
Priscila Palomares debuta como novelista con Champú, inspirada en un table dance que alguna vez existió por la avenida Colón en el Monterrey de noche. Ese que da vida a muchos seres que habitan en las sombras, en las guaridas de los sobrevivientes al monstruo del asfalto que abre sus fauces para devorar a los noctámbulos de una ciudad que nunca descansa, que nunca duerme.
Palomares narra la historia de Fabiola, una mujer a quien la vida se ha empeñado en poner a prueba desde que era una niña, pues creció con un padre inválido, y prácticamente tenía la responsabilidad de mantenerlos a ambos.
“Los mejores días de Fabiola fueron aquellos en los que tenía tiempo para jugar. Su papá nunca trabajó, ni tuvo ganas de meterla a la escuela y mucho menos de llevarla, puesto que desde que ella tenía memoria él era paralítico.
“De buenas que había un parque enfrente de su casa, en el que podía quedarse toda la tarde jugando a las escondidas o a la mamá. Sí, los columpios estaban rotos, había tubos que les hacían falta los pasamanos y las porterías estaban delineadas con gis en la tierra. Pero los juegos que disfrutaba Fabiola eran aquellos que podía compartir con las niñas de la colonia. Su juego favorito era: ¿qué quieres ser de grande? Ella siempre contestaba lo mismo . Enfermera, quiero ayudar a los demás”, reza una parte de Champú.
Luego de una serie de eventos desafortunados, Fabiola termina trabajando en el Champú para mantenerse ella y a su novio-amante, pero alberga la esperanza de que uno de sus clientes la va a llevar a vivir con él lejos, y dejará esa vida y ese lugar de una vez por todas.
Para escribir Champú, editado por la UANL, Priscila decidió asomarse y adentrarse a ese mundo nocturno de los antros, de los “teibols”, de las cantinas, en los que hay un montón de personajes que desean salir del anonimato.
“Yo quería ir principalmente al Champú que estaba al lado de la Casa de la Cultura en Colón, pero ya había quebrado; entonces fui a unas salas de masaje que estaban más o menos por ahí o por Madero y fui al Harem, donde saqué muchas historias, al Chocolate y a otros dos”, compartió la chica que estudia letras.
Para hacer un retrato fiel de un antro, Priscila tuvo que pagar cien pesos la entrada, cuando a un hombre por lo regular le cobran 10 pesos el cover . La cuota para hacer más fidedigno su relato fue de un billete de cien más el costo del “servicio”, para así poder entrevistar a las profesionales del tubo.
Llama la atención que en la dedicatoria sobresale el nombre de Mujer Luna Bella, quien se hizo muy popular en las redes sociales por publicar sus hazañas, primero como teibolera y posteriormente por dar detalles de su vida privada como su conversión al cristianismo y, más recientemente, su sueño de ser artista.
“Yo le mandé muchos correos y quise localizarla, pero no me contestó. Se lo dediqué porque me inspiró para hacer el personaje de ‘La Güera’ que es la estrella del Champú”, señaló la autora.
La novela aborda diversas temáticas como la prostitución, el aborto, la adopción en parejas gay, la violencia doméstica, la corrupción del sistema y el desempleo.
“Algo que para mi era muy importante al momento de escribir (la novela) es que hay mucha gente que tiene un trabajo que no le gusta y que quiere huir de el, sin embargo, se nos olvida muchas veces que todas las cosas que hemos hecho nos han encaminado a ser lo que somos.
“Y yo lo que quería plasmar era justamente eso, que las acciones que hemos hecho nos han llevado a este lugar, y hay veces en las que nos orillan y pensamos que no hay de otra.
“Algo que veía muy presente en las vidas de estas mujeres que entrevisté es que todas me decían: ‘si me gusta mi trabajo, pero además soy mamá’; y me hablaban de sus hijos, de que algunos no viven con ellas y todo lo que habían pasado con sus parejas, etcétera. Entonces yo sentí que esa era la historia que ellas querían contar”, indicó Palomares.
Y en toda la historia Monterrey compite por el protagonismo, porque aparece en todas las escenas importantes. Hay pasajes en la avenida Constitución, en la Alameda, la Calzada Madero y obviamente el Cerro de la Silla no podía faltar.
“Creo que hay mucho de donde rascarle a Monterrey, sobre todo porque yo me siento regia; mi familia es regia y esta cultura regiomontana que se plasma en los espacios, y que solita emerge es muy importante porque mis personajes son regiomontanos completamente y el lugar lo tiene que ser”, subrayó.
Priscila Palomares, de 22 años de edad, ha publicado antologías en revistas nacionales e internacionales. Dirigió la revista artística Ahí Muere, e imparte talleres de escritura creativa en espacios culturales e instituciones privadas.
Su primera novela, Champú, ganó el Laboratorio-Convocatoria Nuevo León (2015). Actualmente trabaja en un poemario.