Felipe describe en su obra el peregrinar de Diego de Montemayor y las 12 familias que lo acompañaron desde Saltillo hasta los ojos de agua de Santa Lucía para fundar Nuestra Señora de Monterrey.
“Cabrito En Su Sangre con tortillas de harina. Carne enjuta, entera, aromática. La grasa se coagula. El cabrito. Y se chupan los dedos. Y El Ángel De Los Ojos De Piedra dispara su vuelo. Y surca los aires desde El Faro Del Comercio hasta el restaurante. Y El Ángel cruza los vidrios del restaurante. Y El Ángel Se cuela hasta nuestro cabrito”.
Esta imagen que provoca y estimula el apetito del lector es un fragmento del quinto capítulo de la historia de “Barrio de Catedral”, el más reciente libro de Felipe Montes Espino Barros.
En “Casa Natal” (1996), Felipe Montes hizo su debut en el mundo literario cuando se propuso desde entonces que iba a escribir sobre Monterrey, La Sultana del Norte y ha cumplido su promesa cabalmente, pero afirma que el gran poema dedicado a La Ciudad de las Montañas aún no ha terminado.
“Veinte años después de ‘Casa Natal’, cuya portada hizo Saskia Juárez ex profeso para el libro y que representa una parte de nuestro Barrio de Catedral y ahora, en el 2016 en que aparece “Barrio de Catedral”, “con una portada de Geroca, que también se ubica en el barrio, es muy oportuno hablar acerca de las vinculaciones espirituales entre un libro y otro.
“‘Casa Natal’ y ‘Barrio de Catedral’ son los dos únicos libros que tengo que no abordan sólo una sección del gran poema que estoy haciendo que se llama ‘Monterrey’, sino que en el primero 121 poemas y en el más reciente, cinco capítulos, estas secciones van dispersas dentro de la obra, cada una de acuerdo con la cronología del poema Monterrey”, indicó.
Con su particular estilo, Montes describe el peregrinaje de Diego de Montemayor y las 12 familias que lo acompañaron desde Saltillo hasta llegar a los ojos de agua de Santa Lucía y fundar Nuestra Señora de Monterrey; comparte los recuerdos de la familia Espino Barros, cuya casa se ubica en el Barrio Antiguo y culmina con un relato sobre dos ángeles que sobrevuelan la sierra madre.
Como todo lo que ha escrito Felipe -quien dirige “Felipe Montes, Fábrica Literaria, Sociedad Civil ” con un importante número de “obreros”-, es sobre esta gran obra que lleva por nombre Monterrey, considera que “Casa Natal” , “Barrio de Catedral “, “El enrabiado” , “Catedrales”, “El Evangelio del niño Fidencio”, entre otros, son pedazos de poema que se integran a la gran producción.
“Como todas mis obras publicadas y por publicar, son parte de un sólo poema, pues ni siquiera podemos decir que son novelas con tono poético, sino que son pedazos de poema”, argumentó.
ÁNGELES FELIPIANOS
Uno de las figuras emblemáticas de Monterrey para el mundo es el cabrito, y por ello aparece en “Barrio de Catedral” como el manjar de los dioses, pero en este caso el manjar de los ángeles, de los ángeles felipianos, que a diferencia de los celestiales, prefieren lo saldado a lo dulce.
¿Por qué a uno de los ángeles de tu historia se le antoja el cabrito, no se supone que les gusta lo dulce?
“Es que no conocen los ángeles que yo conozco. La gente suele asociar por impulso religioso a los ángeles y a los demonios con la religión, creyendo que son entidades espirituales y mis ángeles y mis demonios son animales, como yo.
“Y es que muchos son híbridos, porque muchos son de cierto tipo y tienen mucha mezcla con vegetales y con muchos animales y minerales”, explicó.
Reveló que crear seres como estos, se debe a que de niño sus lecturas no eran los clásicos cuentos infantiles, sino libros relacionados con la fauna y flora, la naturaleza en general, pues aunque Montes es agrónomo de profesión, confiesa que en realidad debió haber sido biólogo.
“Mi profesión fue una derivación de esa pasión que yo tuve desde niño por la naturaleza, pero realmente la agronomía no está tan cerca de la naturaleza, sino más bien la explota y eso no me gusta.
“Y por mi pasión por las artes y sobre todo por la literatura, estoy combinando aquí ese gusto por crear seres vivos y ese gusto por contemplar a los que conozco. Entonces no estoy más que haciendo una combinación a mi voluntad de aquellos elementos de la naturaleza que quiero, para colocarlos aquí en ángeles, en demonios y en otras partes en brujas, fantasmas o dragones”, expresó.
EL MITO DE LOS REGIOS
Para el resto de los mexicanos, los nuevoleoneses, especialmente los regiomontanos son como una especie aparte. Desde los primeros atisbos del progreso, los habitantes de La Sultana del Norte se fueron ganando una serie de calificativos como: “gente trabajadora”, “francos”, “directos”, “emprendedores”, “exitosos”, “bravos”, etcétera, pero para el escritor somos mucho más que eso.
Montes Espino Barros celebró que ahora se esté cambiando la forma de pensamiento que se basaba en que la vida depende del dinero y por ende del trabajo, y que el tiempo y la energía mental se invierta en que no nada más los regiomontanos son buenos para hacer dinero, sino que también son buenos escritores, pintores, músicos, artistas en general.
“Estamos cumpliendo 420 años en este 2016 y ya todo esto está cambiando. La gran cantidad de títulos de autores regiomontanos y con base con los muy honrosos antecedentes que tenemos de Felipe Guerra Castro hace 116 años, de Irma Salinas Sepúlveda y de Adriana García Roel y tanto antecedente ya se puede hablar de una robustez y una madurez en la Literatura Regiomontana.
“Actualmente estamos en editoriales de mucho prestigio que saben apreciar estas rarezas que producimos algunos de nosotros o esta robustez de novelas como las de Hugo Valdés o David Toscana; o esta violencia y finura de los versos de Armando Alanís y la tragedia tratada por María de Alva, por ejemplo ”, destacó.
Felipe Montes Espino Barros sigue trabajando en su gran poema y al mismo tiempo está reclutando obreros para su Fábrica Literaria, invita a sus amigos y alumnos a ejercitar su imaginación y creatividad en su gimnasio literario y para no perder la costumbre, seguirá siendo padrino del primer libro de algún joven escritor o escritora regiomontana.