
Un día de agosto de 1967, a las 17:30, un automóvil detuvo su marcha enfrente de Técnica Industrial, una empresa del Grupo Visa (hoy Femsa), donde actualmente es la entrada principal de la Cervecería Cuauhtémoc-Moctezuma (hoy Heineken).
De rato salió arreglándose su cabellera, a las carreras, una hermosa mujer de nombre Mary Galindo, empleada, como yo en ese entonces, de dicha empresa, que tenía a un lado a la Compañía General de Aceptaciones (después denominada Banca Serfin y ahora Santander).
La escena se repetía casi día a día por temporadas. “Deben estar muy enamorados”, pensaba yo imaginando que la radiante novia no tenía más pensamiento que esperar la hora de salida del trabajo y encontrarse con su príncipe azul.
Hasta que en una ocasión la joven promesa de mi compañera llegó más temprano que nunca y descendió del mismo vehículo, muy modesto por cierto, para esperarla en la recepción de la oficina principal.
“Pero si es Eloy Cavazos”, casi grité de la sorpresa de tener enfrente a una figura de escasa estatura pero que ya había iniciado su triunfal carrera en la tauromaquia.
“Es Eloy”, volví a repetirme a mí mismo antes de echármele casi en sus brazos y presentarme como redactor y fotógrafo de la revista interna de la Sociedad Cuauhtémoc y Famosa.
Vinieron otros muchos días de esos en que la plática obligada vencía mis nervios y descubría el alma generosa de quien comenzaba a ser un ídolo de las multitudes, siguiendo los pasos de otros grandes toreros nuevoleoneses: Lorenzo Garza y Manolo Martínez.
Desde los 12 años de edad conoció por primera vez La Playa, de Bertha Domínguez, pues lo llevó don Eugenio Domínguez, abuelo de Luis Quijano, su gran amigo, que conduce ahora dicho lugar. Y desde entonces sigue acudiendo a ese sitio lleno de vibrantes sentimientos para él.
“No había carreteras; nos veníamos en tren, y desde entonces conservo la emoción grandísima de venir, porque aunque en mi vida hice muchos amigos ganaderos y voy a sus ranchos en México, España y Colombia, este me trae una nostalgia muy especial”, ha dicho una y otra vez, como cuando platicó con Daniel de la Fuente, del diario El Norte, evocando su alternativa, hace 50 años y prometiendo una gran fiesta con ese motivo.
En la fecha en que lo conocí como novio de Mary tenía 18 años, cumplidos el 25 de agosto, día de San Luis Rey de Francia, pues nació en 1949. Y había debutado como novillero el 12 de junio de 1966 cortando dos orejas en la Plaza México con el novillo “Trovador”, de la ganadería de Santa Martha. Compartió cartel con Gonzalo Iturbe y Leonardo Manzanos. Pero además “El Pequeño Gigante” había tomado la alternativa en la Monumental Monterrey el 28 de agosto de 1966, siendo su padrino Antonio Velázquez y el testigo de la ceremonia Manolo Martínez. Se doctoró con el toro “Generoso”, número 69 de la ganadería de San Miguel de Mimiahuapan.
Sin embargo, en aquellos días de gloria era tan sencillo y accesible como hasta la fecha, y lo que más le llenaba de orgullo era haber cumplido el sueño de regalarle a su mamá, después de ocho cornadas, una casa confortable, como se lo había propuesto. Ni siquiera lo hizo marearse la confirmación de su alternativa en la Plaza México el 14 de enero de 1968, de manos de Alfredo Leal y ante el testimonio de Jaime Rangel, con el toro “Talismán” de la ganadería de Jesús Cabrera. Su confirmación tuvo lugar en la plaza Las Ventas, de Madrid, el 20 de mayo de 1971, llevando de padrino a Miguel Mateo “Miguelín” y a Gabriel de la Casa como testigo, con la res “Retoñito” de José Luis Osborne.
Su paso de “Pequeño Gigante” lo llevó a ser el último torero mexicano en abrir la puerta grande de Las Ventas en la capital española el 27 de mayo de 1972, y único con el récord de cuatro corridas en un mismo día el 2 de octubre de 1977. Así es que aquella primera vez que lo traté no me imaginaba las alturas que alcanzaría en un arte en el que pocos pueden pronosticar su propio futuro, por más ganas que le pongan.
