“A finales de enero, el viento frío de la montaña nevada trajo más refugiados de la frontera con España, miles de ellos atravesaron los Pirineos orientales en medio de la crudeza del clima para escapar de los franquistas que, para entonces, habían ganado Barcelona.
“Caminaban lento, llevaban consigo lo que habían podido salvar de sus hogares abandonados en el último minuto: fardos improvisados, viejas maletas. La mayoría iban envueltos en mantas para protegerse del frío”, dice uno de los primeros párrafos del capítulo “Machado y los exiliados, Banylus-sur-mer, febrero de 1939” de la novela Aquellas horas que nos robaron. El desafío de Gilberto Bosques, de Mónica Castellanos.
El diplomático mexicano Gilberto Bosques Saldívar salvó la vida de miles de refugiados judíos y españoles que huían del régimen de Franco, por lo que se convirtió en un héroe para todos ellos; desafortunadamente su historia no es tan conocida.
Fue entonces que Mónica Castellanos decidió hacerle justicia y se puso en contacto con Laura, la hija de don Gilberto, con quien realizó una serie de entrevistas que fueron la base para escribir esta novela.
Laura Bosques Manjarrez es la voz narradora de Aquellas horas que nos robaron, y junto con sus hermanos Gilberto y Teresa, se dieron a la tarea de conservar un vasto archivo con cartas, fotografías y otros documentos que dan fe de la gran hazaña de su padre, que merece ser honrada.
“Tuve la oportunidad de estar con su hija Laura, de entrevistarme con ella y luego de estar dos o tres días platicando; lo único que me pidió que mantuviera fielmente todos los hechos relacionados con su padre.
“Es decir, en cuanto la vida de don Gilberto, la novela mantiene una historia muy fiel, pero en los demás personajes sí me doy algunas licencias”, comentó la cofundadora del Centro de Estudios Familiares y Sociales.
“Recordé a los refugiados españoles en los campos: a los niños de los albergues. A los judíos deportados. A los miembros de la delegación de Brasil. Me sentí culpable por estar a salvo. Como si me hubiera leído el pensamiento, mi padre asintió. Ni por un segundo dudaba que él se sintiera exactamente igual. Con seguridad algo idearía para continuar con la ayuda.
“Nos recibió el clamor de ocho mil personas que abarrotaban el andén, los pasillos, las escaleras y cualquier espacio en la estación de tren. Ahí estaba esos rostros conocidos de mi padre. Españoles, alemanes, franceses, libaneses, italianos, austriacos, polacos y tantos otros que, al saber que Gilberto Bosques regresaba de su cautiverio en Alemania, se habían volcado a recibirlo”, se lee en el capítulo “Ese hombre era mi padre, México, 29 de marzo de 1944”.
La autora refirió que las entrevistas que tuvo con Laura fueron el punto de partida de una gran investigación que realizó para poder estructurar la novela, en la que hay dos historias paralelas: la de Gilberto Bosques y la de Guillermina y Francese, dos exiliados españoles.
“Mi investigación inició con la entrevista que le hice a Laura, de ahí me fui al archivo histórico Genaro Estrada en la Secretaría de Relaciones Exteriores, en donde pude documentarme de toda la información acerca de su labor diplomática.
“También tomé bibliografía de otros autores como ‘La diplomacia al servicio de la libertad’, del periodista francés Gerard Malgat, quien escribió sobre la época en que don Gilberto estuvo en Francia, así como de Ana María Dolores Huerta, autora de ‘Chiautla y Puebla en mi vida’ en la que hay datos sobre la infancia y juventud de Bosques”, señaló Castellanos.
En cuanto a la otra parte de la novela que está dedicada a los exiliados, Mónica mencionó que recurrió a los testimonios de sobrevivientes de los campos de internamiento y de los descendientes de los sobrevivientes.
“Eran testimonios muy duros, muy dramáticos; yo no conocía esa crudeza del exilio español y escuchamos mucho sobre los campos de concentración judíos, pero al menos yo no sabía sobre los campos de concentración de los españoles”, apuntó.
Destacó que cuando entrevistó al cónsul de España le confesó que también tuvo que investigar sobre el tema, debido a que durante mucho tiempo no se habló de lo que sucedió en el exilio.
CAMPOS DE INTERNAMIENTO
A diferencia de los campos de concentración en Auschwitz que eran de exterminio, los españoles eran concentrados en los campos de internamiento en Francia, en los que enfrentaron una serie de situaciones adversas, pero, sobre todo, tenían que soportar las inclemencias del tiempo.
“De los muchos campos que había, yo elegí para la novela el de Argelés-sur-Mer, que es un campo que está a la orilla del mar, entonces imagínate una playa enorme con un alambrado de púas alrededor.
“No había agua potable, no había techo, no había absolutamente nada, entonces la gente lo que hacía era cavar hoyos, como una especie de tumbas para poder guarecerse del frío que era intenso”, añadió.
Para poder recrear el dolor, la angustia, pero también la esperanza y la solidaridad que tenían estos españoles errantes, la autora indagó en diferentes fuentes, como por ejemplo en grupos de Facebook creados por los sobrevivientes.
“En las redes sociales está toda esa información de primera mano, porque está ahí publicada, entonces contacté a algunos de ellos y les dije que estaba escribiendo una novela y me daban su testimonio”, añadió.
Destacó que tan sólo en el campo de internamiento Argeles-sur-Mer, había 20 mil y en todo el exilio español no hay un número exacto, pero se calcula que hubo entre 300 mil y 600 mil.
“Entonces imagínate este río de gente que cruzó los Pirineos, que cruzaron los puertos fronterizos y llegaron a Francia, que no estaba preparada para recibirlos, así que los colocaron donde pudieron y donde pudieron fueron lugares que no eran acordes a la dignidad humana”, expresó.
Y para poder reflejar esta realidad lacerante, Mónica decidió crear a dos personajes a los que bautizó como Guillermina Giralt y Francesc Planchart, dos jóvenes catalanes que luchan por sobrevivir a este trágico destino.
“Decidí hacer una novela porque necesito meter personajes de ficción para poder reflejar de manera más vívida lo que fue la realidad de los campos de internamiento y de esta manera podamos percibir la magnitud del bien que hizo Gilberto Bosques.
“Porque él llegó como cónsul a ejercer funciones consulares, nunca imaginó que se iba a topar con ese problema y con esa situación ahí en Francia; entonces él reacciona de una manera valiente, muy íntegra y muy honorable”, enfatizó.
Cabe mencionar que entre todos esos miles de exiliados que llegaron a México se encontraban intelectuales, artistas, hombres de ciencia y de todos los ámbitos que hicieron una valiosa aportación a nuestro país.
“Don Gilberto hizo un mapa industrial y lo platicó con el presidente Lázaro Cárdenas del bien que toda esta gente podía hacer a México en ese momento, por lo que iba a ser un ganar-ganar.
“Por un lado a ellos se les ayudaba, pero por otro, la visión del refugiado no es la que tenemos ahorita, no es la de un estorbo o una carga, sino es de alguien que va a poder aportar con su ingenio a nuestro país”, indicó la también autora de Canasta de Comadres.