
por IRMA IDALIA CERDA
A casi un mes de haberse inaugurado la Sala Marfiles en el Museo de Historia Mexicana, ha despertado interés entre los visitantes al recinto quienes se toman un poco más de tiempo para apreciar las valiosas piezas que entregó en comodato la coleccionista Lydia Sada de González .
Eliseo Garza, director de los 3 Museos, destacó que la importancia de un museo radica en el acervo de las colecciones que muestra a sus públicos y consideró que un 40 por ciento de las adquisiciones que enriquecen este complejo museístico, corresponden a las donaciones o comodatos de parte de coleccionistas privados o públicos.
“A lo largo de casi 17 años, desde que el Museo de Historia Mexicana abrió sus puertas en 1994, el acervo de 3 Museos es de casi 12 mil objetos de carácter artístico e histórico, lo cual se ha logrado a través de adquisiciones y donaciones .
“De esta manera podemos afirmar que el 60 por ciento de esta colección , es decir, más de 7 mil objetos son considerados propiedad del patrimonio del pueblo de Nuevo León, mientras que el 40 por ciento restante lo integran valiosos objetos que nos han sido depositados para su resguardo y exhibición a través de comodatos, como en el caso de esta colección de marfiles”, señaló.
Al ingresar a la sala donde solamente pueden acceder máximo 40 personas -condición que se requiere para mantener la temperatura ideal de esta nueva sección del museo- llama la atención la cantidad de vírgenes, niños Dios, arcángeles y otras figuras religiosas.
La colección que reúne más de 200 piezas que fueron talladas en las colonias españolas y portuguesas en Asia y África respectivamente, y llegaron a Nueva España a través de los galeones que de Manila, Filipinas traían toda clase de objetos exóticos y lujosos.
ESTATUILLAS DE MARFIL
La Sala Marfiles contiene muestras representativas de dos escuelas que dominaban el arte de la eboraria: Hispanofilipina y la Lusoindia, y de ésta a su vez se desprenden: La Indoportuguesa y la Cingaloportuguesa.
De acuerdo a información proporcionada por Gabriela Sánchez, investigadora del Museo de Historia Mexicana, las esculturas presentadas en esta sala son una selecta muestra de obras en marfil del arte desarrollado en estas provincias ultramarinas orientales de España y Portugal durante los siglos XVI al XIX.
Debido a la evangelización que hicieron los misioneros españoles mediante estampas religiosas, los escultores chinos que ya practicaban la talla de marfil, se basaron en las imágenes impresas y las adaptaron a una estética oriental.
Específicamente la escuela Hispanofilipina se caracteriza en que los rostros de vírgenes, cristos crucificados y niños Jesús, son planos, redondos, con frente amplia y ojos rasgados.
En tanto, la riqueza iconográfica del arte lusoindio ofrece una variedad de temas marianos apenas cultivados en el arte hispanofilipino.
De las variantes de la eboraria lusoindia, surge la escuela indoportuguesa cuyo sello distintivo se observa en los cabellos largos y quebrados en zigzag de las estatuillas; los ojos son pequeños, la boca y los párpados tienden a aparecer policromados, con una traza discreta.
Las obras realizadas con la variante cingaloportuguesa muestran los rostros en forma de finos óvalos puntiagudos con ojos en forma almendrada, que sugiere un gesto de ensoñación acentuado por narices afiladas y finas bocas.
Se aprecian en los desnudos de los cristos una extrema delgadez, así como en las figuras marianas los mantos son ondas suaves, sin mucha caída, pero los pliegues de los ropajes en general se muestran curvilíneos, siendo esta característica la que define la esencia de toda la producción cingaloportuguesa.
Cabe mencionar que para el montaje de los objetos, se respetó la distribución temática que la coleccionista elaboró cuando se encontraban en su residencia. Las más de 200 piezas están colocados en nueve vitrinas y cada ejemplar es único e irrepetible en su manufactura. v