
Cuando él y su madre partieron de Europa en pos de un mejor porvenir en América Latina, Pedro Friedeberg no imaginaba lo que el destino le tenía deparado al llegar a México.
El pintor cuyo verdadero nombre es Pietro Enrico Hoffman Landsberg, nació en Florencia, Italia el 11 de enero de 1936. Actualmente tiene 76 años y una gran historia que contar.
Friedeberg supo aprovechar al máximo todas las experiencias que le tocó vivir y a juzgar por sus recuerdos, su existencia estuvo llena de sucesos extraordinarios.
No en balde, el libro que vino a presentar a la segunda edición de la Feria del Libro UANLeer se titula “De Vacaciones por la Vida, Memorias no autorizadas del pintor Pedro Friedeberg relatadas a José Cervantes ”, en el que se revelan aspectos tanto de su vida personal como artística que sobrepasan lo cotidiano para convertirse en relatos extraordinarios, dignos de compartir.
Friederberg llegó acompañado de su editora Déborah Holtz (Trilce Ediciones), el galerista y promotor cultural Jorge García Murillo y el escritor Jorge F. Hernández, el pasado sábado 26 de mayo, día que arrancó la feria universitaria del libro.
García Murillo inició su participación calificando el libro como un excelente ejemplar y luego se concentró en el contenido: la presentación de René Solís y la recomendación de algunos pasajes de esta interesante e increíble biografía que celebra todas las facetas de Pedro Friedeberg.
El pintor tuvo una niñez difícil de olvidar, pues de pequeño tuvo que dejar Italia, su tierra natal, porque en tiempos de guerra su madre debía regresar forzosamente a Alemania para obtener recursos suficientes y así poder viajar a México, donde le esperarían toda clase de aventuras.
“Cuando uno empieza a leerlo, empieza la gran diversión, conforme lo leía se me fue revelando un espíritu travieso”, expresó García Murillo.
El galerista destacó el capítulo 16 titulado “Estricta disciplina prusiana”, en el que recuerda cuando estaba en un grupo de “boy scouts”, liderado por Juan Luis Buñuel – hijo del cineasta Luis Buñuel – , pero ahí mismo señala que antes estuvo en otro grupo conocido como “scouts mexicanos”, quienes visitaron Monterrey con motivo de una reunión internacional de esta organización.
“Tardamos 36 horas en llegar, en un tren de tercera clase en el que imperaba una espléndida mugre. En Monterrey, donde hacía un calor tremebundo, pernoctamos sobre el piso de una escuela.
“Como parte de las actividades, nos llevaron a las instalaciones de la Vidriera Monterrey y a la Fundidora, que estaba en su apogeo. Pero a mí en ese entonces, como ahora, Monterrey me pareció un infierno de vaqueros dedicados perpetuamente a la industria: De regios no tienen absolutamente nada”, refirió.
García Murillo dijo que aunque los episodios de la infancia y adolescencia de Friedeberg le resultaron fascinantes, sus vivencias como artista son sumamente interesantes.
Por su parte, Déborah Holtz afirmó que desde que vio un cuadro de Pedro en los muros de la casa de la coleccionista Lorenza Azcárraga, se quedó como hipnotizada y luego se dio a la tarea de investigar sobre la obra de este pintor tan peculiar.
Añadió que Friedeberg, además de haber pertenecido al “grupo de los hartos” y quien detesta que se le relacione con su mano-silla (el arte objeto más emblemático de sus creaciones ) es un hombre fuera de serie.
“No existe un personaje como Pedro en la historia de este país.
“De hecho, (Carlos) Monsiváis decía que el único erudito que conocía en México era Pedro Friedeberg. Es una erudición irónica, es una burla del todo frente al todo de una manera deliciosa”, afirmó Holtz.
Y el pintor, quien sólo escuchaba lo que se decía de él, sonreía. Al momento de tomar el micrófono compartió una anécdota de una querida amiga, la extinta Leonora Carrington.
“Leonora Carrington se embarraba los zapatos de mostaza, entraba al mejor hotel de Londres, decía que había pisado caca de perro y la echaban para afuera. O se subía a un camión de dos pisos y gritaba: libertad para los chinos de Sudáfrica y nadie la entendía”, recordó el artista.
Posteriormente hizo un comentario sobre Monterrey, ciudad a la que desea que actualmente “no sea tan cuadrada.
“Monterrey tiene la ventaja de estar rodeada de estas montañas totalmente locas. Los regiomontanos con sólo pararse en la calle y ver las formas de estas montañas tan locas, ya deberían tener suficiente para vivir un día especial y feliz”, manifestó el maestro Friedeberg.