
por IRMA IDALIA CERDA
“Ni la riqueza ni la pobreza determinan la actividad de un escritor”. Así lo afirmó Eduardo Lizalde, quien a los 12 años realizó sus primeros poemas. Casi 70 años después, su obra es reconocida por los amantes de la literatura, aun cuando el ciudadano común no está interesado en leer poesía.
El ganador del premio Ramón López Velarde leyó algunos de sus poemas que aparecen en la edición “Todo poema está empezando” (antología 1966-2007) el pasado viernes 23 de julio por la noche, invitado por la Secretaría de Extensión y Cultura de la UANL, dentro de las actividades de la Escuela de Verano.
Minutos antes en la Sala Zertuche de Colegio Civil, Lizalde sostuvo una charla con representantes de los medios de comunicación, en la que analizó y reflexionó diversos aspectos en torno a la poesía, como la vocación y perseverancia de quienes han decidido realizar esta actividad contra viento y marea.
Destacó que los grandes escritores como el propio López Velarde, fueron reconocidos después de su muerte y que la mayoría de ellos vivieron en la miseria, pues sus textos no fueron apreciados en su momento.
“López Velarde era un gran poeta a principios de siglo, uno de los 20 en México, uno de los más iluminados, notables, extraordinarios y talentosos escritores de ese periodo que nace en 1888 y muere en 1921, que ya era una celebridad cuando tenía 20 años, pero que nadie lo había leído, ni siquiera algunos de sus contemporáneos”, manifestó.
Reiteró que la obra de la mayoría de los poetas recibe reconocimientos y apoyos cuando han realizado el grueso de su obra, y no en la plenitud de su trabajo pulido por la constancia y la convicción que los hace escribir sin desistir.
“Nosotros recibimos apoyos y premios muy tardíamente. Durante décadas enteras publicamos textos tanto en prosa como en verso, como críticas, ensayos y crónicas, en revistas de circulación muy limitada.
“Hombres viejos como yo, recibimos becas y algunos apoyos institucionales cuando habíamos escrito casi toda nuestra obra. No creo que un escritor verdadero y con capacidad de creación dependa de esos apoyos. Ni la riqueza, ni la pobreza determinan la actividad de un escritor”, enfatizó el autor de “El tigre en la casa “ (1970).
“En los años 60 y 70 no había más que 3 o 4 grandes suplementos en revistas en el país y ahí publicábamos todos los escritores y éramos leídos por una pequeña comunidad. En el fondo siempre es una pequeña comunidad: la comunidad literaria”, apuntó.
CATEDRÁTICOS, BURÓCRATAS, PERIODISTAS
El también ganador del premio Xavier Villaurrutia (1970) señaló que el poco estímulo económico que reciben los creadores literarios los obliga a realizar otras actividades que les permiten llevar una vida más decorosa.
“Son muy extraños los casos de poetas y aún de escritores que han logrado vivir de la literatura. Y en casos muy excepcionales de celebridad , como por ejemplo Pablo Neruda, un personaje que se convierte en un representante de un movimiento revolucionario universal, un gran aventurero, un genio, un hombre de gran talento.
“Los poetas viven de milagro y de otras cosas. El grande poeta Alí Chumacero acostumbra a pronunciar la siguiente frase: ‘nos pagan a los escritores por no escribir, por hacer otras cosas. Vivimos de la cátedra, de la burocracia, del periodismo ocasional, de la crónica, esta es la realidad”, aseveró el intelectual nacido en la ciudad de México en 1939.
Reiteró que escribir poesía no es una labor fácil ni divertida. Además de leer a los antecesores y maestros, también es fundamental desarrollar la habilidad que se supone innata para llevar a cabo esta empresa.
“Citando a Aristóteles, el gran filósofo griego : `se puede enseñar historia en la literatura; se puede enseñar técnica, prosodia, métrica…pero hay una sola cosa que los profesores no pueden enseñar: que es el genio, el talento”, argumentó.
Sin embargo, mencionó que alcanzar el éxito, o al menos un reconocimiento nacional e internacional, es un camino que nadie sabe cómo se puede recorrer, pues hay que leer mucho, estudiar críticos y orientarse dentro de la estética general, pues de lo contrario, si un escritor no lo hace, se corre el riesgo de copiar libros del siglo anterior.
“Hay que entender por dónde va el camino de la novela, del ensayo, de la poesía o de la narrativa, pero aún cuando uno percibe cuáles son los grandes autores de su tiempo y sus mayores y encontrar un camino que no sea copiarlos, es dificilísimo.
“Una cosa es entender qué tan bueno o tan grande es un poeta, y por dónde va el camino de la literatura, y otra encontrar un camino nuevo en ese río de novedades o antigüedades que es la poesía de grandes autores y esto también se aplica en la ciencia, filosofía o historia”, indicó quien plasmó su firma en “La Zorra Enferma” (1974).
LA POESíA NO TIENE EDAD
Al cuestionársele si los jóvenes que escriben poesía en la actualidad y la publican a través de las redes sociales como blogs o Facebook, la hacen en forma comprometida o como pasatiempo, Eduardo Elizalde consideró que escribir poesía no es una cuestión de edad, sino de talento.
“No es problema de edad, es problema de talento. Pero evidentemente en una comunidad donde hay 10 mil poetas jóvenes, se pueden encontrar 200, 100 o 10 buenos.
“El cultivo de la literatura y la aventura de escribir textos, es muy importante pero hay que tener orientación. Es decir, si todo joven de talento pudiera escribir ‘La Divina Comedia’ de Dante (Alighieri) , no habría diferencia entre esta y un poema o una novela realizada por un joven de 18 o 20 años”, subrayó.
Sobre la falta de orientación y sustento al que se refiere el poeta, el sistema educativo actual en México ha contribuido negativamente para lograr un desarrollo óptimo de los futuros creadores.
“Uno de nuestros grandes problemas es el mal sistema educativo contemporáneo. Los escolares que cursan la secundaria no saben bien quiénes son nuestros grandes escritores. Leen a (Gabriel) García Márquez, a (Mario) Vargas Llosa, pero no saben quién es Juan José Arreola ; no han leído los textos de Ramón López Velarde, no han leído las grandes obras de José Vasconcelos, ese es el grande problema”, concluyó.
“Si alguien le pregunta a un joven preparatoriano cómo comienza algún poema de (José) Gorostiza, o alguno de (Xavier) Villaurrutia, o de (Salvador) Novo, no lo sabrá”, aseguró Eduardo Lizalde.