero cuando no se tiene ni para comer, la batalla por sacar la Universidad se vuelve casi un reto de supervivencia.
“Mis papás no tuvieron estudios y no tenían la posibilidad de pagarme una carrera, ni siquiera pensar que podía recibirla de ellos. Por eso llegué a Monterrey a ponerme a trabajar y después ver la posibilidad de ingresar a la universidad”, dijo el ahora reportero.
En 2005, el veracruzano abordó un autobús rumbo a la Sultana del Norte para conseguir un trabajo que le permitiera ahorrar y estudiar una carrera afín a las Ciencias Sociales.
“Todavía no sabía qué carrera estudiar, pero ya tenía en mente salirme de casa (su pueblo natal) porque allá no había oportunidad de tener un futuro prometedor”, añadió Hugo Reyes.
Con apenas unos cuantos pesos en la bolsa llegó al municipio de Juárez en donde habitaban familiares.
De manera casi inmediata consiguió un empleo y comenzó a ahorrar con el fin de presentar el examen de admisión de la Universidad Autónoma de Nuevo León meses más adelante.
En agosto de 2006, cuando fue aceptado en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UANL, Hugo Reyes decidió mudarse a la Casa del Estudiante, ubicada en ese entonces en Emilio Carranza y M.M. de Llano, en el centro de Monterrey.
Durante el último semestre de preparatoria había escuchado sobre la labor social de la organización Antorchista, por lo que decidió probar suerte.
“Me cambié a la Casa del Estudiante, ya tenía noción de lo que era y cómo funcionaba porque en el último semestre de la preparatoria ellos van a promocionarse o a ofrecer el servicio a las escuelas de aquellas áreas: San Luis Potosí y Veracruz entre otros Estados.
“El gancho es que te ayudan a conseguir becas, a hacer los primeros trámites y obviamente la estancia, que no cuesta más que un monto mínimo, una cuota de recuperación para mantener la casa, en ese momento era de 70 pesos a la semana para los gastos de alimentación y demás”, dijo el entrevistado.
El inmueble no estaba en las mejores condiciones: estaba maltratada, había sólo un baño para más de 20 estudiantes, el drenaje descompuesto, muy frío en invierno y muy caliente en verano, pero finalmente era un espacio que garantizaba un techo y una cama para dormir.
Además, la casa ofrecía alimento, servicios básicos y gestión de becas.
La vida de Hugo Reyes, al igual que del resto de sus compañeros, transcurría entre el trabajo, la universidad, tareas escolares y tareas del hogar.
Poco tiempo quedaba para la distracción o el entretenimiento, pero también poco importaba. Eran momentos de sembrar, ya después vendría la cosecha, mientras tanto, cada esfuerzo valdría la pena al final de la carrera.
“De pronto había quienes se veían en la necesidad de salir a pedir recursos los fines de semana porque sus papás no tenían la posibilidad de darles o de aportarles los 70 pesos que necesitaban para la semana.
“Hubo una ocasión en la que fui con una amiga a ‘botear’ porque necesitaba el dinero, pero no estaba acostumbrado a llegar a esa situación, pero logré juntar cerca de 150 pesos en tres horas”, aseveró el veracruzano.
Al ser el primer miembro de su familia en estudiar una carrera, su compromiso con los estudios era total, a pesar de las cansadas jornadas de trabajo.
Durante cerca de dos años, Hugo Reyes vivió en la Casa del Estudiante, que aún con carencias le brindó un espacio para convivir, comer y dormir.
A mediados de 2008, el ahora periodista decidió abandonar el lugar para independizarse. Tenía un mejor trabajo y ahora podía costear los gastos de renta y servicios, con el apoyo de otros dos compañeros.
Tres años más tarde, el joven finalizó su carrera y comenzó a laborar en medios locales.
A inicios de 2015 se le brindó la posibilidad de emigrar una vez más, ahora a la Ciudad de México, en donde se desempeña como reportero de un impreso de circulación nacional.
LA CASA DEL ESTUDIANTE MONTERREY A.C.
El Movimiento Antorcha Campesina instaló la Casa del Estudiante A.C. en Monterrey en 1986 con la visión de “educar a la gente más necesitada y humilde de México”, acorde a Luis Alberto Maldonado García, actual administrador del inmueble y uno de los tantos universitarios beneficiados a lo largo de 29 años.
Ubicada actualmente en la calle Carlos Salazar, del centro de Monterrey, la casa ofrece estancia a mujeres y hombres foráneos o locales que no pueden costear una renta para continuar con sus estudios.
Dividido en dos casas: una para mujeres y otra para hombres (la segunda recientemente se movió de Emilio Carranza a Carlos Salazar), cuentan con espacio para albergar a cerca de 100 estudiantes entre las dos.
Se les proporciona techo, cama, alimento y becas, por una cuota simbólica de 40 pesos semanales, además de que se fomentan valores como la solidaridad y actividades deportivas y culturales.
En Nuevo León, la mayoría de los universitarios que alberga la casa provienen de Veracruz y San Luis Potosí.
Actualmente viven 52 estudiantes foráneos en las casas: 22 mujeres y 30 hombres.
De acuerdo a Maldonado García, los interesados en ingresar sólo deben someterse a una pequeña entrevista y cumplir con ciertos requisitos como: ser estudiante de escasos recursos, presentar su CURP, credencial de la universidad, acta de nacimiento y un kárdex de manera semestral con el fin de vigilar que se enfoquen en los estudios.
“Cada semestre se les pide el kárdex para poderlo revisar, dentro del comité se encarga de la parte académica que se revisa en una asamblea”, dijo Maldonado García.
Las pocas reglas que existen en la casa están relacionadas a la conducta: el agredir a un compañero o consumir bebidas alcohólicas o drogas en sus instalaciones son motivo de expulsión.
Los horarios deben de respetarse, pues la casa de las mujeres se cierra a las 22:30 horas y la de los hombres a las 23:00 horas, con posibilidad de que abra más tarde si se avisó al comisionado de llaves.
Cerca de cinco años atrás, la Casa del Estudiante para varones se movió a la calle Carlos Salazar, ante las malas condiciones que presentaba la antigua morada, ubicada en Emilio Carranza.
A lo largo de 29 años, el Movimiento Antorcha Campesina ha propiciado la educación de las personas más necesitadas a nivel nacional.
Decenas de historias de superación profesional se escriben en las paredes de la Casa del Estudiante Monterrey A.C., pero pocas tienen la oportunidad de ser contadas.