
Reduciendo su mundo a un pequeño y sombrío cuarto de cuatro por cuatro metros, “Erika”, no lograba salir de la depresión, miedo, ansiedad y apatía a la vida.
A pesar de contar con 26 años y encontrarse en una de las mejores etapas de su vida, no conseguía apreciar nada de lo que tenía a su alrededor: una familia, casa, dinero y vida.
Después de dar a luz a su segunda hija, y cuando se suponía todo que debía de ser alegría, comenzaron a invadirla una serie de perturbaciones.
“Tenía a mis dos hijas, el amor de mi esposo, acabamos de comprar una casa y todo marchaba bien, sin embargo me sentía muy depresiva, confundida, inadaptada. Llegué al grado de que no podía atender a mi hija, ni darle medicamentos mucho menos cuidarla. Incluso en mi persona dejé de comer, de arreglarme hasta de asearme”, narró.
“Erika” no compartía con nadie sus problemas y cada vez su situación se tornaba más anormal, a todo le temía, nada le agradaba ni motivaba y aunque llegó a pensar que se trataba de la depresión post parto, era algo superior lo que invadía su ser.
“Me enfermaba constantemente, no quería que nos diera el sol, el frío, aire, cualquier cosa pensaba que nos iba a enfermar. Comencé hacer mi mundo tan pequeño que ni siquiera en la casa podía hacer mis actividades normales. No salía de mi cuarto porque a todo le tenía miedo”, dijo la joven originaria de la Ciudad de México.
Y añadió: “Me imaginaba muchas cosas en mi mente, por ejemplo que mis hijas se iban a morir, no quería salir a la calle porque pensaba que nos iba hacer daño, no podía estar con muchas personas porque me ponía muy nerviosa”.
Compartió que estuvo a punto de ir con un psiquiatra para que le prescribiera medicamentos controlados, ya que su angustia interna era tan fuerte pero no sabía como sacarla o controlarla.
“Me daba miedo tomar medicamentos antidepresivos o ansiolíticos que recetan los doctores. Estaba consciente de que tenía algo, incluso intentaba tomar cursos, leer libros de superación, asistía a conferencias, entre otras cosas porque sabía que tenía algo anormal en mí pero no descubría que era”, señaló.
Una noche su bebé se enfermó y detonó todos sus sentimientos reprimidos. “Erika” pasó toda la noche llorando pensado que su hija se iba a morir. La variación en sus estados de ánimo que eran poco normales en respuesta a esa situación, por lo que su esposo la motivó a buscar ayuda.
Días más tarde en la radio escuchó el programa de una psicóloga que entrevistaba a un integrante del grupo de Neuróticos Anónimos de la Ciudad de México, que en esa ocasión emitía su mensaje a través de testimonios.
“En realidad lo que él habló no tenía nada que ver con mi problema, pero platicó de sus miedos, que se sentía perseguido, que tenía pavor salir e interactuar con los demás. A mí me pasaba lo mismo cuando estaba con muchas personas, por lo que al escucharlo me sentí identificada”, relató.
En ese momento llamó tanto su atención el relato que escuchaba que decidió anotar los teléfonos del grupo y la ubicación, que casualmente estaba cerca del lugar que habitaba en la capital del país.
“Hablé a Neuróticos Anónimos, inmediatamente me invitaron y ofrecieron ayuda. Sin embargo, esperé dos meses para asistir, más que nada por la idea de no aceptar que tenía un problema.
“Te defiendes porque es difícil aceptarlo, consideras que puedes tu solo pero no es cierto. Intentaba maquillar mi tristeza comprando cosas pensando que se me iba a quitar pero más me hundía porque terminaba gastándome el dinero y lo que adquiría solamente lo guardaba o tiraba porque no lo necesitaba”, dijo.
Antes de unirse a Neuróticos Anónimos fue diagnostica como maniaco depresiva, término que la aterró pero reconoció los síntomas los tenía mediante episodios de mucha euforia y tristeza, de un instante a otro.
La joven, en ese entonces de 26 años, sentía que sus posibilidades de vida se acababan, “ya no veía la puerta y me decidí; mi esposo me apoyó y acudí a la primera junta”.
