
Kyaw Kyaw Min es uno de los escultores más populares y famosos de Myanmar. Hijo del ilustre arquitecto U Ngwe Hlaing, autor de algunos de los monumentos más representativos de este país del sudeste asiático. Kyaw Kyaw Min tiene en su haber un número impresionante de obras encargadas tanto por entidades públicas como privadas.
A pesar de esta notoriedad, su familia y él no nadan en la abundancia. De hecho, a menudo tienen problemas para llegar a fin de mes.
“A veces pienso que es mejor así: es siendo humilde que se hace el arte”, asegura Kyaw Kyaw Min.
El taller de Kyaw Kyaw Min está en las afueras de Rangún, la ciudad más grande de Myanmar, país conocido anteriormente como Birmania. Este modesto edificio de dos pisos es un continuo ir y venir de personas y está lleno de materiales de todo tipo para la creación de nuevas obras de arte.
Lo frecuentan día y noche pintores, escultores, estudiantes, amigos y familiares de Kyaw Kyaw Min. “Cualquiera que ame el arte es bienvenido”, reza un cartel que hay colgado en la entrada.
“No podía no convertirme en artista. Forma parte del ADN de mi familia. Tener un padre como el mío siempre ha sido para mí una gran fuente de inspiración”, comienza a explicar Kyaw Kyaw Min, de unos 40 años.
“Con cuatro años ya dibujaba y hacía pequeñas esculturas. Por eso más tarde decidí estudiar en la Academia de Bellas Artes”, añade.
“Es cierto, siempre ha tenido una inclinación por las artes manuales. Lo que lo ha hecho famoso, y lo digo con toda honestidad, no es el hecho de ser mi hijo, sino la pasión y la dedicación que pone en todas las obras”, interviene U Ngwe Hlaing, el padre de Kyaw Kyaw Min.
Cuando habla él, el gran maestro, todos permanecen en silencio y lo escuchan con atención como muestra de respeto.
“Aquí en Birmania (hoy Myanmar) nos olvidamos rápido de la importancia de un nombre, imagínate el de un viejo arquitecto como yo”, señala.
Muchas de las obras arquitectónicas nacionales más conocidas llevan la firma de U Ngwe Hlaing. Una de ellas es Karaweik, una barcaza de cemento de dos pisos plantada en las aguas del lago Kandawgyi, en Rangún.
Esta estructura, dorada y adornada con dos enormes dragones, alberga salas de conferencias, un restaurante y un bar.
“Sin duda, es mi gran obra maestra”, explica el anciano.
“Se necesitaron dos años para construirla, de 1972 a 1974. ¡Qué gran satisfacción verlo terminado! Todavía tiemblo cuando pienso en ello”, dice U Ngwe Hlaing mientras se zambulle en un viejo álbum de fotos lleno de lo que define como sus “criaturas”.
En todos los rincones de la casa-taller de Kyaw Kyaw Min hay estatuas de todos los tamaños, listas para su entrega o a punto de estarlo. El escultor trabaja sobre todo para organismos públicos, pero también para entes privados y para instituciones religiosas.
“Últimamente estoy haciendo varios bustos de deportistas. Son nombres que probablemente en el extranjero no dicen nada, pero que aquí son importantes. Se trata de atletas birmanos que se han hecho valer en los seguidísimos Juegos Asiáticos; son verdaderos héroes”, dice Kyaw Kyaw Min mientras toma una taza de café con dos rodajas de limón, bebida que aquí es tan popular como el típico chai (té).
“Muchas de estas estatuas se exhiben en una sala del Ministerio de Deportes. También hago estatuas religiosas que representan a Buda. Tienen una gran demanda y por eso necesito que mis asistentes me ayuden con los acabados”, refiere.
Una de las obras que ha dado más visibilidad a Kyaw Kyaw Min es el busto de Maha Thray Sithu U Thant, un diplomático que fue el tercer secretario general de las Naciones Unidas (ONU) de 1961 a 1971.
“Para mí fue un grandísimo honor dar forma a la cara de U Thant, uno de los políticos más importantes de la historia de nuestro país. Fue el primer asiático que se convirtió en el máximo exponente de la ONU, una figura única, capaz de aunar los juicios de los birmanos, tanto los favorables a los militares como los hostiles”, dice el artista.
Hace unos meses a Kyaw Kyaw Min y a otros conocidos artistas locales les encargaron obras sobre U Thant para los pasillos del edificio del Ministerio de Asuntos Exteriores.
En un solo día, a puertas abiertas, este grupo de grandes maestros dio vida a estatuas y pinturas dedicadas al padre de la patria. Al evento, inmortalizado por la televisión nacional, asistieron un gran número de personas.
“Fue un momento único y excepcional. Junto con colegas que vinieron de todas las regiones de Birmania, pudimos llevar a cabo lo que hacemos mejor: dar forma a pensamientos y conceptos. En eso consiste el arte, en mi opinión.
También fue una oportunidad importante para que sus estudiantes aprendieran nuevas técnicas utilizadas por otros colegas y discutir proyectos comunes.
“Mi busto de U Thant fue tan apreciado que hace un par de días el Instituto de Cultura Francés en Rangún me encargó otro igual”, añade Kyaw Kyaw Min, mientras se sienta en su taburete delante de la masa de arcilla oscura que pronto va a tomar la forma del diplomático.
La vida de los artistas en Myanmar es muy difícil. Aquí fama y tranquilidad económica no siempre van de la mano. Tanto es así que para redondear el sueldo, de vez en cuando, Kyaw Kyaw Min tiene que recurrir a un segundo trabajo.
Ha tenido que sacarse la licencia de un taxi con el que se las arregla para conseguir algo de dinero extra.
“En Birmania es así, el arte no da dinero o da muy poco. Cada vez son más los artistas que optan por ir al extranjero para buscar un futuro mejor. La mayoría de ellos se van cerca de aquí, a Tailandia, donde hay muchos turistas interesados en la artesanía”, cuenta.
“Pero incluso allí llega nuestra preciosa madera. Tenemos la suerte de tener las mejores materias primas, pero no a alguien que nos pague lo suficiente para vivir de nuestro trabajo. Creo y espero que esta ola de democracia que llegó en las últimas elecciones con la victoria de Aung San Suu Kyi pueda cambiar las cosas”, dice el escultor.
Señala que “otros colegas y yo estamos pensando en una petición para solicitar subvenciones para los artistas más desfavorecidos. Un país no puede prescindir del arte”.
En 2014 Kyaw Kyaw Min fue invitado a Pennsylvania, en los Estados Unidos, para una mini-gira en la que pudo mostrar sus habilidades.
También se confrontó con un artista local en un pequeño desafío en el que los dos escultores tenían que construir el busto de su colega.
“Yo también fui a los Estados Unidos, con mi hijo. Estaba muy orgulloso de él. Fue entrevistado por periodistas estadounidenses, todos querían estrecharle la mano. Me parece absurdo que un profesional como él, ahora también apreciado en el otro lado del mundo, no pueda ganar lo suficiente”, se queja el anciano U Ngwe Hlaing.
“A mí también me cuesta llegar a fin de mes, a pesar de que he creado obras que están en los libros de historia y en todas las guías turísticas de Birmania y de que fui un alto funcionario del Ministerio de Cultura.
“Realmente espero que el nuevo gobierno haga más de lo que se ha hecho hasta ahora. Nuestros artistas, y me refiero sobre todo a los jóvenes, merecen más”, dice.