
Joao “Pirata” Quiroz es un diseñador gráfico/músico/cocinero cuya verdadera pasión es la pintura. Tras unos años de recorrer los caminos de Europa, ha regresado a su querido Monterrey.
Estar quieto no es una de las cualidades de Joao “Pirata” Quiroz. Desde la primera vez que vio al mundo, hace 37 años, su vida ha sido un constante recorrido pues, aunque nació en Saltillo, su acta de nacimiento está registrada en Zacatecas.
Esta circunstancia que pareciera haber marcado el rumbo de su vida, se debió que es el hijo de una enfermera y un conductor de ambulancia quienes, por su labor, debían de cambiar de residencia y terminaron en un pueblo de mineros llamado Nochebuena, Zacatecas, hoy desparecido.
De su infancia recuerda algunas cosas: la pobreza de la región, el fervor religioso y su gusto por el dibujo.
Y aunque sus primeros trazos fueron los de Robocop y las Tortugas Ninja, pronto se encontró fascinado con el arte sacro, que abunda en las muchos templos católicos que existen en tierras zacatecanas.
“Me impresionaba cómo la gente le tenía devoción a una imagen que finalmente era una pintura, algo que entendí hasta después. A mi me impresionaba cómo un santo o un dios podía estar en una imagen, y después entendí que lo que me maravillaba es que un pintor pudiera hacer eso”, expresó.
Su gusto por los trazos lo llevaron tener su primer exposición a los 18 años, cuando la Universidad Autónoma de Nuevo León aceptó editar los cuentos de algunos alumnos de la Preparatoria 1, y Quiroz fue el encargado de realizar las ilustraciones.
Desde entonces su inquietud lo dirigió a estudiar Diseño Gráfico, tocar la guitarra en algunas agrupaciones de blues y hasta dedicarse a la cocina, para finalmente terminar muy cerca del periodismo y la frontera con los Estados Unidos, laborando como diseñador editorial para El Mañana de Nuevo Laredo.
Ese contacto con las historias que a diario se cuentan en los periódicos le fue formando una sensibilidad que cambió la forma en la que plasmaba su inspiración en un lienzo.
“El acercamiento con el periodismo hace que te nazca la curiosidad, estar investigando cosas. A mi el periodismo me ha marcado mucho, es una influencia fuerte.
“Los primeros años pintaba muchos demonios, muchos monstruos, calaveras, una cosa muy oscura, y luego me fui al surrealismo, pero luego hace dos años me fui a Italia y estuve investigando sobre el arte sacro, el Renacentismo y me clavé en eso”, precisó.
PINTAR LA NUEVA CIUDAD
Tras su regreso de Italia, Quiroz se dió cuenta que el Monterrey que había dejado ya no era el mismo al que lo recibió tras sus constante andar.
Fue por ello que decidió iniciar un proyecto con el que pretende retratar ese nuevo rostro de la capital de Nuevo León, donde aunque existen paisajes harto conocidos como el Cerro de la Silla y el Obispado, también hay nuevos escenarios en el horizonte como la Torre Administrativa, el Parque Fundidora y hasta el Pabellón M.
Sin embargo, la visión la que está plasmando de este nuevo escenario regiomontano está muy lejos del trabajo de los clásicos paisajistas que han pintado en tantas ocasiones la ciudad y sus alrededores.
“Más que cualquier otra cosa podría ser un pintor impresionista, creo que es con esa visión como estoy pintando la ciudad. Todo mi trabajo es óleo con espátula y ya desde ahí te da una textura diferente, hacerlo te da un resultado muy fuerte, muy visceral y rompes con todo.
“Me gusta mucho el tenebrismo, el alto contraste y los colores vibrantes, y eso se presta muy bien al paisaje urbano”, expresó.
Quiroz indicó que al hacer este proyecto se ha dado cuenta de que está plasmando el nuevo rostro de Monterrey, que ya no es el mismo que han pintado durante tantos años los paisajistas tradicionales.
“Es como ir dejando registro de cómo cambia la ciudad ¿por qué tenerle miedo a la modernidad? ¿por qué tenerle miedo a pintar el edificio nuevo que está bien bonito o tenerle miedo a pintar un coche deportivo pasando por una calle del Barrio Antiguo? No creo que sea contrario a lo que hacen los paisajistas tradicionales”, señaló.
EL ARTE DE ENSEÑAR
Su deseo por seguirse moviendo lo ha llevado a un lugar en donde nunca pensó que iba a estar: la enseñanza.
Y es que desde hace un par de años, Quiroz mantiene un taller de pintura donde ayuda a niños desde los seis años de edad hasta adultos, a encontrar su propia voz en la plástica.
Esta nueva experiencia le ha servido para enriquecer su técnica personal, pues se ha encontrado junto a sus alumnos resolviendo la forma en la que desean plasmar una idea en un lienzo.
Al mismo tiempo, esta nueva etapa de su carrera lo impulsó para sacarle el mayor provecho posible a las redes sociales, una vía que, ha encontrado, sirve para democratizar el arte.
Esto es porque ahora los creadores ya no necesitan someterse a los caprichos y reglas de verdades mafias del arte, dueñas del dinero, las galerías y la difusión de la obra pictórica.
Hoy, gracias a Facebook e Instagram (donde lo pueden encontrar como @joaoquiroz) su obra puede verse en todos los rincones del mundo y ha podido tener contacto con pintores de otros países que nunca se imaginó iba a poder visitar.
Además de su clase de pintura (los interesados pueden pedir informes al teléfono 811-564-5112), Quiroz está participando en un par de exposiciones colectivas: una en el Centro Cultural Barrio Antiguo y otras más en el Centro Cultural Gargantúas, además de que está en el proceso de preparar un nuevo proyecto en solitario.
Puede sonar como mucho, sin embargo al final Quiroz no es alguien que sepa quedarse quieto.