La obra de Jaime Flores es inconfundible: enmascarados y enmascaradas en diferentes situaciones que, siempre, están envueltos en una explosión de colores. En entrevista, el pintor regiomontano habla sobre su carrera y su incursión en el muralismo.
Cualquiera que ha estado en alguna galería, bar, o centro cultural del centro de Monterrey conoce su obra. Sus ‘enmascaradas’ son inconfundibles y nunca pasan desapercibidas, debido a la explosión de colores que ofrecen a los ojos del espectador.
A juzgar por la cantidad de lugares donde se exhiben sus cuadros, se podría decir que Jaime Flores es, quizás, el pintor más conocido de la capital de Nuevo León; sin embargo, irónicamente, muy pocos pueden ubicarlo por nombre.
Esto no molesta al autor regiomontano, quien desde el inicio de su carrera ha optado por manejarse en un bajo perfil. De hecho, su primer empleo dentro del arte lo hizo cubriendo su rostro con una máscara.
La anécdota es más o menos así: hace años, alguien invitó a Jaime a realizar caricaturas en un programa transmitido por el sistema estatal de televisión. Buscando combatir los nervios de estar frente a la cámara, el joven artista decidió aparecer a cuadro cubriendo su rostro con una máscara de luchador color negro.
La idea no sólo marcó a Jaime en lo que sería el camino de su vida, sino también le dio un rumbo a lo que iba a ser toda su obra.
“Uso máscaras porque me gusta mucho unificar a las personas, a los seres humanos. Digamos que no hay bonitos ni hay feos, no hay gordos ni hay flacos, no hay güeros o prietos, todos son personas.
“Es como cuando ves un gato y no te preguntas si es hembra, si tiene críos, si está castrado, es un gato, y así quiero que vea la gente a las chicas que hago y los personajes que hago, son personas nada más”, explicó.
Desde entonces, Jaime ha sostenido una carrera en donde la prioridad son sus cuadros, no que la gente conozca su nombre.
“Sin falsa modestia te diría que me agrada que ‘mis niñas’ anden por todos lados. Yo creo que lo importante es el trabajo, no uno, imagínate si yo fuera el protagonista y pintara muy feo, entonces todo estaría al revés, no funciona así.
“Yo creo que la gente debe de ver la obra, entonces mientras menos me conozcan me parece que es mejor; o sea, siempre deben de conocer más mi obra que a mí, esa es la idea, por eso siempre manejo un perfil medio bajo para que sea la obra la que sobresalga”, sentenció.
Además de pintar a todos sus personajes enmascarados, otro de los detalles que identifican a la obra de Jaime es el uso del color. Todos sus trabajos son una explosión de tonos que ofrecen una interesante experiencia al espectador.
Irónicamente, quienes lo conocen saben que el artista siempre usa ropa color negro. Hasta sus uñas están pintadas de ese color.
La indumentaria monocromática no responde a una decisión por moda, sino una necesidad, como lo explica el autor.
“Imagínate si tuvieras 23 años trabajando con color… cuando sales a la calle necesito descansar mi vista, incluso en las uñas, o sea necesito estar monocromático porque es un descanso para mí.
“Siempre tengo que estar resolviendo qué colores voy a usar, dónde los voy a poner, cuál es el más claro; entonces es por eso, porque necesito un descanso”, explicó.
UN PINTOR DE ESTA TIERRA
Durante la entrevista, Jaime se definió como un pintor regiomontano, una tierra que difícilmente puede abandonar por mucho tiempo, pues siempre se siente obligado a volver.
> ¿Qué tanto se nutre tu arte de esta ciudad?
Son los colores que yo veía en mi casa. Desde niño dibujaba colores así y luego los veía en murales, en los mismos árboles, en el mismo cielo, pues como dice Jaime López: “el cielo azul norteño”.
> ¿Te consideras un pintor de casa, de aquí de Monterrey?
Definitivamente. Los viajes que he hecho, los lugares en los que he estado, he descubierto es como un lenguaje muy mío, muy de acá, todas mis ideas las he tenido aquí, entonces a mí me interesa mucho que se sepa que es aquí.
> Has estado en Sudamérica, Norteamérica, ¿por qué regresar al calor de Monterrey?
Es que aquí están mis muertos, aquí están mis calles, aquí está mi gente; o sea me puedes dejar en cualquier calle y ya sé qué hacer, me cuesta trabajo y tiempo arraigarme a otros lugares.
En Buenos Aires estuve un par de años y un domingo me levanté y quería menudo, imposible. Iba mucho al cine para comprar los nachos pues eran tortillas. Luego hay cosas que extrañas de acá; es eso, el adaptarme otra vez y rehacer todo, necesitaría ser algo muy importante para decidirme.
Sin embargo, no estoy peleado con la idea, yo puedo irme a vivir hasta en África, pero tendría que ser un motivo muy importante, no por gusto.
SU INGRESO AL MURALISMO
Tras años de usar el lienzo como la forma de presentar su arte, Jaime decidió dar un giro en su carrera y, de pronto, se encontró haciendo murales, una decisión que lo tiene contento.
