ANAHEIM, E.U.-
Los Aguilar convirtieron el pabellón deportivo “Honda Center” de California en un pueblo mexicano con sus fiestas, números musicales, espectáculos circenses, jaripeo de toros, charrería y por supuesto, nostalgia y exaltación de lo mexicano, y lo hicieron con el inicio de su gira “Jaripeo Sin Fronteras 2021”, con la que regresan a los escenarios con 18 fechas por Estados Unidos.
Previo al show, Pepe resaltó ante la prensa los símbolos que se incluyeron en la escenografía, como un enorme nopal de 10 metros ubicado en el centro de la arena y que recibió a los invitados. También dijo que con esto rompen un largo lapso de inactividad por la pandemia, que aunque aún prevalece, ya les permite ofrecer conciertos de este tipo, volver al ruedo.
“Me encantaría que pusieran especial atención en el contenido del espectáculo porque la pandemia nos inspiró a sentirnos más arraigados a la tierra, a estar orgullosos de lo que somos y a disfrutarlo a cada segundo porque no sabemos cuánto dure”, comentó.
Desde las 6:00 de la tarde comenzaron a llegar los asistentes portando, muchos de ellos, botas y sombrero, pero también cubrebocas, y a las ocho inició el evento con dos jinetes que aparecieron en la arena rodeando al nopal, uno con una bandera mexicana y otro con la estadounidense.
Hubo danzantes con penachos y las pantallas se llenaron con serpientes emplumadas. De pronto, la voz de Pepe sonó ante los 10 mil espectadores para decir:
“Ya son tres generaciones de compromiso, de entrega, de orgullo y profesionalismo. Quiero presentar con ustedes al heredero del legado musical, vamos a traer a este escenario a la tercera generación, reciban con un fuerte aplauso a Leonardo Aguilar”.
El joven apareció sobre la arena montando su caballo Caporal y cantando “El Toro Serrano”, y comentó que se sentía feliz por hacer lo que más le gusta: cantar.
“Si hay algo que aprendí durante esta pandemia es que nada está garantizado, y me siento afortunado y honrado de poder treparme a mi caballo caporal. Un aplauso para mi caporal por favor, y salir a hacer lo que más me gusta en esta vida: cantar canciones mexicanas”.
Cantó temas como “Sangoloteadito” y “Lamberto Quintero”, y antes de dejar la arena recalcó que su caballo no es un accesorio, sino su compañero de trabajo y un animal al que quiere mucho.
Después de Leonardo llegó el artista circense Tulga, quien puso sobre sus hombros un enorme y pesado poste de madera con llamas en los extremos, con el que hizo varios movimientos impresionantes para el público.
El siguiente en aparecer fue Antonio Aguilar hijo. “Ya se me andaban cociendo las habas por trabajar”, dijo. El artista recordó a su padre y a su madre, Antonio y Flor Silvestre, fallecida el 26 de noviembre del año pasado, y cantó “La vida no vale nada”, de José Alfredo Jiménez, a quien consideró de los mejores compositores mexicanos. “Triste recuerdo” también fue parte de su repertorio.
Después de Antonio, apareció el artista Tomás Garcilazo, dedicado a la charrería. Luego de hacer complejas maniobras sobre su caballo, apareció su pequeño hijo Lui Garcilazo, llevándose un fuerte aplauso. A este número le siguió otro de saltos mortales sobre caballos con otros artistas que montaron con los ojos tapados y posteriormente apareció la joven Ángela Aguilar, quien está a punto de cumplir 18 años.
Ángela provocó gran euforia al aparecer montada sobre su caballo, y tras dar unas vueltas al lugar y saludar, cantó “La basurita”.
“Un aplauso para mi caballo ‘El Hollywood’ por favor”, dijo tras entonar esta canción, y luego dio voz a uno de sus recientes lanzamientos “Ahí donde me ven”.
Mientras cantaba, el público le tomaba fotos y videos; la joven contó que en un mes cumple 18 años -el 18 de octubre-, y que se encontraba feliz de estar allí. Entonó el éxito cantado durante el Grammy, “La llorona”, acompañada de un jinete con cara de calavera que la rodeaba. También cantó “En realidad”, otro lanzamiento reciente y “Como la flor” de Selena Quintanilla.
