Vestirse o caracterizarse como algún personaje se ha vuelto una tendencia en la cultura popular japonesa, que ha trascendido fronteras y se conoce como cosplay. Aunque parece una simple moda para personificar a los ídolos en las grandes convenciones de animación y manga, esta práctica de “transformación” de las personas es un fenómeno social que se ha estudiado desde diferentes perspectivas.
Una de las imágenes más vistas en el mundo en el año 2016 fue la clausura de los juegos olímpicos de Río de Janeiro y la repentina aparición del primer ministro japonés Shinzo Abe en el centro del escenario, vestido como el famoso personaje de videojuegos Mario Bros. Su presencia era la conclusión de un vídeo para promover los próximos olímpicos de Tokio, en el 2020. Además del deporte, no podían faltar figuras de animación o caricaturas como Doraemon, Hello Kitty, Packman, y otros íconos de la llamada “cultura kawaii” (figuras lindas y tiernas) de Japón.
Año nuevo ¿rostro nuevo? El inicio de ciclos reta a muchas personas en el mundo al cambio: de rutina, de lugar, de apariencia, pero ¿qué pasa cuando intentar “ser otro” se vuelve una forma de vida?
¿Quién no se ha disfrazado alguna vez? Tal vez muchos recordamos que algún día nos vestimos como un súper héroe, un personaje histórico o un ser temible para alguna fiesta especial.
En Japón, esas ocasiones especiales se vuelven cada vez más comunes para personas que dedican gran parte de su vida al escape del mundo real, a través de la transformación.
Cosplay es una contracción de las palabras en inglés: costume-play, y se refiere a personas (cosplayers) que suelen representar a sus ídolos con disfraces, accesorios y trajes especiales. La página web “Cure” es probablemente el centro virtual más grande de atracción para este tipo de personas. Cuenta con más de 1.2 millones de usuarios, según comenta el responsable, Inui Tatsumi, al portal Nippon.com.
Es imposible contabilizar el número de cosplayers en este país. Puede haber cientos de miles dedicados formalmente a caracterizaciones como personajes populares de animación y videojuegos, pero existen millones que practican otro tipo de transformaciones.
En la cultura popular japonesa hay gran cantidad de variantes que inspiran a muchos a adoptar roles especiales. Algunos estudios han observado categorías como: Lolicon o “complejo de Lolita”, en el que las chicas se presentan con un toque de ingenuidad, al estilo del personaje literario de Vladimir Nabokov; Shotacon, o “complejo de Shotaro” que es parecido pero entre los varones; Crossplay, en el que se asume un disfraz del sexo opuesto; Kigurumi, que es la tendencia a vestirse de muñeco, osito o mascota de peluche; Meido (pronunciación japonesa de “maid”), que es la moda de presentarse como camarera, y que ha transcendido a muchos países a través de las llamadas “cafeterías meido”.
Entre éstos y los muchos personajes populares de manga, se pueden encontrar abundantes fuentes de inspiración para los cosplayers, que suelen ser mayormente jóvenes, pero también han extendido la tendencia entre niños y adultos mayores.
Más allá de anclarse sólo en la cultura japonesa o en la fantasía, hay quienes asumen otra identidad como homenaje a personajes reales de otros tiempos y otras latitudes. Así ha pasado con el académico japonés que cambió su nombre a Seiro Bantaro (inspirado por la literatura de Cervantes); el famoso “Tokyo Bob” que lleva décadas cantando como Bob Dylan en un bar nipón; o los Elvis Presley japoneses que todos los domingos bailan en Yoyogi y otros parques de Tokio.
LAS GEISHAS: OTRA CARA
Cambiar de identidad no es sólo una tendencia de estos días.
Para sorpresa de muchos, las afamadas geishas de hace varios siglos, también se disfrazaban. Las “mujeres del arte” se caracterizaban como personajes históricos o de algún cuento y desfilaban por Kyoto, la antigua capital imperial. Además, como una forma de entretenimiento y en eventos rituales, se podían ver disfraces de animales, según se aprecia en algunas xilografías o “Ukiyo-e” de la época Edo.
