Esta es una parte de la letra del pasodoble que el maestro Agustín Lara le dedicara al “Señor de Monterrey”, Lorenzo Garza Arrambide, el torero con mayor personalidad que haya pisado un ruedo en la historia del toreo y el único mexicano que ha cortado un rabo en la Plaza de Las Ventas de Madrid.
El “Ave de las Tempestades” nació el 14 de noviembre de 1909 en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, y desde muy joven se distinguió por su arrojo, decisión y valentía, que lo llevaron a tomar la decisión de convertirse en torero y salir de los problemas económicos que enfrentaba junto a su familia.
Después de dedicarse a diversas actividades y con el único deseo de hacer dinero para comprarle una casa a su mamá, Garza Arrambide decidió hacerse torero.
Fue así que en septiembre de 1927 -con apenas 18 años de edad-, el joven Garza decidió tirarse de espontáneo al ruedo de una plaza de toros de la capital de Nuevo León.
A partir de entonces el decidido torero regiomontano empezó a torear en diversos festejos, mismos que le permitieron subir como la espuma por la enorme personalidad que tenía y su fácil conexión con todos los públicos. Ya pintaba Lorenzo Garza para convertirse en una gran figura del toreo.
Su carisma y personalidad dentro y fuera de los ruedos hacían que Garza fuera un torero distinto a todos, con su calidad como lidiador y artista del ruedo, así como su figura lo que lo hacían un torero de impacto que emocionaba a todos los públicos; bastaba verlo partir plaza para que los aficionados vibraran con el orgullo de Monterrey.
En sus inicios Garza cuajó una exitosa campaña novilleril en distintas plazas de la República que lo llevaron a presentarse en la antigua Plaza del Toreo de la Condesa de la Ciudad de México el 3 de mayo de 1931, cortando una oreja en su primera aparición.
Después de sonados triunfos en nuestro país, “Lorenzo El Magnífico” se presentó como novillero en Madrid, un 19 de marzo de 1932. Después de una exitosa campaña Garza tomó la alternativa como matador de toros el 6 de agosto de ese año en la Plaza de Santander, llevando como padrino a Pepe Bienvenida y como testigo a Antonio García “Maravilla”.
Sin embargo en las primeras tardes después de su alternativa, Garza no tuvo el éxito que deseaba, por lo que demostrando un fuerte carácter y decisión, renunció a su alternativa, regresando a las filas novilleriles
Decidido y ansioso de volver a triunfar, Garza, regresó España toreando varios festejos en aquel inolvidable 1934 donde destacan los “manos a mano” que sostuvo con Luis Castro “El Soldado” en la plaza de toros de Madrid.
En uno de estos festejos, que ya se ha convertido en leyenda, Garza se tiró a matar a cuerpo limpio, replicando lo hecho por “El Soldado” momentos antes y quien después de esta gran faena, decidió tirarse a matar solamente con un pañuelo, como un alarde de su valentía.
Después de su última etapa de novillero, Garza tomó su alternativa definitiva el 5 de septiembre de 1934 en la Plaza de Aranjuez, España, llevando como padrino a un gigante de los ruedos: Juan Belmonte, actuando como testigo el célebre Marcial Lalanda.
El 25 de noviembre de ese mismo año Garza confirmaría su alternativa en la Ciudad de México con el toro Tabaquero, llevando como padrino al rey del temple: Jesús Solórzano y como testigo a Antonio García “Maravilla”.
A partir de ese momento el regiomontano se convertiría en uno de los toreros favoritos del público, siendo el que, hasta la fecha, ha desbordado las pasiones de los aficionados pues dividía los tendidos y encendía los ánimos.
Fueron muy grandes los triunfos de Garza en los ruedos, mismos que le valieron la idolatría popular pero también provocaron célebres broncas con el público, que lo llevaron a pasar algunas noches en la cárcel.
Por ese motivo se ganó el mote de “El ave de las tempestades”, bautizado así por el famoso periodista taurino de la época, José Jiménez Latapí “Don Dificultades”.
Con Lorenzo Garza no había medias tintas: o triunfaba o hacía bronca, pero siempre se llevaba los encabezados de los periódicos; así era este matador, todo un figurón dentro y fuera de los ruedos.
Podemos apuntar muchos triunfos de Garza en los ruedos, pero uno de los más recordados por la afición es el del toro “Amapolo”, que toreó en la Plaza de la Condesa, en donde el maestro de Monterrey, le “pegó” varias tandas de “naturales” de rodillas, que pasaron directamente y sin escalas a la historia máxima del toreo.
Otras inolvidables faenas de Garza fueron las que les hizo a los toros “Príncipe Azul”, “Terciopelo”, “Rabioso” y “Gitanillo”, sin dejar a un lado una actuación que marcó para toda su vida al “Señor de Monterrey”: la del 29 de septiembre de 1935, cuando Garza alcanzó un triunfo excepcional en la Plaza de las Ventas de Madrid al cortarle las orejas y rabo a un toro de Martín Alonso.
En esa corrida, que se llamó de la “beneficencia para la afición”, se lidiaron ocho toros y alternó con Nicanor Villalta, Fernando Domínguez y Curro Caro. Cabe destacar que Garza ha sido el único torero mexicano en la historia que ha logrado esa hazaña.
Después de una exitosa carrera Garza se alejó de los cosos taurinos, por lo que su presencia en los ruedos fue intermitente en su última época como matador de toros.
Una de sus últimas tardes fue la del 5 de noviembre de 1965, cuando regresó a los ruedos para darle la alternativa a quien en ese momento era el novillero puntero en México: el regiomontano Manolo Martínez.
Sus últimos años de vida los pasó en la Ciudad de México dónde se dedicaba a sus negocios en la industria de la construcción.
Fue el 20 de septiembre de 1978 ( casualmente el día de la fundación de Monterrey) cuando Lorenzo Garza se despidió de este mundo, dejando una enorme tristeza entre los aficionados que hoy en día lo recuerdan como el maestro del pase natural y como el torero con mayor personalidad que ha dado el mundo taurino.
Recordamos al maestro Garza en su 38 aniversario luctuoso, Q.E.P.D. v
@AlbertoJoseHdzS