En tiempos de la Revolución las mujeres tuvieron una participación muy activa. Más allá de las “Adelitas” o “Valentinas”, que inspiraron las canciones o películas populares, estas mexicanas escribieron sus propios capítulos de la historia, al acompañar a sus hombres a la lucha, servir como enfermeras, o simplemente apoyaban desde el hogar, sitio que se convirtió en su propia trinchera.
Desde el punto de vista de dos especialistas, las mujeres en la Revolución tuvieron oportunidad de alzar su voz, pero no eran consideradas como generadoras de ideas, pues básicamente extendieron sus actividades domésticas al campo de batalla, a excepción de algunas que disfrazadas de hombres pudieron unirse a la lucha.
“A 100 años de distancia del evento, pongamos atención a un género que tuvo una aportación tan importante y que el cine mexicano le dio una visión que lo enmarcó y le limitó todas sus capacidades que pudo haber tenido y que incluso se mostró a nivel político.
“La mujer al frente de la Revolución y detrás de la Revolución siempre tuvo una participación muy activa”, afirmó la historiadora Juana Idalia Garza Cavazos al iniciar su exposición “La mujeres Revolucionarias en las Ideas” en el Auditorio del Museo del Noreste el pasado viernes 19 de noviembre.
Sostuvo que de alguna manera todos, hombres y mujeres de diferentes edades participaron en la Revolución, pero que no hubo un registro de cada ciudadano.
“Es imposible que los historiadores podamos darle nombre a esa masa revolucionaria, ya que probablemente ustedes y nosotros tengamos familiares que hayan tenido que ver en este evento en el que prácticamente todo el mundo participó ”, reiteró.
Manifestó particularmente que en el caso de las mujeres, las diferencias sociales estaban marcadas incluso en esas circunstancias, ya que entre ellas había jerarquías.
“Las mujeres tenían liderazgo sobre otras mujeres, porque no era un momento adecuado para la mezcla, ni siquiera en las escuelas. En aquel tiempo las escuelas eran de niños y de niñas. Había escuelas de tercera clase que los papás se negaban a que sus hijos fueran porque eran mixtas.
“Sin embargo es importante observar que la vitalidad de la mujer en este momento, desde mediados del siglo XIX, y todavía a principios del siglo XX, es una mujer con un pensamiento que en el siglo XVIII se llamaba ilustrado.
“La mujer tiene pensamientos liberales como los criollos lo tuvieron en su momento para el desarrollo de la Independencia, pero no como feministas: pues amén de sus actividades como madres, esposas, hermanas o hijas querían ser partícipes de los eventos que estaban sucediendo a nivel nacional”, observó la catedrática de la UdeM.
Destacó que la Revolución Mexicana les dio a las mujeres la oportunidad de levantar la voz y salir detrás del hombre, salir del espacio doméstico y participar de una manera más activa.
“Especialmente aquellas con capacidad para dar más allá, -no solamente las combatientes o soldaderas-, porque hubo una gran cantidad de enfermeras, profesión que la mujer apenas estaba adquiriendo, porque debido a los prejuicios , era muy difícil acceder a este tipo de trabajos.
“Pero sí había enfermeras. El doctor Gonzalitos empezó a prepararlas desde fines del siglo XIX pero no estudiaban en la escuela de medicina porque los médicos tenían los libros en latín”, apuntó Garza Cavazos.
Además de la participación de la mujer en el ámbito de la salud, durante la Revolución, también existía la posibilidad del tráfico de armas y del espionaje, pero principalmente, las mujeres servían para alimentar a la tropa.
“Tenemos aquí en el caso de Nuevo León, muchas mujeres de los municipios aledaños a Monterrey -como Marín, Ramones, Bustamante-, que en el espacio donde estaban ellas colaboraban como telegrafistas, telefonistas, en fin, y las que tenían dinero, también lo donaban para fundar las famosas cruces: la cruz azul, la blanca, etcétera”, abundó.
Dijo que esta etapa fue propicia para que las mujeres exigieran su derecho al voto, al igual que se les reconocieran sus derechos como ciudadanas, lo cual lograron a través de clubes donde se congregaban para expresar sus ideas.
“Empiezan a formar clubes como el `Benito Juárez,´ y `Partido Liberal´, grupos que tienen que ver con su necesidad de participar de manera más activa en la vida nacional, hasta que en 1953 nos dan el voto”, indicó la fundadora y miembro del Consejo Directivo (2010-2012) de la Sociedad Mexicana de Historia de la Educación de México.
DESDE SU TRINCHERA
Por su parte, la autora de “Vida cotidiana de las campesinas de Nuevo León, en Historia de la vida cotidiana en México”, María Zebadúa Sierra, habló sobre la Ausencia y Presencia de las mujeres en el movimiento revolucionario.
“Consultando en el archivo general del estado y practicando la metodología visité a muchísimas señoras que en la época de la Revolución fueron adolescentes o muy jovencitas. Y gran parte del trabajo se basa en estos datos documentales y verbales”, refirió.
La investigadora mencionó que al revisar la bibliografía de la mayoría de los estudios académicos se encuentra que las mujeres aparecen como apoyo, pero no creadoras de ideas.
“Esta visión proviene del modelo patriarcal o androcéntrico. Se ha permeado y se ha internalizado no sólo en los académicos, ya que a fin de cuentas las mujeres no fueron reconocidas desde un principio como creadoras de la Revolución, entonces ellos lo que hacen es ponerlas un poquito al margen”, argumentó.
Zebadúa hizo un recuento de la forma de vida que llevaban las mujeres en la etapa previa a la lucha armada, al señalar que depende de su condición social, podían estudiar, trabajar como obreras, aprender oficios o trabajar en el campo. Generalmente se les pagaba en especie o si era en efectivo, recibían la mitad que le correspondía a un hombre por el mismo trabajo.
“En esa misma etapa previa encontramos que el principal centro de trabajo era el hogar, porque ahí les correspondía desarrollar los aspectos sobre la salud, la alimentación y la educación moral. Lo interesante es que en la casa se formaba una unidad de producción y en este mismo núcleo participaban mujeres de todas generaciones y estaban vinculadas por lazos de sangre”, expresó.
Según la investigadora, estas unidades sirvieron para que las mujeres aprendieran a elaborar una diversidad de productos que no sólo eran para el consumo familiar, sino que comercializaban con ellos.
Y una vez que inició la Revolución, se produjeron cambios en todos los niveles de la sociedad, y las mujeres, desde sus diferentes facetas no estaban excluidas a involucrarse a este movimiento político, social y cultural.
“Llegan las fuerzas armadas e impactan la vida familiar, que es el espacio privado y entonces se empieza a transformar ese espacio. Igual, la política formal, la de los hombres, la de los gobiernos, se transforma en informal cuando las mujeres empiezan a actuar en función de los acontecimientos.
“Las personas que me apoyaron en la investigación me comentaron que no tenían idea de lo que estaba pasando. La Revolución llegó y entonces fue como una avalancha porque no estaban informadas y porque tampoco tenían ningún nexo por federales o revolucionarios.
Pero como en todas las crisis surgen habilidades para sobrevivir, también en la Revolución las mujeres encontraron una forma de negociar, pues fue a través de su realidad cotidiana como aseguraron su protección.
“Las mujeres desarrollaron una estrategia de sobrevivencia y negociaron con los revolucionarios, pues ellos pedían comida. Una señora de San Nicolás me dijo que les daba comida por la ventana de su casa, pero también separaba para su propio consumo escondiendo los granos debajo de las macetas”, concluyó.