En tiempos modernos, la tendencia de los fans estadounidenses de “Star Trek” a disfrazarse como los protagonistas de esta película, animó a los aficionados japoneses que hacían sus propias historietas de manga (Dōjinshi) a caracterizarse como el “Capitán Tsubasa” o “Los Caballeros del Zodiaco” para vender sus trabajos en ferias especiales.
Estos eventos tenían gran repercusión en los medios de comunicación. Además, en otros países, como Estados Unidos, el boom de “Star Wars” y la fama de los personajes de animación japonesa, inspiraron las primeras competencias. En ese contexto se popularizó el término cosplay.
El boom del cosplay japonés entre la década de los 80 y 90, se convirtió en un fenómeno mundial con “Neon Genesis Evangelion”, serie que puso de moda el personaje de Eva, entre cosplayers de muchos países.
Posteriormente, series como “Naruto” y “One piece”, entre otras, han trascendido al representar personajes legendarios como ninjas, piratas y samuráis. Esto ha incrementado el número de aficionados al manga y el anime japonés en el extranjero y ha vuelto el cosplay un fenómeno internacional.
JAPÓN Y SUS PERSONAJES: PARA TODOS LOS GUSTOS
¿Quién no recuerda a algún personaje de caricatura o serie japonesa que marcó su infancia?
La diversidad de personajes en un amplio universo de series de televisión, animación y manga japonesa, la popularidad de la televisión e Internet ayudaron a que este boom creciera. Pero el gusto pasó a ser un laborioso homenaje o una pasión para muchos, por lo que se iniciaron las ferias de manga para el encuentro de los fans disfrazados.
Según el responsable de la página web “Cure”, en Japón se celebran entre 10 y 20 festivales de cosplay todos los meses. Algunos se realizan en grandes centros de convenciones, y a veces se mezclan con conceptos de videojuegos, tecnologías, revistas o “comics”. El Tokyo Game Show, Niconico Chokaigi o el Comiket (comic market) son de los más conocidos, con cientos de miles de participantes.
Sin embargo, el cosplay no se limita a estos eventos. Akihabara, la meca de la animación y videojuegos, en Tokio, es un desfile de disfraces permanente. Existen además los parques amigables o “Cosplay friendly park” en todo Japón, donde los paseantes suelen caminar al lado de Naruto, Pikachú o Batman, de manera natural.
Y en lo cotidiano, no es raro encontrarse todo tipo de personajes fantásticos, en los trenes, centros comerciales, bebiendo un café o en la fila para el baño.
Muchos cosplayers diseñan y hacen sus propios trajes y accesorios. Sin embargo, por su demanda, las tiendas especializadas se han multiplicado. Algunas personas venden los trajes o los accesorios hechos a mano. La suma que se invierte en cada traje puede cambiar. En promedio un disfraz puede costar unos 10 mil yenes (alrededor de 90 dólares), y una peluca 3 mil yenes (unos 26 dólares). Por supuesto, para quienes hacen sus propios disfraces se pueden conseguir materiales en las famosas tiendas masivas de 100 yenes (menos de un dólar) pero la cantidad de accesorios y el tiempo de trabajo puede hacer más laborioso el disfraz.
NUEVOS MEDIOS
Y VIEJAS MASCARAS
Las redes sociales son un gran escaparate para el cosplay y hay páginas oficiales o de amplia popularidad como “World Cosplay”, que se puede consultar en 12 idiomas y cuyos usuarios son mayormente extranjeros. Ahí están los cosplayers más famosos de países asiáticos, americanos, europeos.
En Japón existe el campeonato mundial o World Cosplay Summit, que desde el 2008 es apoyado incluso por el Ministerio de Asuntos Exteriores, el de Transporte y el de Economía. Italia, Brasil, Francia y México son países que han ganado esta competencia internacional. Los participantes llegan con amplia experiencia, puesto que en sus países ya se ha vuelto también una tradición celebrar eventos especiales de cosplay. Así, hay competiciones y muestras importantes como la Yamato Cosplay Cup en Brasil; el Eurocosplay, en Europa; el Torneo Internacional de la AIC (Latino América y el Caribe), así como una gran cantidad de eventos en Estados Unidos, España, entre otros países.
