
Ser fotógrafo en Europa entre 1923 y 1926 es asistir al estreno de las primeras cámaras de 35 milímetros que salieron de la Leitz Optical Company de Alemania, en 1924. Y manejar una Leica era todo un alarde, por ser ésta la precursora de este tipo de máquinas tan modernas que acompañaron el nacimiento del fotoperidoismo y los primeros magazines ilustrados hacia 1928.
Pero ser fotógrafo en esos años en Estados Unidos, donde George Eastman introduce su famosa Kodak de entonces a partir de 1888, era experimentar técnicas diversas también con cámaras enormes que se aprovecharon al máximo junto con los primeros rollos de película que aparecieron desde 1884, exaltando el nombre de uno de los grandes: Edward Weston.
Y en México, hablar de fotografía en tales tiempos es referirse a Manuel Álvarez Bravo (1902-2002), quien empieza a hacer carrera en forma experimental desde muy joven, hasta que la llegada desde California de Edward Weston y Tina Modotti en 1923 se vuelve crucial para su desarrollo, pues compra su primera cámara de 1924.
Y precisamente esa presencia de Weston y Modotti entre 1923 y 1926 es determinante en nuestro país para el impulso del que ahora es considerado un arte, pero que en ese tiempo solamente era concebido como un pasatiempo para grabar imágenes con luz. Por eso el Museo de Arte Contemporáneo (Marco) en Monterrey se decidió a exhibir, a partir del viernes 22 de agosto, las imágenes que ambos personajes produjeron en esos tres años.
Con el apoyo de 1.5 millón de pesos de la Federación, la muestra recopila los principales trabajos de estos amantes que vinieron a México y dejaron la huella de su arte como sólo ellos sabían hacerlo y dieron cauce a la trayectoria de Álvarez Bravo, quien ganó su primer premio en 1931, decidiéndose a dedicarse de tiempo completo a la fotografía, en parte haciendo foto fija para producciones de cine.
Esta exposición puede decirse que es una réplica de la que organizó el Museo Internacional de Fotografía y Cine George Eastman Hopuse, con el apoyo financiero de la Fundación Gannet y que fue hecha posible en España por la Fundación Pedro Barrié de la Maza, de noviembre de 1998 a enero de 1999, en Casa de América, de Madrid.
Con el título de “Mexicanidad”, la experiencia con Edward Weston y Tina Modotti se concreta en un archivo de luz a modo de mágico viaje en el tiempo hacia el momento en que dos personas extraordinarias se encontraron ante el nacimiento de un gran legado cultural en un nuevo siglo.
Esa vez fue muy cautivador el diálogo a dos voces con una cultura en plena efervescencia, la de México de los años 20, subrayando sus promotores que de ese intercambio enriquecedor surge Modotti como artista independiente, y a partir de él refina Wetson la visión modernista de la fotografía que le ha hecho merecedor del calificativo de genio.
En México busca Wetson “la quintaesencia de la cosa en sí”, mientras que Modotti se reafirma en el uso de la cámara como instrumento de cambio social.
UNA MUJER EXTRAORDINARIA
En la película “Antonieta”, de 1987, se ve a Assunta Adelaide Luigia Modotti al lado de Antonieta Rivas Mercado, en plena defensa de la limpieza en las votaciones de 1929 en México, durante las elecciones para presidente de José Vasconcelos y el candidato oficial del Partido Nacional Revolucionario (PNR), Pascual Ortiz Rubio, quien no era más un títere del fundador de dicho partido, Plutarco Elías Calles.
Tina Modotti, nacida en Udine, Italia, el 17 de agosto de 1896, a los 17 años emigró con su familia a Estados Unidos donde fue actriz en varias películas mudas, hasta que en 1921 conoció a Edward Weston, fotógrafo norteamericano que le enseño a usar la cámara.
A partir de entonces, esta mujer extraordinaria — para su época y para hoy mismo– se aventuró a ser ella misma y a definirse en lo que hacía, al grado de tratar de convencer a Edward Weston de viajar a México desde 1921, animada ella misma por su esposo, el artista Robo de Richey, cuyo entusiasmo por las posibilidades políticas y artísticas que ofrecía el ambiente cultural de México no tenía límites.
En febrero de 1922, contagiado de viruela, murió Robo de Richey, lo que hizo que Modotti permaneciera en nuestro país durante dos meses tras enterrar a su marido, y ese tiempo lo aprovechó para establecer algunos contactos que, al regresar a California a establecer abiertamente su romance amoroso con el artista de la lente, le sirvieron para traerlo a México aun a costa de la separación de su familia del buen hombre.
Y ahí empezó el boom de la fotografía mexicana en Weston y el aprendizaje en vivo de Modotti, fotografiándose mutuamente de mil formas y relacionándose con Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, además de militar en 1927 en el Partido Comunista.
La carrera profesional de Modotti como fotógrafa comprende los siete años que vivió en México, su país adoptivo, con la excepción de un breve periodo que pasó en Berlín en 1930, al ser expulsada por una acusación injusta de conspirar para asesinar al presidente de México.
La que es considerada la primera gran fotógrafa de México, al vivir como refugiada en Alemania, la Unión Soviética y España, dejó la cámara para dedicarse por entero a la política, pero al regresar como refugiada de la Guerra Civil Española, murió en nuestro país el 5 de enero de 1942, a los 45 años, con el símbolo del arte femenino en su frente.
En su tumba, en el Distrito Federal, un poema de Pablo Neruda la recuerda así: “Tina Modotti, hermana, no duermes, no, no duermes; tal vez tu corazón oye crecer la rosa de ayer, la última rosa de ayer, la nueva rosa…”.
El museo Marco tendrá esta exposición desde el 22 de agosto hasta enero de 2015.
“Este retrato de Tina es noble, majestuoso, exaltado; el rostro de una mujer que ha sufrido, que ha conocido la muerte y la desilusión, que se ha vendido a los ricos y que se ha entregado a los pobres, cuya infancia conoció la carencia y el trabajo duro, cuya madurez reunirá la experiencia agridulce de alguien que ha vivido completa, profundamente, y sin miedo”.
Edward Weston, en su Diario, 14 de febrero de 1924