por Erick Muñiz
El primer lugar de la edición XXIII del Premio Internacional de Poesía “Nicolás Guillén” fue otorgado a un escritor tamaulipeco de nacimiento y nuevoleonés de formación: Luis Aguilar Martínez.
Egresado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Autónoma de Nuevo León y actualmente académico de la misma, Aguilar Martínez tiene en su haber libros de cuentos y de periodismo, pero es la poesía la que llena sus inquietudes.
El escritor habló con Hora Cero a unas horas de haber recibido la notificación de que su obra fue elegida por el jurado como la ganadora del certamen convocado por la Universidad de Quintana Roo, la revista Río Hondo, el escritor mexicano Jorge González Durán y la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba.
Convencido del poder de la palabra florida y entrando al umbral de la cuarta década, Aguilar Martínez se dice -y se le siente- convencido de que la literatura es imprescindible para enriquecer la vida de cualquier ser humano y de que, además, la poesía puede salvar al mundo. A continuación, sus razones:
¿Cuál es la sensación de obtener un premio del prestigio del “Nicolás Guillén”?
De felicidad. Más si consideramos que ese concurso, que abarca toda la lengua en español, no recibe nunca menos de 500 trabajos. Creo que esta vez fueron 550 poemarios de varios países. Obviamente es una sensación de plenitud.
¿Cuál es la propuesta discursiva del libro que enviaste al certamen?
Es un libro armado a partir de la dislalia y la dislexia, en un conjunto de textos donde lo coloquial se une a la profundidad de la poesía; es decir, a partir de estas fallas del lenguaje, traté de construir un discurso anexo en el que repaso las fallas del ser humano desde una realidad siempre hostil y en un ritmo vertiginoso de los textos.
¿Cómo surge el tema?
De mi hermana Ilda y de mi sobrino Marcelo. Tengo familia en Estados Unidos, entonces esta hermana mía, para hacer referencia a salir con su novio -como es viuda y tiene una hija- siempre se refería a que iría con su novio “a tomar un café”, pero siempre decía “coffee”, pues cuando nos reunimos nos la pasamos en casa de nuestra hermana menor, Sugey, en Donna, Texas.
Mi hermana Ilda no habla inglés, pero siempre nos divertimos usando términos del famoso “spanglish”, entonces surge de ahí, y luego ya retomo otros modismos como “troca” (truck) y otros “pochismos”.
Mi sobrino Marcelo habla inglés en su escuela prácticamente todo el día, entonces el español se le dificulta un poco y cuando era más pequeño y no entendía algo siempre preguntaba “¿eso qué misifica?”. Él quería preguntar “¿qué significa?”, pero no podía con esa palabra.
Ahí relaciono dislalia y dislexia con los modismos de la frontera México-Estados Unidos y surge la idea de hacer el libro. Eso en cuanto a la estructura. El discurso, como te decía antes, es más bien en torno a las periferias, las marginalidades y frustraciones casi generales del hombre.
¿Puedes compartir para los lectores un poema o el fragmento de uno?
Pensar nada si como, pareciera que no, pero se puede. Es un grito en medio del día —alado el medio día por el fuego del vecino que pespunta (¿despunta?)— y en la mirada un párpado que cierra, que dopa. Mejor no alzar la flama que no hay fireman a la mano o manos en la masa o lo que amase. Mejor no amase el fuego: esto no es un manual contra la lumbre porque quema y los pasos de mis perros se me espantan. Mejor no encienda el amasarse lento de las nubes. Parece que estamos en noviembre, pues frío que hace, pero es casi ya la primavera y tía Julia deja un vaho helado en el cristal bajo mi llanto. En la puerta de encendido el coche, Sugey dice que Ilda ansiosa anda por su coffee y que Felipe, mejor, lave la troca.
En estos tiempos de barbarie, ¿dónde queda el lugar de la poesía?
La poesía esta siempre en todos lados. El problema es si atendemos su lectura. Queda en espacios físicamente muy reducidos, es cierto; pero al mismo tiempo se esparce de manera silenciosa por cualquier lugar donde queramos escucharla. Y no hablo de la lectura de un verso, sino de sentirla: en la mano que esta en la ventanilla del coche, en los ojos de alguien, en los adioses o las bienvenidas. Si miras un tren con detenimiento puedes encontrar su poesía. Creo que la poesía puede salvar al mundo.
¿Nicolás Guillén está entre tus poetas favoritos?
Es uno de los más grandes poetas de todos los tiempos, sin duda, y aunque no puedo decir que sea de mis favoritos, puedo decir que le debo el ritmo. De Guillén (de su lectura, porque claro, ¿cómo iba a conocerlo si tengo apenas 27 años?) aprendí la importancia del ritmo.
¿Cuál de los poetas vivos cubanos recomendarías para quienes no están familiarizados con la poesía?
Hay infaltables en cualquiera que busque acercarse a la poesía. Desde luego el propio Guillén, pero también esta Lezama Lima (aunque lo conozcan más por Paradiso, fue esencialmente poeta y ensayista); Eliseo Diego, que sí es de cabecera para mí y más contemporáneos Cintio Vitier, Delfín Prats y Heberto Padilla. Entre los muy, muy jóvenes, Reina María Rodríguez es de las poetas que más me gustan.
¿Y mexicanos?
Mi poeta mexicano, vivo, es Eduardo Lizalde.
¿La poesía debe ser popular (en el sentido en que la escribía Guillén) para ser leída?
Absolutamente. Pero la poesía es una cuestión de lujo superior; una especie de mezcla entre la imagen y la palabra, difícil. Es por eso que no es fácil leerla. Es responsabilidad de los poetas acercarla a los lectores. Hay poetas que, luego de un poema, cierras el libro y no tienes la menor intención de volverlo abrir. Un libro con el que un lector se siente agredido tiene pocas posibilidades de difundir la poesía.
Si Joan Manuel Serrat ha sido con Machado lo que Pablo Milanés con Guillén… ¿será hora de que cada poeta se busque un cantante que le ponga música a sus versos? Quizá, pero ¿no nos mandarán, luego, con nuestra música a otra parte?
¿Qué cantante te gustaría que le pusiera música a tus versos?
Jajajaja… Eugenia León, sin duda.
¿Alguien más aparte de Eugenia León?
“El flaco” Valdivia o Beto Mendoza.
Este año ha sido bueno, ¿cuántos premios llevas?
Este 2010 ha sido fantástico. Es el tercero del año; primero el de la UANL a las Artes, luego el Premio Nuevo León de Literatura y, finalmente, el Guillén.
¿Y cuál es la propuesta del libro que te dio el premio Nuevo León de Literatura?
Son cuentos donde todos los personajes son homosexuales. Particularmente abordo en uno de ellos una relación entre futbolistas (y lo escribí hace años, no tuvieron nada que ver las redondeces de Cristiano Ronaldo ni los deslices de Carlos Salcido). En todos busco, eso sí, una prosa acelerada con finales contundentes y fuertes.
¿De dónde abreva mejor tu musa, del dolor, de la televisión, de los viajes, de tus conocidos?
De los ojos. Soy un voyeur irremediable, y siempre ando observando. Ahí, claro, se trata de ver también el dolor, lo que pasa a mi lado por los viajes o aquellas cosas en que me involucro, tampoco voy a pecar de exteriorista: la literatura parte de la vida.