Pobres Criaturas es una comedia de tono surrealista intenso, que resulta complicado describir.
Lo que es seguro es que brilla por su originalidad, pues no se le parece a nada, y alcanza momentos sublimes por su anécdota truculenta y escandalosa, y un casting de interpretaciones magníficas, en el que las motivaciones de los personajes caricaturescos orbitan en torno al sexo.
Bella (Emma Stone) es como una recién nacida en un cuerpo de mujer hermosa. Su pasado es un misterio.
Su padre God (Willem Dafoe), es un médico extravagante la ha regresado de la muerte. De aspecto grotesco, con rostro deformado por crueles traumas infantiles, la ha convertido en experimento quirúrgico exitoso y la quiere reintegrar a la vida social, aunque la mantiene aislada.
Cuando Bella descubre los goces de su sensualidad quiere liberarse y conocer más.
Sin ataduras morales, sale a la calle, acompañada por su casanova amante Duncan (Mark Ruffalo), que la quiere como objeto de placer, aunque no sospecha que será transformado, igual que todas las personas que la conocen.
Con producción de la misma Stone, el director Yorgos Lanthimos alcanza momentos sublimes con esta producción de temática retorcida, que vibra densa e intimidante, con la exquisita banda sonora de Jeskin Fendrix, con extrañas armonías de cuerdas y vientos, que evocan una atmósfera demencial.
Hay que aplaudir el atrevimiento del genio griego, por esta propuesta visualmente tiene un arte soberbio que puede recordar las producciones de Terry Gilliam, con algo de imaginería y visualización de Jeunet y Caro y Peter Greenaway, así como retorcidas peripecias de perversión y lujuria de David Lynch. Por ahí se aprecia un encuadre que parece una pintura infernal de El Bosco.
Como la hada virginal y encantadora de un cuento, Bella va recorriendo el mundo, mientras descubre las maravillas del placer. Primero lo obtiene del libertino Duncan, que la posee una y otra vez ante el entusiasmo por momentos cómicos que demuestra cabalgando hasta el éxtasis.
Buscando variedad, a causa de su inocencia y su natural curiosidad, comienza a regalar amor de forma diversa, para obtener delicias del cuerpo, sin reparar que hombres y mujeres se aprovechan de su hermosura, y su propensión desinhibida de buscar encuentros de intimidad.
Basado en la novela homónima de Alasdair Gray, el guionista Tony McNamara crea una historia que bien podría ser un relato del Marqués de Sade, en el que la chica deliciosamente cándida es la prenda que todos desean y que algunos obtienen sin merecerla, solo porque ella carece de filtros selectivos.
No lo sabe, pero se ha convertido en una libertina que escapa de las convenciones sociales. Ha decidido romper el cascarón que la protege dentro del castillo de God, el facultativo que la ha formado, convertido en una especie de Víctor Frankenstein aunque, paradójicamente, carente por completo de pulsaciones eróticas.
En ese recorrido que emprende con transparencia y honestidad, la chica toma control de su sexualidad. Como aportación feminista, finalmente ha llegado al punto en el que puede tomar decisiones y entender qué es lo que hace, aunque sin renunciar a sus prácticas recurrentes y voluntarias que la llevan al comercio carnal donde, paradójicamente, obtiene su mayor crecimiento personal.
Manteniéndose, permanentemente, en los lindes de la cordura, Bella hace un viaje circular en tiempo y espacio para interpretarse y entender sus impulsos primitivos, que la llevaron a una larga travesía de revelaciones interiores que terminan por convertirla en una persona más sabia. Por licencia argumental, milagrosamente llega a entender que la vida se aprende no solo por los momentos gratos, si no, también, por experiencias amargas.
Lanthimos había demostrado su exuberante imaginación sin paralelos en La Favorita y La Langosta. Pero esta vez se supera.
Pobres Criaturas es una obra maestra por su manejo de la realidad alterna, en un tema universal como es el del manejo de la propia sexualidad, que Emma Stone aborda con alegría y desparpajo.
@LucianoCampos G