“¿Cómo ven las nuevas generaciones el compromiso del amor, el ritual de la boda y cómo se deciden a contraer matrimonio?” se preguntó Mónica Lavín antes de escribir Cuando te hablen de amor (y de ilusiones), su más reciente novela.
Ante la incertidumbre que cada vez más se apodera de los jóvenes en cuestiones de planear una vida a futuro, el dilema del matrimonio es ineludible, pues pese a que muchas parejas ya no desean unir sus vidas de manera legal o religiosa, la boda sigue siendo un acontecimiento social de gran importancia.
En esta historia, Lavín crea dos protagonistas: Maya, una joven profesionista, independiente, pero muy enamorada de su novio, por el cual está dispuesta hasta casarse; por el otro lado está Eugenia, la dueña de un negocio de vestidos de novias, viuda, madura, inteligente, que vive el amor a su manera y trata de superar un pasado que la atormenta.
“Primero quería explorar la mirada de Maya. Y es que yo tengo hijas de esa edad, tengo mis alumnos, veo los proyectos de vida que hacen y cómo algunos no creen en el compromiso, pero luego veo que otros hacen bodas que son superproducciones.
“Entonces quería saber: ¿cómo ven las nuevas generaciones el amor y todo lo que implica?, entonces para esto tengo a (Maya) una chica preparada que se enfrenta a la decisión de ‘me caso o no me caso’ y que, además, la va a obligar a confrontarse con sus padres y abuelos.
“Y es que hay un diálogo intergeneracional donde el divorcio de los padres y la aparente estabilidad de los abuelos generaba un conflicto para esta chica que sería mi faro para poder ver el hoy.
“¿Qué pasa hoy en nuestras ciudades, sobre todo en nuestros mundos urbanos con una clase media, media alta, respecto a la idea del matrimonio y respecto a las mujeres? porque finalmente las mujeres hemos sido las que cambiamos la sociedad actual”, expresó la autora.
A través de Eugenia, la otra protagonista, Mónica, muestra una visión diferente del amor, ya que esta mujer madura ya no se crea expectativas, como lo hacen las más jóvenes.
“Con Eugenia quería tener ese otro punto de vista; ella es una mujer que, paradójicamente, aunque es artífice de escenificaciones de la boda perfecta con el hermoso vestido, tiene una idea del amor que no tiene que ver con la ilusión amorosa”, dijo.
Sin embargo, esta mujer se abre la posibilidad de encender la flama del amor en el momento en que acepta que Germán, su amante en turno y quien es escritor, le dedique una novela en la que ella además es su primer lectora y crítica.
CASARSE DE BLANCO
En Cuando te hablen de amor, el vestido es otro personaje. Eugenia es la dueña de esta Casa de Novias que se ha ganado un prestigio entre los comerciantes y clientes del ramo, pues este negocio tiene un sello distintivo: los vestidos están inspirados en películas o bodas históricas, lo que resulta atractivo a las chicas que desean casarse de blanco.
En ese sito, Eugenia recibe también a sus amantes a escondidas. Tiene todo bajo control para marcar una distancia con estos hombres con los que no quiere llegar a una relación más allá de la carnal.
Y el vestido -o los vestidos- cumple la fantasía de casi todas las mujeres de esta y otras épocas. No importa si la boda será en una iglesia, en la playa o en un ritual extraño.
“La novia sigue siendo el eje y el vestido es quizás lo único que queda y que es intocable, y que incluso lleva esta sentencia de que no lo puede ver el novio.
“Entonces en la novela el vestido tiene que ver con el pasado, con el presente, con la venganza, con el futuro; el vestido en sí como símbolo de futuro y lo que sí creo, es el sentido profundo de la ceremonia algo que la sociedad necesita, cualquiera que sea la cultura, el sentido ceremonial importa”, aseveró.
Finalmente, Mónica reveló que tuvo la inquietud de escribir esta novela y bautizarla Cuando te hablen de amor, porque para ella el matrimonio tiene que ver -desde el punto de vista de los enamorados- con una vida de ilusión.
“Yo pensaba mucho en esto de la vida de ilusiones, del sueño, de la idealización amorosa; cuando realmente lo que hay que ajustar es esa idealización con la imperfección del amor, o de los seres humanos, de manera que encontremos un modelo que resista este plano ideal en el que simplemente va a haber muchos equívocos.
“Me parece que hay que volver a encontrar la comunión entre el cascarón y la forma, incluido el vestido y el verdadero sentido de la relación amorosa. Creo que el amor romántico y profundo sigue siendo un anhelo en la condición humana que nos hace ser mejores seres humanos”, concluyó.