
Un nuevo elemento fue agregado al mural de Guillermo Ceniceros: su firma. Pasaron 25 años desde que había concluido la obra en el Teatro Universitario ubicado en la Unidad Mederos que este año celebró su XXV aniversario.
Como parte de las actividades previas al Festival Alfonsino, se realizó un evento especial en el Teatro donde Ceniceros ofreció una charla con el escritor y promotor cultural Hernando Garza, en la cual recordó algunas anécdotas de cuando le daba vida a las paredes del lobby del recinto.
La ceremonia de conmemoración del Teatro Universitario ocurrió el pasado 12 de mayo en la que además de la participación de Ceniceros, la Orquesta Sinfónica de la UANL OSUANL ofreció un programa especial conmemorativo.
El artista originario de El Salto, Durango, fue invitado por Gregorio Farías Longoria, el entonces rector de la UANL quien le dio la libertad absoluta para que eligiera la temática que quedaría plasmada en “Espejos comunicantes”, el título de la obra.
Mencionó que el mural se realizó a la par que el edificio y que guarda divertidas anécdotas de esa experiencia.
“Hay una parte donde puse a Albert Einstein y a Leonardo Da Vinci; en otra área a don Alfonso Reyes, y junto con él está López Velarde, Octavio Paz, Borges… hay musas relacionadas con la literatura de Alfonso Reyes y pretendí que sugirieran algo helénico, ya que Reyes, al ser escritor universal, abordó el arte de la literatura griega.
“También incluí a personajes como Diego Rivera y Frida Kahlo que están en una parte como muy escondida; y en otra parte sugiero personajes de Nuevo León que no les puse rostro, sin embargo hay muchos rostros que están enmarcados en el cerro de La Silla, porque la idea fue que tuviera relación con la inquietud de Monterrey con la literatura, la poesía y la historia”, refirió.
Dijo que también se sintió inspirado por las máscaras, pues la máscara es un elemento que está presente en muchas culturas.
“En muchas de las culturas siempre ha habido algo relacionado con las máscaras; es un misterio y a veces no tan misterio por ejemplo poner una máscara para ejemplificar el teatro Kabuki y el teatro No de Japón, mientras que en otro lado aparecen máscaras que pueden recordar algún teatro de otra naturaleza, de otra país, y hay otras máscaras que pueden estar relacionados con los mitos de determinados lugares y solamente en México tenemos infinidad de máscaras”, señaló.
Guillermo Ceniceros fue discípulo de David Alfaro Siqueiros cuando al salir éste de la cárcel retomó el trabajo en los murales que había dejado inconclusos como era el caso del de Castillo de Chapultepec, el de la ex aduana de Santo Domingo, además de restaurar el del Instituto Mexicano del Seguro Social.
“Yo entré a trabajar con él cuando terminó los murales en el Museo de Antropología. En ese año fue cuando más se hicieron murales en México y en el Museo de Antropología trabajó Rufino Tamayo, Guillermo González Camarena, José Chávez Morado, Nicolás Moreno, Mathias Goeritz, Rafael y Pedro Coronel, Fanny Ravel y muchos más.
“Estos murales -realizados por dichos artistas- tenían la característica que iban a ayudar a la explicación de ciertas cosas que estaban entrelazadas con la vida cotidiana, con los mitos y con la arqueología, antropología y la etnografía”, compartió el maestro Ceniceros.
Relató que estuvo trabajando con Siqueiros desde 1965 hasta 1970, periodo que marcó su propio camino como muralista, porque aprendió mucho de uno de los máximos exponentes de la pintura mexicana al igual que Diego Rivera y José Clemente Orozco.
“Trabajar con Siqueiros fue una experiencia enriquecedora porque cada mural tenía diferentes temática, diferente arquitectura, entonces, abordar primero lo que él hizo en los murales nuevos -en el Polyforum Cultural Siqueiros- era analizar, escudriñar la arquitectura, es decir la geometría que contenía el mural La marcha de la humanidad”.
Refirió que la narrativa de este mural en particular era la visión que tenía el artista sobre la forma en que el hombre llega al cosmos, recurriendo a un lenguaje pictórico en el que predominaban los trazos geométricos.
En relación a la restauración de sus propios murales, comentó que preferiría que lo hicieran los especialistas, porque ese es su trabajo.
“Un pintor a veces no es el más adecuado para pintar sus murales; y no se lo permiten cuando ya pertenece más o menos a alguien que tiene una trayectoria, a menos que el propio departamento de restauración lo sugiriera y eso si el pintor quisiera.
“Pero no debe ser, sino que deben ser ellos, los restauradores”, puntualizó Ceniceros.