Gisela Leal afirma categóricamente que su primera novela “El Club de los Abandonados” no es un reflejo de la burguesía regiomontana. El hecho de que sus protagonistas Roberto y Camilo son de Monterrey (San Pedro) y que la trama gira dentro de este entorno social, es irrelevante.
La autora de 24 años originaria de Cadereyta, Nuevo León, ha ingresado por la puerta grande al “club de los escritores” pues debuta con éxito a lado de los grandes que figuran en el elenco de la editorial “Alfaguara”.
Por el lenguaje, ubicación y características de la historia, a simple vista se podría concluir que “El Club de los Abandonados” es otro intento por desnudar a los “típicos” juniors herederos de empresarios nuevoleoneses narrando su forma de vida, pero la creadora revela que su verdadera intención fue ir más allá de exhibir a dos jóvenes de buena posición económica.
“Lo que se pretende es dejar a los personajes en su esencia más humana. Independientemente si son ricos o pobres, porque realmente se les da tanto dinero, tanta independencia mate.rial a estos chavos , que la intención es de dejarlos nada más a ellos (como personas).
“El dinero no les importa, no les influye, no les hace, porque ya lo tienen. Entonces no es esto (el fin) de buscar ser una mejor persona, el éxito y todo , no. Es basarse en las necesidades básicas de cualquier ser humano.
”Contrario a lo que la gente pueda pensar en que si es la necesidad de mostrar la fotografía de la burguesía regiomontana o de México, no es cierto. El ponerlos así es con la intención de dejarlos puramente como seres humanos. No hombres, no mujeres; no ricos, no pobres; no esto, no lo otro”, recalcó la joven de ojos grandes e ideas fluidas.
Gisela explicó también el porqué sus personajes centrales son hombres y no mujeres, ya que por lo regular las escritoras inventan heroínas con las que otras mujeres se identifican .
“Esta es una novela asexuada. Siempre se piensa que las personas que son extremadamente emocionales, sufren, etcétera, tienden a ser mujeres y no es cierto, porque vamos a lo mismo: como humanos sufrimos igual.
“Que lo expresemos de diferentes maneras, que lo proyectemos de diferente forma, ok ; pero en sí el dolor, el sufrimiento y demás, es el mismo. Entonces, en cierta manera existe este cliché de que por ser hombres no se cuestionan cosas, no sufren, no se sienten solos… es por eso que quise mostrar el otro lado, que por supuesto que existe”, manifestó.
LEER Y VIAJAR
Gisela Leal empezó a escribir “El Club de los Abandonados” cuando tenía 18 años. Compartió que desde pequeña le gustaba leer cuentos. De ahí que la lectura se convirtiera en una pasión que la fue llevando a conocer a muchos autores, tanto clásicos, como contemporáneos; estos últimos, sus preferidos.
Al convertirse en escritora tuvo claro que sería novelista. Confesó que para trabajar en este su primer texto – de 600 páginas- tuvo que dejar de leer para que todo lo que quería plasmar fluyera libremente.
“Cuando era niña leía mucho cuento del Fondo de Cultura Económica y llegué también a leer a Julio Verne. Mis primeras lecturas fueron cuentos, aunque ahora por el cuento y la poesía no tengo mucha pasión, lo que me encanta es la novela, punto. No ficción, ni poesía, ni cuento.
“Pero conforme ya voy madurando un poco más como lectora, tuve una pausa como de unos dos años, porque tenía como que mucho ruido a mi alrededor que no me dejaba concentrarme ni para leer, y entonces me topo con un libro que me marcó totalmente, ‘The Catcher in the Rye’, de J. D. Salinger, y a partir de ahí fue todo este reencuentro con la literatura”, relató.
Mencionó que no tiene una fijación por los clásicos que son alabados, pero sí una debilidad por los autores contemporáneos, pues considera que es la forma de estar conectada con su entorno.
Admitió que la lectura es fundamental para cualquier aspirante a escritor, pues entre otras cosas enriquece su vocabulario al punto de que su narrativa sea impecable.
“La lectura te da tanto lenguaje, porque existe una palabra y supuestamente esa palabra tiene muchos sinónimos que se pueden usar de igual manera pero no es cierto, porque mientras lees conoces más palabras, y mientras tengas más amplio tu repertorio, te vas a poder expresar de la manera más fiel”, apuntó la novel escritora.
Indicó que así como el lenguaje se enriquece leyendo, otro aspecto importante que aportar mucho a quien está trabajando en una novela es viajar , pues la historia sería ilimitada en cuanto a escenarios.
“Sí he viajado por cuestiones de estudios. En la mayoría de lugares de los que hablo en la novela sí estuve ahí, de hecho sí hay una necesidad de conocer para poder describir.
“Viajar también es una de mis pasiones, porque te educa y aprendes demasiado. No solamente a nivel cultural, sino como ser humano, porque a final te das cuenta que aparentemente hay muchas cosas que nos separan en cuanto a costumbres e ideologías, pero en realidad todos tenemos básicamente la misma naturaleza”, aseveró.
LECTOR ACOMPAÑADO
De su cabeza surgieron Roberto, Camilo y “Semi”, un personaje clave que fue concebido para ser un acompañante o guía del lector, y aseguró que todos estos personajes son producto de su imaginación, sin basarse en amigos, familiares o conocidos.
“Todos los personajes son una colección de imágenes de hechos que ves, cercanos, lejanos de todo, que vas presenciando a lo largo de una vida que se termina concretando en eso, en la construcción de estos personajes.
“No es ninguna referencia directa, es un conjunto de ideas que se busca plasmar y se arrojan ahí ”, aclaró .
Roberto y Camilo son personajes muy definidos, pero “Semi”, en palabras de Gisela, es un “Semi-Dios” cuya misión es “acompañar” al lector en esta travesía literaria.
“La intención de ‘Semi’ en la construcción del personaje en su totalidad, a final de cuentas es crear una conexión tan fuerte con el lector, que el lector se sienta acompañado, se sienta guiado, se sienta tranquilo”, señaló.
Cuando Gisela Leal terminó el último capítulo de “El Club de los Abandonados”, el ruido que la atormentaba cesó y su perspectiva ante muchos cuestionamientos se amplió.
“El proceso en el que lo fui escribiendo, fue el mismo proceso que yo llevé como evolución personal; entonces como que al terminarlo fue como que : ah, ya entiendo. Me es más claro ver el panorama que nos rodea, me es más claro ver el entorno, las razones, las causas ; más que nada fue como una dinámica personal para explicarme cosas”, reflexionó.