
Sus padres se divorciaron y no entendía lo que estaba pasando. Un día después de su fiesta de cinco años, se encontraba con su hermano y su padre en un avión rumbo a París, y lo que parecían unas vacaciones perfectas, fueron el inicio de un viaje sin fecha de retorno que dejó muchos recuerdos y más preguntas.
Tamara Trottner es la protagonista de la historia que narra extraordinarios eventos que ocurrieron en su infancia, pero ella decidió convertir esos recuerdos en esta novela de auto ficción a la que tituló: “Nadie nos vio partir”.
La autora va contando los hechos desde primera persona, pero se apoya en las voces del resto de los involucrados -sus familiares directos- y de esta manera arma el rompecabezas que estaba disperso en su memoria.
“La novela se fue escribiendo conforme fue sucediendo. Yo creo desde que yo la estaba viviendo se me iban guardando en algún pedazo del cuerpo todas estas imágenes, por ejemplo, cuando estábamos en Sudáfrica -que son muy fuertes- o en Israel y como que se me fue haciendo un guardadito.
“Y yo creo que los escritores nacemos escritores y vamos viendo la vida a través de historias. Entonces, a lo largo de los años fui contando la historia y así se fue armando“, reveló Trottner quien es comunicóloga con maestría en apreciación y creación literaria y doctorado en Investigación y creación literarias: área novela, ambos en Casa Lamm.
Los personajes principales de “Nadie nos vio partir” son Tamara y su hermano, quienes son secuestrados por su padre, que en la novela responde al nombre de “Leo” por vengarse de su exesposa “Valeria”, ya que esta se enamoró de su concuño “Carlos”.
“Cuando pienso en El Viaje hay dos películas. Una contada por Valeria, en esa parece África y el peligro de ser asesinados por los bóeres y un papá ausente dedicado a hacer campaña antiaparheid. En esa película, tantas veces repasada, en especial cuando estoy indefensa en un sueño, existe una maestra, novia de Leo, quien me cura el dedo sangrante del pie derecho.
“Me venda la herida, pero no logra aliviar la ausencia de la única persona que en ese momento podría haber detenido el dolor. En ese Viaje, el que me ha contado mi mamá, tratando de no contarlo para no hablar mal de mi papá, aunque de todos modos haciéndolo, está París y el tormento de Valeria cuando nos ve salir de la escuela, a escaso metros de sus manos que ansiaban abrazarnos después de unos años de lejanía”, escribe en uno de los capítulos del libro.
MISIÓN PERSONAL
Después de tantos años de traer siempre estos recuerdos consigo, Trottner decide trasladarlos al papel y de esta manera cerrar un ciclo para que las nuevas generaciones no continúen lo que podría ser una saga infinita.
Y a decir de cómo se dieron los hechos, también podría pensarse que la intención de la escritora sería sellar un pacto de paz entre su propia familia, pero ella aclara que en realidad lo que quiso fue cumplir con una misión personal.
“La verdad es que no lo vi como un pacto familiar, pero sí como una misión personal. Cuando yo decido ver a mi papá 30 años después, cuando ya ha sucedido todo lo que sucede, lo hago con una decisión propia de decir: yo ya no puedo seguir con esta guerra y sobre todo que ya tenía tres hijos y no quiero que ellos hereden el conflicto que lleva existiendo 50 años.
“En realidad no les pedí permiso; mi papá y mi mamá se enteraron que yo estaba escribiendo la novela, pero nunca pedí permiso porque en el momento de convertir las personas en personajes ya se volvieron míos, ya no eran ellos, ya no era su vida, ya es lo que decido escribir como novelista y ya me pertenece”, apuntó.
Para Tamara, escribir esta novela fue una especie de terapia, aunque al hacerlo fue descubriendo también parte de la historia de sus antepasados, judíos rusos cuyo objetivo era lograr el sueño americano, pero llegaron al puerto de Veracruz, donde superaron los obstáculos del idioma y del ambiente hostil que predominaba en suelo mexicano, ya que eran los tiempos de la Revolución.
“Los pasajeros habían escuchado hablar de la estatua de la Libertad, señuelo de los barcos que llegaban embebidos en ilusiones y miedos. A unos cuantos kilómetros de las costas de Nueva York, como centinela, se erguía la isla de Ellis. Quienes sortearan el escrutinio de los agentes estaban destinados a una vida de plenitud y opulencia, porque el suelo de Estados Unidos está pavimentado de oro.
“Pero el barco de mi abuelo y de muchos otros abuelos y abuelas que en ese momento eran casi niños nunca llegó siquiera a vislumbrar la estatua. Ellos se quedaron en la costa de un país sumido en una revolución, con pavimento de sangre y fango, no de oro. América al fin, pero una América mucho menos esplendorosa que la que habían soñado”, relata en las páginas de la novela.
MEMORIA SELECTIVA
En “Nadie nos vio partir” la realidad se mezcla con la ficción, pero la esencia de la historia permanece en los instantes que quedaron para siempre en la memoria de Tamara, pues pese a su corta edad -5 años- hay imágenes imborrables y otras confusas.
“Todo lo que escribo son vivencias que están guardadas dentro de mí como reales, sin embargo, la memoria miente y es muy selectiva, y cuando mi hermano leyó la novela me dijo: ‘esto no pasó así’, entonces le respondí: pues a ti no te habrá pasado así, pero a mí sí.
“Como no hay verdades absolutas y no sabemos realmente qué estaba sucediendo en esta realidad, todo es lo que quieras ver: todo es ficción o todo es autobiográfico, entonces por eso es autoficción, es la mezcla de las dos”, mencionó.
Sin tener plena conciencia de que su historia era algo extraordinaria, Tamara les contaba sus vivencias a sus compañeros del colegio y ahí se dio cuenta de su habilidad como narradora.
“Ahí es el primer momento en el que me doy cuenta que contar historias embelesa a la gente y es muy poderoso, y además me doy cuenta que lo sé hacer y que me gusta hacerlo.
“Siempre he sido como muy abierta, no soy una persona secretiva para nada. Además, si no digo las cosas igual se me nota; la gente sabe si estoy enojada, triste, enamorada, entonces si nunca he sabido ocultar mis emociones, pues mejor las saco y las despliego”, expresó.
Tamara Trottner es también autora de Un último pedazo de bruma (2001) y la novela Siempre las Jacarandas (2008) y está escribiendo una segunda novela completamente diferente a “Nadie nos vio partir”.