La tradición de disfrazarse es común en muchas culturas. Ana Piñán Álvarez, profesora de lengua española en la universidad de Estudios Internacionales de Kanda, recuerda que los carnavales, previos a la cuaresma, tienen una larga tradición en España y otros países: “se hacía una festividad antes de esos días duros, y todo valía, así que se usaban máscaras para que nadie supiera quién había hecho cada cosa”. Anna Escribano Sabio, estudiante española en Japón, coincide con esto y reconoce que ha visto en su país tanto disfraces comunes de tipo histórico, como ahora quienes hacen cosplay de manera más profesional.
Por su parte, Christian Saúl Olmos Díaz, estudiante mexicano en Japón, agrega que el folklore de su país heredó danzas de la época colonial, en las que la población usaba disfraces para satirizar la imagen de los españoles como “los viejitos”. O aprendió también a representar a los personajes de la Navidad cristiana, a través de piezas teatrales llamadas pastorelas.
Juan Carlos Torres Moreno, también estudiante mexicano en Japón corrobora que, en su país, junto a esas formas tradicionales de disfraces, se ha vuelto muy popular el cosplay al estilo japonés, gracias a convenciones de anime, comics o manga, que se realizan desde hace más de una década en diferentes ciudades, y que conoce por experiencia propia
¿QUIÉNES Y PARA QUÉ
SE DISFRAZAN?
Ryuen Hiramatsu, psicólogo de la Universidad de Toua dice en un artículo académico que el cosplay tiene un efecto liberador de la rutina, y que puede llevar a identificarse interiormente con un personaje de animación. Otro especialista de esta rama, Syujiro Sugita, profesor de la Universidad de Bunka Gakuen comenta que: “disfrazarse colectivamente del mismo modo germina el compañerismo y se vuelve una forma efectiva de comunicación. Hay mucha gente tímida en Japón, pero en eventos masivos como la popular noche de Halloween, muchas personas se hacen fotos con desconocidos que se disfrazan igualmente”.
Desde el punto de vista económico, el cosplay es una gran industria que mueve recursos entre la compra de trajes, cosméticos y accesorios, publicaciones, videojuegos, pago de entradas, transporte, alojamiento, viajes, difusión, etc. Además del campeonato mundial antes referido, el popular Tokyo Game Show también cuenta con la participación de importantes ministerios del gobierno japonés, más de 600 compañías y cerca de 271 mil personas. Y sirve para promocionar el turismo.
El cosplay puede ser también una llamativa forma de protesta social. Para sorpresa de muchos, un comando armado al estilo SWAT suele tomar importantes avenidas de Tokio, con impenetrables máscaras, trajes oscuros y armas… de juguete. Se hacen llamar NEET, parodiando un término algo despectivo acuñado en los 80 para señalar a los jóvenes que quedaron sin trabajo ni educación superior durante la época de crisis económica. Estos cosplayers retomaron el acrónimo como “Not Employment Embattled Team”, o el escuadrón armado contra el trabajo.
Estos defensores del esparcimiento, la vida sin trabajo y sin estrés, practican el cosplay como “una expresión de rebeldía o descontento con la sociedad japonesa”, según observa Noriaki Tajima, profesor de la Universidad de Estudios Internacionales de Kanda, quien ha investigado la situación de los jóvenes trabajadores en Japón, luego del estallido de la llamada “economía de burbuja”.
La tendencia a transformarse en un personaje de otra realidad o de la fantasía, puede ser mucho más que una moda infantil japonesa. Hay una larga historia y un profundo mensaje social e individual tras las máscaras. Como escribiría alguna vez el autor Kobo Abe, especialista en el tema de la identidad: “El tormento de estar preso es no ser capaz de escapar de uno mismo alguna vez”.
Texto elaborado por alumnos de español de la Universidad de Estudios Internacionales de Kanda, Japón: Kenny Fujiwara, Rika Tsunemi, Sayaka Katayama, Reima Arata, Mikiko Shinya, Yu Hatano, Yumika Itoh, Kota Ushio, Karin Ishibashi, Kentaro Matsunaga y Silvia Lidia González (profesora).