La escritora Mónica Lavín regresa a la escena literaria con “Tonada de un viejo amor”, su más reciente novela en la que dos de sus personajes se entregan a una pasión desmedida desafiando a las buenas conciencias de quienes habitan en San Lorenzo, un pueblo vinicultor al norte de México en los años cuarentas.
Entre viñedos, pasión y música, Lavín concibió esta historia gracias a una anécdota que escuchó en un viaje que realizó a Parras de la Fuente, Coahuila.
“Fue una escena en particular que me llamó la atención, pues vi a una pareja salir de una casa en la que se podía apreciar que había tenido su buen momento en el pasado, y entonces salió de ahí una mujer ya mayor, pero guapa, y un hombre muy alto, y quise saber quiénes eran.
“Como íbamos con un amigo que es de allá, dijo: es fulanita, la tía tal que se casó con el gringo músico y (los del pueblo) les dejaron de hablar. Y ante eso, mi primera reacción fue: ¿y por qué se quedaron? es una forma muy violenta el silencio, pero me di cuenta que el desierto era precisamente un buen acompañamiento para el silencio porque todo sucede como abajo de la tierra con las raíces que buscan el agua, y regresé a México con una sensación de querer escribir algo de esto”, relató Lavín, ganadora del Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska por “Yo, la peor”, sobre Sor Juana y su tiempo.
“Tonada de un viejo amor”, que fue presentada en la Feria Internacional del Libro de Monterrey, es un relato sobre un amor prohibido; la vida cotidiana de una comunidad en la que no hay mucho que hacer más que en el caso de los ricos, mantener el patrimonio familiar; y en cuanto a las mujeres, ellas se encargan de seguir con las tradiciones y buenas costumbres.
“Gustavo Fonseca volvió la mirada a los cerros cuajados de yucas en el horizonte. El agua corría bajo sus pies en esa tierra que sería suya hasta el momento de morir. Había perdido la mayor parte en la condenada Revolución, pero no había otra. No sobre su cadáver. Y los Ituarte, los Velasco, los Bermúdez, que entre la descendencia ociosa, la mayoría, con aires de mundo y bienestar cosechado del patrimonio gratuito, cada vez fragmentaban más viñedos, el sería propietario de la mayor extensión”, se lee en las páginas de la novela.
Y aunque la trama se desarrolla en los años cuarentas, Cristina, la protagonista, es una joven rebelde que no se resigna del todo al mismo destino de su madre y sus tías.
“Cristina quería algo más, pero no sabía exactamente lo que quería, pero el lenguaje de la pasión amorosa, le dio un disfrute y una comunión con su amante que le permitía ser ella, pues era como su propósito de vida”.
EL VINO Y LA ESCRITURA
En “Tonada de un viejo amor” los viñedos son un elemento importante, pero también lo habían sido en “Todo sobre nosotras”, una novela anterior, en la que la autora narra el encuentro de cuatro amigas que viajan para ver a una de ellas que vive en el extranjero, y ahí, el vino no podía faltar, y sobre todo porque la protagonista es dueña de una Quinta con viñedos.
“Siempre me ha gustado el vino y es cierto, es un vaso comunicante entre esas dos novelas, quizás porque hay varias razones: una mi madre vino en la Guerra Civil española a México, entonces como mis abuelos eran españoles, se usaba tomar vino en las comidas, era como muy natural.
“Crecí en la Ciudad de México y estudié Biología, a mí todo lo que es la naturaleza me asombra mucho, como las cosechas que implican un procesamiento posterior, un conocimiento antiguo, como una sutileza del paladar”, expresó.
Consideró que el vino está vinculado de alguna manera a la lectura y a la escritura, por la manera en que se disfruta una copa de manera solitaria, como se hace con un buen libro.
“Creo que el vino, tiene mucho que ver mucho con una relación que tiene uno con la vida y con la escritura. Cuando doy mis talleres siempre les digo a los que participan en ellos que usen sus sentidos para escribir, o sea mientas escriban vean, huelan donde están, toquen.
“Necesitamos convencer de realidad-porque bueno, son sólo palabras- y convencer de realidad a través de cómo logramos con nuestros sentidos registrar el mundo ; y es algo que a mí me gusta al leer y me gusta al escribir la creación de atmósferas, entonces el vino es como un momento de comunión en la mesa, los afectos, como que el vino tiene esas asociaciones”, reflexionó.
Sobre su proceso creativo, la novelista comentó que para muchas de sus historias, en especial las de sus cuentos, se inspira en anécdotas o casos de la vida real.
“Tengo algunos cuentos en los que yo sé claramente que a lo mejor una amiga me dio una anécdota, pero siempre escribir es ¿qué hay detrás de eso? y sobre todo la condición humana, porque algo te llama la atención- no a todos les llama la atención lo mismo- y de repente ves un tema, un motivo de escritura en donde quieres hacer preguntas.
“Hasta en la novela histórica, la de Sor Juana, ‘Yo, la peor’ yo quería saber ¿por qué escribió con sangre esta novela? digamos la anécdota ya está, ya sabemos que se deshizo de sus libros y, ¿de verdad creía que era la peor ? entonces traté de entender al personaje para ver si descubría alguna verdad de lo que realmente le pasaba por dentro”, concluyó.