“Me saturé del lienzo, o sea de enero a julio habré pintado 20 y luego busqué empezar a ilustrar, empecé un montón de ilustraciones, cerca de 80 en diferentes formatos, pero como que no era por ahí, yo quería seguir produciendo, pero ya el lienzo me tenía saturado, son 23 años de hacerlo.
“Yo buscaba qué hacer y solo llegó, me pidieron un mural, lo hice y a raíz de ese me pidieron otro, y de aquí voy a hacer seis en total, además de que tengo dos pendientes en otros lugares.
“Entonces fue un poco casual, pero descubrí que era lo que buscaba porque ya trabajar en gran formato es bastante divertido”, manifestó.
> ¿El acercamiento en el mural es diferente al del lienzo?
Sobre todo ver la cuestión de la iluminación, porque al cuadro le puedes poner unos leds y dirigir la luz pero las estructuras, los edificios, tienen su luz establecidas, entonces tengo que trabajar pensando que no tengo una luz directa.
> Trabajas mucho con el color ¿te encontraste que un color cambie al colocarlo en el muro?
Si cambia un poco, de hecho en mi trabajo los colores no los uso tal cual de la fábrica, yo me hago mis propios colores, tengo unas fórmulas, como decía Dalí que era un ‘cocinero del arte’; yo pienso que tenía razón porque agarras y haces tus mezclas para que el color salga más tuyo.
Por ejemplo, yo no compré rosa, yo lo hice. Los tonos de azul los hice yo, los verdes los hice yo, entonces sí me obligó a modificarlos un poco porque es otra luz, eso me orilló a hacer las mezclas.
Para Jaime, la decisión de pintar murales conlleva el riesgo de ingresar a una disciplina que no ha tenido una buena recepción en Monterrey, basta recordar el triste ejemplo de la controversia generada por la obra del “Dr. Lakra” en el túnel de la Loma Larga.
“Desgraciadamente no hay cultura para ello, no estamos preparados para tener obras afuera, porque si bien se van deteriorando y la gente no les pone atención es muy difícil hacerlas.
“Yo me voy más a trabajo para interiores como lo que estoy haciendo ahora, tal vez haga la fachada, cuando termine todo estoy viendo si hago la fachada, pero afuera es muy difícil, con las mismas esculturas sucede, ¿no? Ya ves dónde ha estado rodando ‘El Caballito’.
“Pero luego sucede que no te dicen qué es la obra ni quién lo hizo, o cuánto va a estar, entonces la gente también se desanima, o sea no está informada y no tiene dónde informarse”.
> ¿El público en Monterrey sabe apreciar?
Pues estaría mal si no, yo supongo que sí porque si no, estaríamos muy mal.
> ¿Te ves mucho tiempo en esta etapa de muralismo?
Lo divertido es no saber qué sigue, hacia dónde vas, porque si lo programas y lo tienes establecido tiendes a relajarte y aburrirte un poco; no sé, supongo que termino el año haciendo los murales que me faltan, pero el otro no sé, si siguen pidiendo los hago, pero también tengo que pensar en la obra de caballete pues como tengo rato que no expongo, necesito vigencia.
> ¿Dónde crees que estás ahora?
Lo más interesante es no saberlo, pero conscientemente dejar que se vaya, porque yo ni siquiera pensaba distorsionar la figura.
A mí me gusta mucho el cubismo, y empecé a buscar una manera de hacerlo. Lo interesante de la cultura es que haya contracultura y entonces si tu ves cómo es la tendencia plástica, tienes que buscar hacer la contra.
Yo descubrí que actualmente no se hacía cubismo, entonces dije ‘¿cómo puedo adaptarlo a mi trabajo, que se vea cubista pero que no lo sea?’ porque debo reconocer que me falta mucho para ser un buen pintor cubista, pero dar mi versión de eso, que sea una cosa diferente a lo que hace el resto de la gente.
JAIME Y LAS REDES
Al ser un pintor de bajo perfil, es obvio que Jaime no sea un creyente en el poder de las redes sociales. De hecho, ha sabido sortear la tentación que ofrece mostrar su obra en estas plataformas para que todo el mundo las pueda ver.
“Yo estoy alejado de las redes, no tengo ni Facebook ni Twitter. Tengo un Instagram que no manejo yo, sino una amiga, ella lo maneja y yo solamente le paso fotos y me tiene al tanto de las cosas.
“Es interesante conocer a gente de otros lugares, mientras más se vea, mejor, pero yo no quiero depender de la red, porque yo todo lo que hago, lo que me piden y los que me buscan para comprar, es directamente”, indicó.
Para el pintor, no existe mejor manera de vender su obra que conocer a la persona que la quiere comprar, un contacto que las redes sociales no pueden ofrecer.
“Yo no quiero perder el ver a los ojos a la persona y saber si lo quiere o no. Tú ves cuando alguien te pide una obra si lo quiere o no, te das cuenta con el tono de voz, con la postura, las señas que te da sin hablar, pero no puedes leerlo en caracteres, si no sabes si realmente le gusta o está preguntando porque no tiene nada qué hacer y quiere preguntar, entonces yo prefiero el trato directo”, dijo.
> Nada le gana a la sinceridad del trato directo, porque un ‘like’ no te dice nada…
Exacto, es un pulgar arriba nada más. Nada le gana a los ojos.