Apenas lo veía que estacionaba su automóvil frente al edificio de ladrillos rojos de la Cervecería Cuauhtémoc, me daba mi tiempo para ilustrarme sobre la tauromaquia. Pero el adiós inmediato a las puertas de la oficina, tras la aparición repentina de Mary Galindo, me dejaba siempre con ganas de seguir charlando con el vecino de la entonces Villa de Guadalupe.
Las manos bien unidas camino al modesto automóvil hacían ver el gran amor que se profesaba la joven pareja. Y la atención de él al abrirle la puerta y esperar que se acomodara en el asiento, era no una lección de urbanidad sino ejemplo de comportamiento con una persona tan especial por lo que representaba para él en sus sueños de formar una familia.
Y el día llegó. Se casaron en 1973. La semilla dio sus frutos: tres hijos, cuatro nietos, una nieta en el cielo y un bisnieto. A punto de cumplir sus 67 años de edad, Eloy Cavazos dice que no cambiaría por nada ese hermoso cuadro de seres amados que siguen siendo una inyección en su vida. “Imagínate que es lo más importante para mí. Mi mujer me dio el sí sabiendo que yo vivía lleno de privaciones y que no había ni siquiera terminado el tercer año en la escuela primaria por mi afición a los toros”.
Hijo de un matrimonio bien avenido, le inculcaron el sentido de la responsabilidad en lo que hiciera y una enorme fe en Dios y en sí mismo. “Ahí está la clave de todo en la vida”, puntualiza con firmeza y golpeando la mesa con el puño cerrado. Su madre, ama de casa y ferviente católica; su padre, humilde cuidador de la plaza de toros de Guadalupe donde vivía con su familia, en el centro de la entonces villa, el buen hombre completaba “el diario” rotulando lápidas en el panteón municipal.
Por eso el mismo entorno en que creció lo hizo siempre avivar el deseo de vivir de los toros y para los toros. De lo que fuera, pero dentro de ese ambiente. Sólo que cuando valoró lo que dejaba de dinero una corrida como matador, no lo pensó dos veces y se propuso hacer una gran carrera para comprarle inmediatamente una casa a su mamá y ayudar a todos en casa en lo que se necesitara.
No obstante, en 1985 una cisticercosis lo obligó a un temprano retiro, por lo cual tuvo una encerrona en la Monumental Monterrey en que cortó 10 orejas y cuatro rabos. Y, obligado por su gran pasión torera y la aclamación de sus seguidores, reapareció en la misma plaza el 13 de septiembre de 1987, contando con el apoyo de su inseparable Mary y toda su familia. “Necesito de la fiesta, como el aire”, comenta con una sonrisa que dibuja la placidez de su alma.
Por eso cuando finalmente le llegó el día del adiós definitivo se propuso dejar huella el 16 de noviembre de 2008 en Monterrey, cortando cuatro orejas y dos rabos. Aunque nadie debe creer que se la pasa en una hamaca o durmiendo a sus anchas hasta el mediodía. Nada de eso. Sigue haciendo caso al reloj biológico y a los impulsos de su cerebro para levantarse a las cinco de la mañana, después de ir a la cama cada noche muy temprano.
Y su tren de vida mental lo hace pensar que siempre debe estar listo para una corrida y no descuidar su persona en lo más mínimo, alejado por completo de las desveladas, del alcohol y del cigarro. De ahí que por eso se mantiene en forma y sigue toreando becerros, acompañando a jóvenes promesas en las plazas y dando el sí cuando se trata de plantarse frente a un toro en campañas altruistas como las que lidera a favor del Hospital Universitario en Monterrey.
También sigue siendo amante de las películas de don Fernando Soler, de Pedro Infante y de Cantinflas, y, como de joven esperaba a Mary en su automóvil, sigue siendo amante de la música y no deja de escuchar canciones ahora de Vicente Fernández, de Juan Gabriel y de Joan Sebastian (qepd). Es tan cordial en su trato como en aquel día de agosto de 1967 en que lo vi estacionar su automóvil frente a las oficinas de la Cervecería Cuauhtémoc.
Y eso que su récord es impresionante, después de 20 cornadas y 14 fracturas. Corridas de toros: 1907. Orejas cortadas: 3974. Rabos cortados: 708. Patas cortadas: 9. Toros indultados: 38. Alternativas concedidas: 62.
Bien vale, pues, ponderar el 50 aniversario de su alternativa de 1966. Y grabar en el pórtico de su casa por el rumbo del Monumento a la Madre en la colonia Linda Vista: “ELOY CAVAZOS: CONSENTIDO DE DIOS”.