IPIALES, Colombia.- “ ¿Aquí es obligatorio ponerse el cinto?”, le pregunto al taxista James (así como se escribe). “No”, responde, “aquí nosotros somos muy relajados”.
James Estupiñán tiene más de 30 años de llevar a los turistas al Santuario de Las Lajas, que se ubica el cañón del río Guáitara, dentro del municipio de Ipiales, Nariño, Colombia, a unos 10 kilómetros de la frontera con Ecuador.
Mientras James inicia el recorrido, quien está en el asiento del copiloto disfruta del paisaje: llanuras verdes de diferentes tonalidades. Casas y animales se aparecen de pronto como en los escenarios favoritos de los pintores.
El taxista quiere saber de qué país es originaria la pasajera-reportera . Cuando se entera que es procedente de México, el tema surge inevitable: narcotráfico. Entonces comparte:
“Aquí hemos vivido la inseguridad, la zozobra de la guerrilla, los atracos, tanta vaina que se vive aquí en Colombia, pero en sí, se vive en una tranquilidad tremenda. Yo vivo tranquilo y en mi trabajo no me ha pasado nada, sólo dos atracos en 35 años, en realidad no es nada” .
Al cuestionarle si el dinero que gana le es suficiente para solventar sus gastos, aclaró que siempre tiene que hacer ajustes para que le rindan más los pesos -colombianos – que percibe a la semana.
“Uno tiene que esforzarse un poquito más, porque siempre es como duro”, dice mientras en la radio suena “Directo al corazón” en la voz del cantante mexicano Luis Miguel.
Sobre la situación actual de su país respecto al conflicto interno entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el gobierno, el ipialeño dijo que aún con las negociaciones para el cece al fuego, todavía no se ha llegado a un acuerdo en su totalidad.
“Ahorita, con este presidente (Juan Manuel Santos) que se sentó, ahora estamos mal, porque se le está metiendo otra vez la guerrilla. Ya están volviendo, a pesar de que dicen que va a haber un pacto de paz, pero no le veo yo nada de eso”.
NUEVOS BROTES DE COCA
Con el mismo semblante ecuánime que mantuvo durante todo el trayecto, el chofer recordó cuando hace varios años, en pleno conflicto armado, no sólo transportaba gente dentro de su vehículo.
“Yo viví en Puerto Asís, Putumayo, donde sale la droga más brava. Allá vivíamos de un río a otro río, porque en un lado estaban los paracos (paramilitares) y en otro lado estaba la guerrilla y no sabíamos a qué atenernos.
“De allá me mandaban que sacara droga y la metía al carro; y es que el cultivo de la coca en el tiempo que no la erradicaban era como por decir que sembraban papa o alverja (chícharo) y yo salía a recoger la droga que me tocaba, camuflajearla en el vehículo que conducía y llevarla al pueblo”, relató con naturalidad.
Y es que James como muchos de sus compatriotas, participaron en el gran engranaje de la industria en que se convirtió la comercialización de la planta de coca, que iniciaba desde su cultivo, transportación, procesamiento, distribución, etcétera.
“O sea que en un tiempo atrás la coca se cultivaba así nomás… hoy ya no se puede porque la erradicaron bastante, pero como quiera hay droga. Recién nomás en estos días cogieron ahí en el puente (Rumichaca) como 50 kilos” , señaló.
MILAGRO DE DIOS
EN EL ABISMO
James se detiene en un mirador. No puede ocultar el orgullo en su rostro, pues se nota que le complace enormemente mostrar el tesoro más preciado de su tierra: El Santuario de Nuestra Señora de Las Lajas.
“Desde aquí se ve el Santuario”, dice al señalar el templo que se vislumbra pequeño, enterrado en la zona del cañón del río Guáitara, envuelto en el tapiz verde que embelesa y que invita a contemplar con éxtasis el lienzo natural.
“Aquí viene gente de todos lados: australianos, holandeses, europeos en general, bueno, de todos lados y la mayoría viene al Santuario, es el centro turístico más visitado aquí en Ipiales”, destacó el taxista.
“Aquí es”, dijo James al estacionar el auto. Como en todos los parajes turísticos, los puestos de artesanías y souvenirs abundan. Al bajar en dirección del santuario, tanto peregrinos, turistas o fieles que van a misa todos los domingos, tienen la opción de hacer una pausa para realizar una compra, o detenerse para admirar la maravilla arquitectónica que se percibe ya a unos cuantos metros.
Antes de llegar al edificio de estilo neogótico, hay que bajar un tramo largo de escalones, pero la cascada que fluye a un costado llama a los visitantes, el suave sonido del agua corriendo es el complemento perfecto para este sitio en donde reina la paz y la tranquilidad.
Un letrero instalado frente al templo anuncia el proyecto de un teleférico que tendrá un total de 12 cabinas cerradas panorámicas de 6 pasajeros cada una. La ruta comprenderá tres estaciones: Mirador, punto Intermedio y la llegada al Santuario de Nuestra Señora de las Lajas.
“Dicen que el teleférico estará listo para el año que entra”, apuntó el también guía de turistas.
DIFERENCIAS FRONTERIZAS
Como en todas las fronteras, como en el caso de Ipiales, que es ciudad fronteriza con Tulcán, Ecuador, existen lazos afectivos, pero también surgen diferencias o ciertas rivalidades. James tiene una teoría al respecto:
“El problema no es la rivalidad, el problema es que Colombia tiene su mala fama ¿no? su mala fama tanto en mujeres como hombres ¿cierto? A la mujer se le tacha de prostituta y al hombre con todo lo que tiene que ver con el sicariato. Lamentablemente es una realidad nuestra”, explica con cierta resignación.
Sin embargo, su testimonio, su actitud y su buena disposición, al igual que la belleza de este lugar, han dejado una buena impresión a la pasajera mexicana, cuyas únicas referencias que tenía de Colombia eran a través de titulares en la prensa internacional, libros y telenovelas.