El 24 de mayo de 1919 falleció en Montevideo, Uruguay, el diplomático y enorme poeta modernista Amado Nervo, olvidado tiempo después porque la incomprensión de sus críticos iba más allá de tildar su obra, quizá sin haberla leído completamente, de excesivo misticismo y cursilería, una vez que había pasado de moda el movimiento que encumbró también al nicaragüense Rubén Darío García Sarmiento.
Juan Crisóstomo Ruiz de Nervo Ordaz fue el nombre verdadero de quien nació en 1870 en Tepic, Nayarit pero vivió sus primeros años en Jacona, Michoacán, y estudió de 1886 a 1991 en el Seminario de Zamora, Como muchos representantes de las letras hispanoamericanas inició su carrera en el periodismo, si tomamos en cuenta su caudal de textos, de fina prosa, publicados en la prensa de su época en Mazatlán y en la ciudad de México, especialmente unas deliciosas crónicas, ensayos y meditaciones fundamentalmente sobre la existencia humana, sus problemas, sus conflictos y sus misterios, y sobre el eterno dilema de la vida y la muerte. Sus novelas cortas, cuentos y artículos empatan en calidad con sus poemas y aforismos que algún día regresarán al gusto de los lectores actuales como desde la última década de 1900 cautivaron a la generación finisecular.
Los 29 tomos de sus obras completas son verdaderos ladrillos que no dejan ver el rostro literario a plenitud de Amado Nervo. Pero el fervor que ha despertado últimamente en algunos estudiosos se acentúa con el centenario de su fallecimiento, de ahí las campañas contra el ninguneo sin sustento de que ha sido objeto empezando por la actualización de su nombre y la difusión de su antología, en el 2006, a cargo del Fondo de Cultura Económica en su colección Biblioteca Americana y con apoyo de la Fundación de las Letras Mexicanas y la UNAM. El título es sugestivo de por sí: “El libro que la vida no me dejó escribir”.
A sus 30 años de edad vio el despertar del nuevo siglo en México, y por colaborar inicialmente en el mazatleco “Correo de la Tarde” y luego en 1894 en la capital mexicana en “La Revista Azul” y hacerse famoso con su novela “El Bachiller” de 1895 –sin descartar que formó parte de la redacción de “El Universal”, “El Nacional” y “El Mundo”–, defendía al periodismo como vehículo de cultura y recomendaba apoyarse en los papeles impresos como medios de alfabetización de las enormes masas sin escuela y sin acceso a los niveles de bienestar común. Por eso reafirmó su fe en la prensa al fundar en 1898 “La Revista Moderna” y al ser enviado como corresponsal en 1900 del diario “El Imparcial” a la Exposición Universal de París, donde residiría durante dos años. Entabló allí conocimiento y amistad con el gran poeta nicaragüense Rubén Darío y con quien iba a ser la mujer de su vida, Ana Cecilia Luisa Dailliez, con la que compartió más de diez años de matrimonio, entre 1901 y 1912, y cuyo prematuro fallecimiento es el detonante de su “Ama Inmóvil”, que se publicó hasta después de 1924.
A su regreso a México fue profesor de literatura y ayudante en un despacho de abogados hasta que en 1906 ingresó al servicio diplomático y fue designado secretario segundo de la Legación en España, después de haber cumplido tareas específicas en Argentina y Uruguay, a donde regresó en 1918 a cumplir su última encomienda como ministro plenipotenciario. En Madrid, hay que recalcarlo, desplegó una intensa actividad periodística colaborando en “El Ateneo” así como en otras revistas y en muchos diarios españoles e hispanoamericanos, como lo hizo desde ese mismo sitio en las mismas fechas nuestro “Regiomontano Universal” Alfonso Reyes.
Aunque las generaciones actuales no lo sepan, era de tal magnitud la fama de Nervo que, tres meses después de su muerte en Montevideo, su cuerpo fue traído a México en el crucero Uruguay con escolta de barcos argentinos, cubanos, venezolanos y brasileños. Y en cada puerto recibió sentidos homenajes hasta que en Veracruz fue recibido el 10 de noviembre entre cañonazos de buques, incluido el estadounidense Niágara. Finalmente fue sepultado el 14 del mismo mes en lo que hoy conocemos como la Rotonda de las Personas Ilustres.