Raquel Hernández no concibe su vida sin la poesía, de la cual se enamoró desde que tenía 14 años. Cualquier elemento de la vida cotidiana es motivo de inspiración para ella, ya sea un atardecer, el canto de las aves, las hojas que caen en otoño, la vida misma.
Raquel es originaria de Monterrey, egresada de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UANL, de la generación 1981-1985 y desde hace casi 30 años radica en los Estados Unidos.
“Primero me vine a Houston, no me gustó pero a los pocos meses me fui a Atlanta, Georgia, por la invitación de un amigo que se fue para allá y estuvimos ocho años. Después para estar más cerca de la familia -pues era muy largo el viaje-, decidí regresar a Houston y tengo 21 años viviendo acá.
“Yo trabajé para algunos medios impresos recién egresada de la Facultad de Ciencias de la Comunicación pero no me sentí en mi medio, porque a mí se me da la cuestión de la escritura y la redacción bastante bien, pero no me gustó por lo que conocemos de este ambiente, que te cortan y editan las notas”, señaló.
Recordó que ante tal escenario quiso probar suerte en los Estados Unidos y se fue con grandes sueños y una pequeña maleta. Allá empezó una nueva vida, pero la poesía fue siempre su fiel compañera.
“Decidí probar suerte en los Estados Unidos. Llegué con una maletita nada más, empecé a trabajar en un restaurante, luego en una compañía y con el tiempo me fui enrolando, aprendí inglés y empecé a tener mejores trabajos´, relató.
El primer contacto que tuvo Raquel con la poesía fue cuando cursaba la Secundaria, cuando los maestros les pedían que leyeran todos los géneros literarios, y no podía faltar la poesía.
“Yo me enamoré de la poesía desde que estaba en la secundaria, desde que tenía 14 años, cuando la descubrí por lecturas que nos recomendaban en la escuela.
“Entonces escribí mis primeros versos en esa época y después se me fue haciendo hábito, costumbre desahogarme con el papel, y hasta la fecha casi escribo todos los días por consejos de Carlos Arredondo, un amigo editor quien me dio la oportunidad de publicar en el suplemento cultural ‘El Volantín’ de El Diario de Monterrey, ahora Milenio Diario, fundado por Luis Martín Garza”, manifestó.
Comentó que el también periodista Obed Campos le presentó a Carlos Arredondo en una cafetería que se ubicaba en la calle Hidalgo del Centro de Monterrey, y ahí le enseñó sus poemas.
“Mi amigo Obed me ‘encandiló’ con Carlos Arredondo porque me decía que le gustaba mucho mi poesía, que me la tenían que publicar”, dijo.
Y en recordó que en esa ocasión que Arredondo le aconsejó que procurara escribir todos los días, porque es la forma en que se define el estilo.
“Una persona que quiere dedicarse a escribir – me dijo- tiene que escribir todos los días, porque eso hace que afile tu estilo. No hay que escribir de inspiración, hay que escribir de oficio porque eso es lo que hace al maestro; es como el agua que pasa por las piedras y se va puliendo hasta que encuentras un estilo, y creo que finalmente encontré el mío”, expresó.
PRODUCCIÓN LITERARIA
Como Raquel escribe todos los días, tiene una cantidad infinita de poemas que tiene guardados, pero sí publicó un libro titulado “Rastro de Sangre”.
“Tenemos un libro que sacamos el año pasado en Amazon, se llama ‘Rastro de sangre’ y batallé un poco porque la editora que me tocó es ‘pocha’, es ‘chicana’, es decir no habla un español fluido y el libro se fue con algunas cuestiones ortográficas deficientes, porque al fin comunicóloga me fijo en todo”, indicó.
La poeta confesó que tiene Facebook pero no lo usa mucho. Argumentó no ser muy aficionada a las redes sociales por lo que no ha creado un blog para exponer su producción literaria.
“Generalmente comparto mis escritos con amigos o en recitales. Acá en Houston he hecho unos tres recitales en teatros y hemos tenido bastante aceptación. Tengo un par de CD’s grabados y en Monterrey me presenté en la Casa de la Cultura, allá por el 2014“, refirió.
DE UN SOLO TRAZO
Gracias a la habilidad que desarrolló al escribir todos los días por consejos de Carlos Arredondo, Raquel dice que se sienta a escribir sobe cualquier cosa, mientras toma su café tranquilamente en las tardes y acostumbra hacerlo sobre hoja y papel y de un solo trazo, ya que una vez que plasma la idea, no la corrige.
“Yo no corrijo mis escritos, así como sale el poema, así se queda, naturalito”, afirmó.
En sus memorias guarda una anécdota cuando Arredondo le pidió un poema especial por el “Día de la Raza”, como condición para publicarlo en el suplemento cultural.
“Y mientras iba en camino a mi casa en el autobús, pensaba en las tres carabelas, en Cristóbal Colón y en todo el evento en general, y al llegar a mi casa empecé a redactar:
“Tierra, tierra, desgañita un marinero frente a una india dormida tendida frente a un par de mares, aromática morena
Rodilla y bandera hundidas lastimaron tus arenas, noble corazón de siervo, ojos de águila, piel de venado, silbido de ruiseñor, de mar a mar la aventura
A la trenza le insertaron espiga dorada del sol, el penacho se hizo casco, la carrera, un percherón; la flecha, boca de fuego, la catapulta, cañón.
Así se inventó una patria, un día, un conquistador”.
“Mi inspiración es cualquier cosa, porque el poeta tiene la facilidad de trasladarse a eventos a ponerse en los zapatos de otra persona; lo que ves, lo que escuchas, lo que sientes.
“Además de que tenemos una infinidad de sentimientos cautivos en nuestro interior, en nuestra mente, la belleza exterior, el canto de los pájaros, una tarde gris en la lluvia, todo eso es inspirador; el amor, el desengaño. Muchos de mis poemas son tristes, otros alegres, tengo miles y libretas llenas de todo lo que he escrito”, compartió la poeta.
Raquel Hernández añora regresar a Monterrey, ir a los sitios donde acostumbra ir a comer, caminar por sus calles y especialmente por la avenida peatonal Morelos, en el centro de la ciudad, porque dice que ahí encuentra muchas historias.
Para ella, la poesía es una parte fundamental en su vida; gracias a ella puede ver la realidad con una mirada especial, en la que lo simple se vuelve extraordinario.
“La poesía es algo que te renueva por dentro y a parte te permite volver a enamorarte de muchas cosas que a veces en el camino diario olvidamos; olvidamos voltear al cielo, ver la luna, las estrellas; olvidamos sentir el calor del sol, disfrutar el silencio en una noche, disfrutar una lluvia de verano, o el vuelo de las hojas en otoño, ¡ah como les escribo a esas hojas que se van!
“Olvidamos muchas cosas en el trajín diario y dejas de voltear a ver la belleza que te rodea. Para mí la poesía es lo más hermoso de mi vida”, concluyó la poeta regiomontana.