“El textil es un documento histórico que se puede leer”, afirmó Octavio Murillo Álvarez de la Cadena, curador de la exposición “Arte Textil Mexicano. Patrimonio, Memoria. Tecnología”, que se exhibe en el Museo del Noreste (MUNE) desde el pasado 10 de abril.
Los atuendos típicos de las diferentes regiones de México han sido apreciados por los visitantes desde una perspectiva diferente, ya que estos trajes y accesorios se presentan como bienes culturales patrimoniales con cualidades históricas, etnográficas, artísticas y simbólicas que contribuyen a la construcción de una sociedad abierta y tolerante de la diversidad cultural.
“Esta es una exposición que conjuga un criterio antropológico sobre los textiles de México, pero a su vez un tratamiento como obra de arte y como un patrimonio tecnológico también.
“Es la primera vez que en México se monta algo de esta naturaleza”, manifestó Octavio Murillo Álvarez de la Cadena, quien ofreció una conferencia magistral previa a la inauguración de la muestra en el Auditorio de MUNE.
Mencionó que México es un país con una gran diversidad cultural que está protagonizada por los 68 pueblos indigenas que son los descendientes de las civilizaciones prehispánicas que habitaron en esta región llamada Mesoamérica.
“Arte textil Mexicano. Patrimonio. Memoria. Tecnología”, muestra 251 piezas de la Colección Museo de Historia Mexicana, donada por Santander Serfín en el año 2004.
El curador, quien es el director de Acervos del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas, señaló en la conferencia que los indígenas son portadores de una cultura pero siempre se les ve en forma despectiva, por lo que esta exposición contribuye a cambiar la visión que en cierta forma discrimina a este sector de la población.
“Monterrey es la segunda ciudad en el país con mayor presencia indígena, aunque no es una ciudad que tenga presencia original de pobladores indígenas.
“Sin embargo, tiene una confluencia de más de 30 culturas distintas que viven aquí; son miles de personas que reproducen su cultura y son un componente activo de la sociedad regiomontana”, destacó el restaurador.
Refirió que a principios del siglo XX existía la postura de que México tenía que transitar hacia la desaparición de las identidades indigenas, a la incorporación de los pueblos a una idea del mestizaje que permitiera homogeneizar su condición y eso implicaba la perdida de los idiomas indigenas originarios.
Por otro lado, indicó que calcular los hilos y la técnica para lograr un resultado perfecto es lo que la tejedora tiene que tener en la mente la obra de arte antes de tocar un hilo.
“El textil tiene una función que satisface un requerimiento social; si se va a hacer un huipil porque va a tener una finalidad en específico-por ejemplo un huipil a la Virgen- es que empieza el diseño en la mente de la tejedora”, manifestó.
Sobre el textil como un documento que es histórico y estético al mismo tiempo, mencionó que sobre las prendas se puede leer, ya que en vez de tinta sobre papel, se escribe con hilo sobre la tela.
“La cualidad histórica le agregamos el valor etnográfico, y a la estética el valor simbólico o iconográfico.
“Finalmente son formas de escritura que no estamos acostumbrados a leer, pero que finalmente ahí está escrita con dibujos sobre hilos”, comentó.
Entre todas estas prendas figuran: Quechquémitl de mediados del siglo XX de la cultura Otomí, un traje de gala de la cultura Zapoteca que consta de huipil y falsa de satín de acetato confeccionado y bordado a mano con seda de bordar; Huipil de boda de la cultura Amuzga; enredo para niña de la cultura Nahua y un morral de mediados del siglo XX de la cultura Mazahua.