“Llegué en la depresión total sin asearme con la misma ropa de muchos días, no podía conmigo misma, sin embargo comencé a escuchar el relato de dos compañeros y pensé: ‘alguien les dijo todo lo que me sucede, me están espiando o que les habían contado como me sentía’.
“Su historia era muy parecida a la mía. Inmediatamente me identifiqué en su totalidad con lo que relataban. Recuerdo muy bien que uno de ellos dijo que tenía pavor salir a la calle porque sentía que lo perseguían y otra mencionó que su hija tenía reflujo por lo que temía se fuera a morir, y yo pensaba igual”, expresó.
Inicialmente, “Erika”, no tenía fe en los grupos de autoayuda a pesar de que había asistido algunas conferencias, creía que solamente en los especialistas podía “curar” a las personas, pero al llegar a Neuróticos Anónimos cambió su panorama.
“En el primer día que asistí reconocí que era neurótica, después de contestar un cuestionario y porque tenía todos los síntomas, fue tan sencillo sin que un psicólogo o psiquiatra me diagnosticará. Definitivamente en dos horas cambió mi escenario porque me ayudaron a quitarme la venda de los ojos y me mostraron su apoyo”, señaló.
A partir de ese día, la joven madre fue constante al asistir a las juntas y terapias de reflejo, no obstante le costó mucho trabajo aceptarse totalmente como neurótica.
Recordó que en la primera semana de asistir a las juntas comenzó a ver a sus hijas bonitas y sanas, poco a poco disfrutó su casa, a su marido, es decir, aprendió a apreciar todo lo que tenía alrededor y prácticamente le abrieron los ojos a una nueva vida.
“Dicen que esta enfermedad no se ve solamente se siente y en el grupo te expresas y compartes, todo lo que no le decía a mi madre, esposo, familia o amigos lo decía en el grupo. La terapia dura dos horas y escuchas a los demás, obviamente todo lo que ahí se expone se queda en ese lugar, por eso somos anónimos”, expresó.
Después de dos años de acudir de forma regular al grupo, a su esposo lo transfieren a trabajar en Ciudad Juárez, lo que afectó a “Erika” porque de nuevo regresaron sus temores.
“Tenía muchas turbaciones no quería irme a Chihuahua por temor a que sucediera algo pero el grupo me ayudaron a entender que no pasaba nada y ahí también había un grupo de autoayuda”, comentó.
Al llegar al lugar buscó al grupo de Neuróticos Anónimos, quienes le brindaron apoyo para adaptarse y continuar con sus sesiones, además de integrarse para buscar ayudar a más personas con los mismos problemas.
Años más tarde se terminó el contrato de su marido en aquella frontera y llegaron a Reynosa, cuando se padecía la situación más crítica de inseguridad, lo que también le provocó gran incertidumbre.
“No puedo negarlo tenía miedo de salir por la situación de inseguridad pero poco a poco lo fuimos superando, sin dejar de tomar medidas preventivas”, dijo.
Reconoció que en esta ciudad le costó más trabajo adaptarse y seguir con su recuperación porque no existía un grupo y se encontraba sola para formarlo, sin embargo también se convirtió en una motivación para ella.
“No conocía a personas que padecieran lo mismo pero sabía que existía quien tuviera el mismo problema, por eso nació la idea de formar un grupo de ‘Neuróticos Anónimos’ en Reynosa para apoyar a los demás y a nosotros mismos”, comentó.
Tras diez años de terapias, la vida de “Erika” se estabilizó totalmente, a pesar de que la neurosis no se quita solamente se controla. Sin embargo el mantenerse en el grupo le ha brindado la fortaleza necesaria para afrontar su enfermedad.
“Antes pensaba que si todos cambiaban yo iba a esta bien, lo cual es muy complicado, pero no me adaptaba. A todo le tenía miedo, apatía, no quería vivir, ahora me gusta más esta etapa que la que llevaba. Aunque sigo siendo muy tímida disfruto cada momento de mi vida y a mi familia”, indicó.
UNA LUZ EN EL CAMINO
Después de llevar una vida llena de conflictos y peleas, “Luz”, con 30 años dentro del grupo Neuróticos Anónimos, asegura que las terapias le regresaron las ganas de vivir.
