
“Todo el mundo tiene el boleto de discapacidad en la bolsa y no sabe cuándo lo va a usar”, afirmó el joven Hugo Alberto Guerrero al cuestionarle su sentir acerca de la gente que, debido a su ignorancia, no se sensibiliza ante las necesidades de las personas con capacidades diferentes.
Hugo de 26 años , tiene 18 meses usando una silla de ruedas, pero él, como otras 13 personas acudió al Centro Estatal Paralímpico de Alto Rendimiento (CEPAR) del DIF Nuevo León , para aprender a usar correctamente este vehículo que es indispensable para su desplazamiento dentro y fuera del hogar.
En la semana del 21 hasta el 25 de noviembre se realizó el quinto módulo de entrenamiento, ya que desde hace dos años “Creciendo Independiente”, como se titula el curso, ha tenido gran demanda en este centro que es el segundo en su tipo en toda la República.
“Empezamos a las 6 y media de la mañana y tenemos nuestros recesos, pero es ahí donde aprovechamos para enseñarles al traslado de la silla a la cama, de la silla a la ducha, el cambio de pañal, cateterismo; de hecho viene un profesional para dar esa plática porque en el caso de lesiones medulares es muy importante saber qué hay que hacer para evitar una infección.
“Este es el quinto módulo que realizamos, pues hemos estado haciendo tres por año desde noviembre de 2009, gracias a la iniciativa de nuestra colaboradora Flor Ángel Zumaya Ahumada, quien tomó el primer curso y lo promovió aquí” , mencionó el doctor Juan Alvino Gaytán Martínez, coordinador del CEPAR.
Flor trabajaba entonces en el Centro de Rehabilitación y Educación Especial CREE del DIF NL, y se enteró por un amigo que la Organización Internacional “Vida Independiente” iba a realizar un curso dirigido a los usuarios de silla de ruedas con el fin de adquirir una mayor autonomía e independencia personal.
“Un amigo de Guanajuato me canalizó con la organización que imparte esos cursos, así que fui por iniciativa propia y con ingresos propios. Me gustó tanto que dije: quiero que Nuevo León tenga esto, porque desafortunadamente aquí hay muchos obstáculos en cualquier lugar por donde nosotros vamos.
“En el curso se maneja lo referente a la silla de ruedas así como la independencia en las actividades de la vida cotidiana . Me gustó, entonces traje la propuesta aquí, la aprobaron y contrataron al personal, pero como era muy caro, el DIF decidió comprar su propio equipo de silla de ruedas y capacitar al coordinador del CEPAR -quien ha sido el instructor hasta ahora- para que pudiera ser gratuito para el público”, afirmó Zumaya Ahumada.
SILLAS IDEALES
El 3 de diciembre se conmemora el Día Internacional de la Discapacidad, pero todavía falta mucho en materia de información respecto a cuestiones tan elementales como el costo de una silla de ruedas, cuántos tipos hay, las medidas, y cómo deben usarse, pero sobre todo, la falta de conciencia social por parte del resto de la ciudadanía.
“Nosotros trabajamos con diferentes tipos de sillas: una es la clínica que tiene un peso de entre 20 y 25 kilos aproximadamente; la silla de uso diario de 8 y 10 kilos – con la que estamos trabajando en el curso- y las sillas deportivas”, señaló Gaytán Martínez.
Mencionó que la mayoría de los que se han inscrito a los cursos les han servido las técnicas que aprendieron con la silla de uso diario, aunque para los que ya tenían la silla clínica tienen que hacer un poco más de esfuerzo.
“Después de que toman el curso -ya en la práctica- si ellos regresan a su silla clínica pueden usarla mejor, pero la idea es que consigan la de uso diario porque es más ligera”, recomendó el coordinador del CEPAR.
Tanto Flor como Juan Alvino han experimentado en carne propia los problemas que se les presentan una vez que salen de su casa para ir al trabajo, de compras o simplemente a dar un paseo.
