
Lou Andreas Salomé fue una mujer fuera de serie. No muchos la recuerdan por ser una dama independiente y libre pensadora que sedujo a muchos hombres importantes de su época con su inteligencia.
“La Más Amada” es el título de la biografía novelada que hizo María Elena Sarmiento a manera de homenaje, pues la historia de esta mujer nacida en San Petersburgo es fascinante, a decir de la propia autora.
Lou Andreas poseía una mente brillante, y a los ojos de Sarmiento, también era dueña de una belleza singular, por lo que de ninguna manera podía pasar desapercibida.
“Andreas Salomé es muy poco conocida, lo que llegan a saber de ella, son cosas muy pequeñitas, por eso lo escribí, tengo el interés de que las mujeres que son notables que se den a conocer”.
A los 17 años, Lou ya era una apasionada de la lectura, gran conversadora y una curiosa insaciable. Ella estaba convencida de que eso la hacía una mujer independiente, por lo que no quería involucrarse ni sentimental ni sexualmente con un hombre.
“Por encima de todo busca ella su libertad y el conocimiento. Porque ella fue muy sensual desde joven, pero se abstiene por convicción. Había otras mujeres que se abstenían por el qué dirán, pero a Lou eso era lo que menos le interesaba.
“Ella tenía convecciones fuertes y yo lo que más le admiro era su congruencia, su integridad para vivir de acuerdo a lo que pensaba”, subrayó la investigadora.
AMADA POR
SU INTELIGENCIA
Con el paso del tiempo, Lou fue conociendo y relacionándose con hombres como Paul Ree, Sigmund Freud, Friedrich Nietzsche y Rainer María Rilke, por mencionar los más importantes, pero fue el “romance” que tuvo con Nietzsche lo que impulsó a Sarmiento a investigar y a escudriñar más sobre la vida de Salomé.
Indicó que le llamó mucho la atención que siendo Nietzsche como era, un hombre muy difícil, se enamorara de ella.
“Ella sí era consciente de que despertaba el deseo en los hombres, pero yo creo que lo que despertaba era algo más allá del deseo. Porque para estos intelectuales podría haber otras mujeres que les desearan, tal vez mujeres más erotizadas o más guapas que Lou, pero ella se enamoraba del pensamiento de ellos.
“Es decir: lo reformaba, lo cuestionaba, lo manipulaba y terminaba engrandecido, porque ellos se iban cuestionando junto con ella en estas pláticas larguísimas que tenían, el pensamiento de ellos terminaba mejorado, y más bien ellos terminaban enamorados de ellos mismos”.
Incluso, mencionó, se decía que a los nueve meses de haber convivido con ella, estos hombres daban a luz un libro, como si les hubiera embarazado.
Pero estas relaciones eran castas, al menos al principio, porque ella consideraba que el sexo era el arma con la cual los hombres esclavizaban a las mujeres, pero cuando ella comprendió que tenía la madurez suficiente como para no dejarse esclavizar, tomó la decisión de empezar a tener relaciones sexuales cuando tenía 35 años.
“Ella perdió la virginidad con Rilke, quien llegó a ser uno de los más grandes poetas de la lengua alemana, y él era más joven que ella, pues cuando se conocieron él tenía sólo 19 años y ella 35. Rilke era joven, guapo, talentoso, sensible, y ella influyó mucho en su poesía precisamente por esas largas conversaciones que tenían”, señaló.
Sin embargo, aunque las relaciones ya incluían el sexo, de todas maneras se basaban en lo intelectual, no en lo sexual”, aclaró también la autora de “Jantipa ¿el gran amor de Sócrates?”.
“A ratos quisiera gritarle: ¡Eres el más amado, Paul! ¡Yo te amo! No lo hago porque sé que se hace ilusiones con demasiada facilidad, y lo que él quiere no es una hermana ni una colega: él espera que en algún momento me convierta en su mujer. Ya tiene cuatro años que me propuso matrimonio en los Alpes suizos, y nunca ha abandonado la idea de poseerme.
“¡Y luego dicen que la terca soy yo! Todos los seres humanos que quieren algo en la vida y lo persiguen hasta tenerlo son tercos, eso no está mal. Más bien creo que los tercos son los únicos que valen la pena, tal vez por eso quiero tanto a Paul; es peor que Nietzsche, peor que los demás, porque mientras a la mayor parte de los sombres sólo les interesa el sexo, Paul no se conforma con adueñarse de mi cuerpo, sino que también quiere mis acciones, mis sentimientos y hasta mis pensamientos”.
Es la voz de Andreas Salomé a través de la mirada de María Elena Sarmiento, quien también confesó que terminó enamorada de ella y además el hambre del conocimiento siempre ha sido un estímulo muy importante para la investigadora.
CLÁSICA BELLEZA RUSA
Cuando María Elena estaba realizando la investigación, fue a San Petersburgo para obtener información de primera mano; lamentablemente confirmó que muchos no conocían la historia de esta interesante mujer que supone era muy bella.
“Fui a San Petersburgo porque quería saber más acerca de ella, y ni siquiera allá la conocen, la verdad sí me di cuenta que es increíble que una mujer que fue tan importante, sea tan desconocida.
“Sí me sirvió porque me di cuenta del entorno en el que ella creció, y el carácter de los san peterburguenses y ella no sale tan bonita en las fotos, pero sí debió haber sido una mujer muy bella”.