Gina Domínguez, la poderosa funcionaria que dictaba línea a los medios en Veracruz como directora de comunicación de Javier Duarte, es acusada de un presunto desvío de casi 3 mil millones de pesos
Cuando regresó a Veracruz, en los 90, exiliada de Quintana Roo por un pleito que
tuvo con el entonces gobernador Mario Villanueva Madrid, la periodista Gina
Domínguez Colío conducía una destartalada y despintada Golf VW…
Sin embargo, su forma de ejercer el
periodismo y de relacionarse con el poder la llevaron a lo más alto.
Ya de vuelta en su terruño, laboró en diversos medios de comunicación, como en el extinto periódico Sur de Veracruz y luego fue fundadora del Diario AZ Xalapa. Después se acomodó en un cargo en el DIF estatal y finalmente se ganó la total confianza de Javier Duarte.
Gina pasó de poseer una extraordinaria agudeza periodística y ser sorprendente amiga, a mostrar una personalidad dura e implacable para mantener el control periodístico durante los primeros cuatro años de la gestión duartista.
Quienes la conocieron de cerca supieron que no sólo tenía que lidiar con los caprichos y cambios de carácter de Duarte y de la primera dama, Karime Macías, sino también enfrentar las grillas al interior del gabinete, lo que le ganó el mote de la “vicegobernadora”.
Los dos rostros de María Gina eran notables y encontrados, por un lado daba todo lo que estaba a su alcance por ayudar a los amigos en desgracia o con problemas familiares fuertes; pero por otro no se tentaba el corazón para exigir la renuncia de reporteros y columnistas incómodos, y en algunos casos se convirtió en editora de periódicos a quienes dictaba lo que iría en portada e interiores.
En el sexenio de Fidel Herrera fue asesora externa del DIF, y de ahí logró ser designada como titular de Manos Veracruzanas, una asociación civil que impulsaba a los artesanos con recursos de Sedeal y la Comisión de Pueblos Indígenas.
Con su forma de relacionarse comenzó a construir un poderío anclada al entonces subsecretario de Finanzas, Javier Duarte, a quien apoyó en su candidatura a la diputación federal por Córdoba y luego la gubernatura, donde fue nombrada coordinadora general de Comunicación Social.
Sus primeras acciones fueron exigir la salida de periodistas que cubrían al gobernador, a pesar de que muchos de ellos fueron solidarios con Duarte; tomó todos los hilos de la información oficial y sólo ella podía autorizar no sólo boletines, sino información off the record; además encabezó la campaña de rompimiento y desprestigio en contra del ex gobernador Herrera Beltrán.
Le tocó enfrentar la peor oleada de asesinatos de periodistas no sólo en Veracruz, sino en México. Se atrevió a decir en privado y en público que algunos de esos reporteros habían caído en la tentación de los tentáculos del narcotráfico.
Su relación con Duarte la llevó a ser presidenta de la Fundación Colosio Veracruz, abrir cafeterías y ser señalada como propietaria de Servicios Estratégicos de Comunicación e Imagen, empresa que recibió 17 millones de pesos cuando era vocera.
También logró estar al frente de tres radiodifusoras, mantener una alianza con Telenews y encabezar por un tiempo la agencia Quadratín Veracruz.
Hoy se encuentra recluida en el penal de Pacho Viejo, acusada del presunto desvío de casi 3 mil millones de pesos durante sus gestiones en la Coordinación General de Comunicación Social del gobierno del Estado de Veracruz.
Con información de agencia
El Universal