“Por medio de una compañera de trabajo supe de su existencia. Al principio la palabra neurótica me asustó porque pensaba que se trataba de una persona loca o desquiciada. Incluso cuando acudí a la primera reunión ni siquiera entendía de lo que hablaban pero me generaron confianza y seguí asistiendo”, mencionó.
Compartió que era una persona llena de miedos y angustia, con problemas matrimoniales en ese entonces que provocaban violencia intrafamiliar.
En Acapulco, Guerrero creció, se casó y formó una familia, sin embargo su vida matrimonial iba en caída, ya que comenzaron los complicaciones con su esposo por su alcoholismo.
“Tenía muchos problemas con mi esposo porque él era alcohólico. Peleábamos mucho y mis hijos se asustaban por los pleitos, además yo le pagaba a mis hijos. Estaba tan afectada que no sabía como solucionarlo para tener estabilidad y acabar con la violencia. A eso se le sumaron problemas de salud como las migrañas y el insomnio, depresión, entre otras”, relató.
“Luz” comenzó a asistir de forma regular a las juntas del grupo y al convivir con sus compañeros la convencieron de encontrar la tranquilidad mediante el programa de Neuróticos Anónimos.
“Cada día me sentía más identificada todo lo que exponían en el grupo. Les hice caso de asistir regularmente y mi vida comenzó a cambiar totalmente, dejé de padecer los dolores de cabeza y a veía las dificultades desde otra perspectiva. Realmente fue cuando comencé a tener confianza”, recordó.
Al tiempo se separó de su marido y se quedó con sus hijos, pero continuó yendo al grupo, con la finalidad de sobre llevar su nueva vida y responsabilidad con su familia.
“Trabajaba e intentaba atender a mis hijos. Comencé a ver cambios significativos en mí. Fue como una luz que se abrió en el camino para aceptar que tenía problemas y que necesitaba ayuda para resolverlos”, comentó.
“Luz” asegura que en el grupo le brindaron las herramientas y la fueron guiando para encausar sus acciones negativas a positivas, con lo que logró conocer la tranquilidad y cambiar su actitud.
Con 30 años dentro de Neuróticos Anónimos asegura que pudo recuperar su vida y modificarla, por lo que ahora su objetivo es ayudar a más personas, que como ella sufren esta enfermedad.
“Siento que puedo seguir viviendo y hacerme cargo de mis responsabilidades, además ayudar a otras personas. Me preguntan que después de tanto tiempo que tengo en el grupo porque no me voy pero pienso que debo de esperar a los que van llegando para enseñarles el mismo camino.
“Tenemos que dar lo que a nosotros nos dieron porque a mí me regresaron la vida sino ya estaría muerta, en un centro psiquiátrico o medicada. Obviamente no podría disfrutar de mis hijos menos de mis nietos”, dijo.
A sus 65 años, reconoce que es neurótica y que necesita continuar en el grupo para ayudar a más personas a tomar el control de sus vidas.
“Siento que ahora tengo la alegría de vivir, antes odiaba todo a mi alrededor, las personas, fiestas, incluso amanecer un día más, tener trabajo y familia. Ahí aprendí que tener actividades laborales es una forma de vida para mantenerme económicamente. Además comencé a tener tranquilidad y a vivir sin pleitos, ya no discuto sino trato de comprender los estados emocionales de la gente”, detalló.
Meses atrás llegó a radicar en Reynosa y contactó a “Erika”, por lo que nació la iniciativa de formar un grupo de Neuróticos Anónimos para ayudar a los demás que desconocen que padecen esta enfermedad.
“Cuando conozco a personas que requieren de mi ayuda siento que al apoyarlos me regresan esa sangre renovadora. Llegué a obscuras de lo que significa padecer la neurosis. El grupo es como una escuela donde nos enseñan a comprender la vida y ayudar a los demás”, señaló.
Consideró que la neurosis no se quita se va controlando a través de un programa de recuperación de doce pasos y doce tradiciones como lo marca el programa.
“Ahora estoy entusiasmada por iniciar en Reynosa este grupo para apoyar a las personas que lo requieran. No todos se quedan porque algunos creen que pierden su tiempo o que van a escuchar solamente problemas a parte de los que ya tienen, pero cuando conocen del grupo saben que les ayuda a expulsar todo lo negativo que llega a acumularse y logran recibir un espíritu nuevo y asi controlar su enfermedad”, mencionó. v