“Por ejemplo, con la silla de uso diario se puede fácilmente subir y bajar escaleras, rampas, banquetas o pasar por cualquier otro tipo de terreno, y una silla clínica nos limita demasiado por el peso y por la altura del respaldo.
A raíz de un accidente hace nueve años, Flor se enfrentó a su nueva realidad y cuando compró su silla desconocía que había diferencia entre la clínica y la de uso diario en el peso, pero no así en el costo, pues el precio de ambas es de alrededor de 9 mil pesos .
“En mi caso por ejemplo, cuando adquirí mi discapacidad y fui a ver las sillas, por ignorancia sólo me guié por la que me gustaba y la compré- era del tipo clínico- pero no quiere decir que haya sido la adecuada”, compartió la joven de 30 años que es auxiliar administrativa en la oficina del CEPAR.
Por su parte , Juan Alvino Gaytán dijo que ya están en contacto con las asociaciones que donan sillas de ruedas a fin de conseguir las del tipo de uso diario, que son las ideales.
“El tipo de silla que necesitamos es sobre medida, porque tienen que ajustarse perfectamente bien a la estructura anatómica para que el desplazamiento sea mucho mejor, y lo más importante es que evita que haya lesiones en la cadera y úlceras por la mala postura que ocasiona el uso de la silla clínica.
“Nosotros estamos haciendo esa evaluación para cuando se vayan a adquirir las sillas, sí tengan la medida adecuada”, apuntó Gaytán quien trabaja en el DIF desde hace 22 años.
CONCIENCIA SOCIAL
Para este módulo se inscribieron 15 personas , pues es el número de sillas con las que cuentan, pero en pocos meses iniciará otro “Creciendo Independiente” para los que quedaron en lista de espera.
“Como en este centro de rehabilitación trabajamos con discapacidad, en el momento en que nos aprueban el proyecto para el curso, entonces empezamos a mandar información a todos los centros y unidades con atención a personas con discapacidad”, indicó el doctor Alvino.
Anunció que también se contempla hacer el curso para niños, pues hasta ahora lo han tomado mayores de 15 años.
“Estamos planeando hacer un curso dirigido a los niños para el siguiente año, pero todavía nos faltan las sillas . Hemos pensado que si trabajamos con niños, va a ser mucho más rápido integrarlos desde chiquitos y enseñarlos a valerse por sí mismos” , destacó.
Sobre la adaptación a vivir en forma independiente, comentó que en el último día del curso hacen un recorrido fuera de las instalaciones del centro para que vayan perdiendo el miedo de usar la silla fuera de sus casas.
“Después de todas las actividades que hacemos durante el curso, salimos a lo que es el entorno social, pues practicamos varios ejercicios pero vamos verlo en el medio comunitario para que se enfrenten a la realidad y de esa forma se vayan acostumbrando”, indicó.
No obstante la preparación y el esfuerzo que realizan los usuarios de las sillas de ruedas, todavía tienen que lidiar con la falta de conciencia social sobre esta condición especial de una gran parte de la población.
“Nosotros por ejemplo trabajamos sobre lo accesible. Una rampa debe tener del 6 por ciento de inclinación como reglamento a nivel internacional, pero también trabajamos en lo que no es accesible.
“La queja más común por parte nuestra ante el entorno social al que nos enfrentamos es que no hay rampas, ni baños públicos accesibles, pero probablemente el mayor problema es el de transporte, porque hasta ahora el metro es el que sí tiene elevadores y sus salva escaleras, pero en cuanto al resto del sistema todavía falta”, destacó el funcionario del DIF Nuevo León.
“Por ejemplo faltan rampas en muchos lugares como en los restaurantes y por decir en algunos bancos si hay cajas especiales para personas con discapacidad, pero no hay una entrada adecuada, entonces de que sirve que haya una caja especial para mí si no voy a poder entrar”, se cuestionó a su vez Flor Zumaya quien ha aprendido a superar estos y mucho más obstáculos pues se ha realizado como profesional , madre y esposa. v