
Una coproducción de México y Estados Unidos cuenta la historia de la cantante del género ranchero, cuya desgarradora forma de interpretar la música vernácula la convirtió en una leyenda viviente que, no obstante, nunca tuvo el reconocimiento que se mereció, debido a su abierta homosexualidad y su grave problema de alcoholismo.
Mucho se ha escrito sobre Chavela Vargas y su voz. En alguna de sus canciones, el español Joaquín Sabina aseguró que la intérprete tenía una voz “de rayo de luna llena” y anhelaba “reír como llora Chavela”.
Escucharla interpretar las canciones de José Alfredo Jiménez con esa forma tan desgarradora, como si la voz le saliera de las entrañas en lugar de la garganta, es una experiencia de la que nadie puede salir siendo el mismo.
Y aunque la intérprete se convirtió en objeto de culto en México y España, nunca tuvo el reconocimiento que se mereció, debido a su abierta homosexualidad y el severo problema de alcoholismo que casi le cuesta la vida.
La fascinante historia de esta mujer, quien se atrevió a ponerse pantalones y cantarle a otras mujeres desde la década de los cuarenta, es presentada en el documental Chavela Vargas, dirigido por las realizadoras Catherin Gund y Daresha Kyi.
Las creadoras cuentan la historia de “la Vargas” desde la perspectiva de quienes la conocieron, amaron y soportaron, además de amigos tan cercanos como el cineasta español Pedro Almodóvar, responsable de haberla convertido en un ídolo al otro lado del Océano Atlántico.
Uno a uno, amigos, compañeros, amantes, contemporáneos y la misma Chavela, van desenvolviendo al personaje que se considera la mejor intérprete de las canciones de José Alfredo Jiménez.
El documental está aderezado con añorables momentos y, especialmente, con la voz de Chavela Vargas, que permiten al espectador entender un poco la dimensión del talento de esta mujer.
La película se ha hecho acreedora al Premio del Público en el Festival de Berlín y se estrenó en las salas mexicanas el pasado 2 de agosto.