Al despedirse del escenario dio voz al tema que interpreta junto a Christian Nodal: “Dime cómo quieres”.
Cuando Ángela dejó el lugar, ocurrió el jaripeo, un momento de aplausos y emoción para quienes crecieron con estas costumbres en las que un jinete aparece montado sobre un toro y la idea es ver cuánto resiste en su lomo antes de que éste lo tumbe e intente cornearlo, pero si bien muchos lo disfrutaron, este show resultó bastante tenso para quienes no concuerdan del todo con este tipo de espectáculos en el que humanos y animales pudieran lastimarse.
“Es un reto amistoso entre animal de cuatro patas con un cristiano”, dijo el narrador del evento, pero no faltó el toro que, enojado por la situación, alcanzó a tocar con su cuerno a un caballo que, del susto -y seguramente del dolor- tumbó al jinete que lo montaba (encargados de sacar a los toros de la arena). Luego del susto, el espectáculo siguió y apareció Pepe Aguilar.
El artista, padre de Ángela y Leonardo, provocó gritos y enloqueció a la audiencia cuando, vestido de charro y montado a caballo, entró, elegante, a la arena cantando “El corrido de los Pérez”.
“Caray, qué gusto estar aquí con ustedes después de un año ocho meses de no andar en esta que es nuestra vida, que es andar de ciudad en ciudad llevando nuestra música y nuestro folclor, me siento muy afortunado de que la vida, el destino, la energía universal, Dios, como quieran llamarle, nos hayan permitido regresar. Yo la verdad pensé que iba a pasar más tiempo y le doy gracias a Dios por acompañarnos aquí”, dijo a la gente, que, portando cubrebocas, cantaba y a ratos, se lo quitaba para consumir sus alimentos.
También había algunos pocos que no portaron el cubrebocas durante el concierto.
Los coros y las cámaras acompañaron al artista en temas como “Directo al corazón (Por unas monedas)” y “Perdóname”. Luego se detuvo un momento entre canción y canción para hablar de los mexicanos.
“No estoy hablando de venganzas, estoy hablando de realidades, por lo pronto, dentro de la música mexicana, we’re kicking ass (estamos pateando el trasero). Ya van como 15 años de música urbana que está muy bien, pero nos estábamos atarugado y ya no. Seguimos adelante y yo creo que son olas, de repente son olas, y ahorita hay mucho y muy bueno dentro de la música mexicana”, expresó.
Tras varios números en los que se acercó a la gente caminando o montando a caballo y hasta aventó algunas playeras, apareció su hija Ángela, con la que cantó “Prometiste”. Luego aparecieron en las pantallas escenas de Ángela Aguilar cuando era bebé y cantaron un tema de padre e hija, “Tu sangre en mi cuerpo”.
Durante la noche también hubo un momento de nostalgia para recordar y homenajear a Flor Silvestre y a Antonio Aguilar, padres de esta familia que hoy, tres generaciones después, siguen manteniendo la música viva. Al presentar “Cuando dos Almas”, Pepe comentó.
“Esta es una canción que mis padres cantaban siempre en su espectáculo, la cantaban a dueto, yo me acuerdo de muy pequeño verlos y me daba mucha emoción oírlos cantar esta canción y ahora la vida da vueltas y los que cantan esta canción son mis dos hijos. A manera de un muy humilde homenaje a estos dos grandes artistas mexicanos, uno de Zacatecas y otros de Guanajuato, que abrieron las puertas de estos escenarios para todos los que seguimos detrás, porque ellos fueron los primeros artistas mexicanos en presentarse en arenas en Estados Unidos, y ahora quiero que mis dos hijos le hagan un homenaje a sus abuelos”.
Luego de tres horas de concierto y de fiesta, a las once de la noche, Pepe se despidió, pero tuvo que regresar cuando el público pidió otra canción: “Son las dos de la mañana”, que desató los gritos norteños y el coro de los asistentes desde su primera línea “Son las dos de la mañana, y yo a tus puertas llorando”.
Poco a poco, el lugar se fue vaciando. Unos se fueron a comprar mercancía oficial, otros cayeron en los pequeños puestitos ambulantes.
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