Los rostros reproducidos por el pintor capitalino Víctor Rodríguez atrapan la atención del espectador desde el primer vistazo. Las 32 piezas de grandes dimensiones visten desde el pasado viernes 17 de julio los muros de la planta superior del museo Marco.
El close- up de una mujer joven de facciones definidas abandera esta producción que denota una clara influencia publicitaria, ya que contempladas en otro contexto, las poses de la modelo remiten a las portadas de las revistas de moda.
Rodríguez, quien estudió diseño gráfico antes de dedicarse a la pintura, admite que su obra tiene este tinte comercial en la forma, pero no así en el contenido de cada lámina que integra la muestra Víctor Rodríguez, Pintura 1997-2009.
“Sí, la forma en que están presentadas las imágenes es claramente con lenguaje fotográfico y publicitario. Es una influencia que no se puede evitar porque la tenemos todo el tiempo presente, entonces escogí ese lenguaje, porque es un lenguaje visual y universal al que todo mundo puede acceder.
“Sin embargo, es sólo el lenguaje con el que están construidos los cuadros, el concepto y la lectura que se le da es diferente a la que se le daría a un anuncio, por ejemplo”, aclaró el artista nacido en el Distrito Federal en 1970.
Al cuestionársele si se consideraba retratista, el hombre que aparece un par de veces en sus propias creaciones, señaló que para él, fundamentalmente el retrato logra capturar la esencia de la persona que va a ser plasmada en la pintura.
“Siempre hago la diferencia de que yo no trato de hacer ningún retrato, pues no procuro plasmar la identidad de la persona que estoy haciendo, porque los modelos están actuando otro papel, es decir, pretenden ser alguien que no son.
“En el sentido formal y estricto de la palabra sí son retratos, porque el trabajo consiste en la representación de la fisonomía de alguien, pero no es mi intención meterme en la cuestión psicológica e interna de las personas”, reiteró el pintor que previamente había expuesto en MARCO en la exposición colectiva Prodigios de Fin de Siglo (2004).
NY EN LA MIRA
Víctor Rodríguez decidió emprender su aventura como artista a finales de los 80. Al no encontrar motivación suficiente en la ca-pital del país, años más tarde emigró a Nueva York para iniciar formalmente su trayectoria como pintor.
“Mi primera exposición fue en 1989 en el Distrito Federal. Yo estudié diseño gráfico pero nunca me dediqué a eso. En lo que respecta a mi formación artística, se puede decir que soy autodidacta porque aprendí a desarrollar la técnica sólo practicando”, manifestó quien en 1997 realizó su primera exposición en OK Harris Gallery en Nueva York .
En relación a que la llamada gran manzana pueda ser vista como “el sueño americano” de los creadores, opinó que en realidad, esta metrópoli es como “la meta” de quienes se dedican al arte.
“No es el sueño americano propiamente, más bien es como el último lugar donde los artistas van a competir, o sea, es la meta más alta a la que uno puede aspirar a llegar”, consideró el mexicano de 39 años.
MIRADA CINEMATOGRÁFICA
Como cualquier “fabricante” de escenas imaginadas o recreadas, Rodríguez no está exento de recibir alguna influencia del cine. Dijo ser admirador del realizador italiano Federico Fellini y del español Pedro Almodóvar.
“Se trata de una cuestión visual. Me gusta mucho la fotografía de las películas de Almodóvar y creo que uno se va influenciando inconscientemente de las cosas que nos gustan mucho. Creo que uno de los puntos buenos que tiene Nueva York es que hay una oferta cultural muy grande, pues donde quiera hay algo interesante que puede nutrirte y posteriormente reflejarlo en los cuadros” , señaló.
Algunas de las series de sus lienzos fueron bautizadas como “White”, “Red”, “Blue”, pero enfatizó que esas no fueron inspiradas propiamente en la trilogía del cineasta polaco Krzysztof Kielslowesky , sino que fue mera coincidencia .
Por otro lado, destacó que ante la confusión que impera dentro del arte, lo ideal sería producir obras que tengan el mayor grado de dificultad posible.
“Creo que lo más rebelde y contestatario que puede haber en una época como la nuestra de mucha confusión y total permisividad, es hacer obra que resulte técnicamente un reto. Los medios y la cuestión tecnológica nos permite hacer muy rápido y muy fácil las cosas a los artistas.
“Se me hace mucho más rebelde, revolucionario o agresivo, regresar al origen, hacer una pintura que parezca una cosa muy clásica y que para hacerla se requiere muchos años de continuo aprendizaje a hacer algo con aparente rebeldía que no tenga ningún significado y que sea algo inmediato”, precisó.