
Gracias al tiempo libre que tienen por las vacaciones, un grupo de niños se reúne diariamente en una de las tantas bibliotecas públicas que hay al sur de Monterrey para tomar los cursos de verano que se imparten.
Aunque pasan dos horas diarias rodeados de cientos de libros, mientras realizan manualidades y otras actividades, irónicamente a la mayoría de los menores no les gusta leer, e incluso, algunos no habían pisado una biblioteca en toda su vida hasta ese momento.
“A mí me da mucha flojera leer, porque apenas empiezo a leer y me da mucho sueño”, dijo Melissa de 12 años, mientras escribía con gran agilidad en su teléfono celular.
Y es que con el paso de los años, la tecnología se ha vuelto cada vez más accesible e indispensable hasta para los más pequeños de la casa.
Los días en que los niños abarrotaban las bibliotecas para leer o para consultar información de sus tareas parecen haber terminado, pues las nuevas generaciones ahora tienen todo lo que buscan a solo un clic de distancia, desde información para sus labores escolares hasta libros en formato digital.
“Las computadoras nos están robando todo el terreno”, reconoció Flor Navarro, bibliotecaria desde hace 22 años, “antes peleaban por un libro porque todos venían a hacer la tarea y querían consultar ese tema que se les encargó en la escuela. Ahora los niños lo que hacen es bajarlo de internet”.
En su experiencia, Navarro afirma una considerable baja en asistencia a estos centros, pues si antes asistían hasta 70 niños al día, ahora sólo van como máximo 10. Y de estos, sólo unos siete son los que leen.
Si a esta situación se le agrega la falta de interés de los más jóvenes hacia la lectura, el panorama pinta muy gris para dichos centros.
¿La tecnología terminará desplazando a las bibliotecas públicas?
LA TECNOLOGÍA VS. LAS BIBLIOTECAS PÚBLICAS
Para Mario Pérez Delgado, coordinador de la Red Estatal de Bibliotecas y jefe de la Biblioteca Central Fray Servando Teresa de Mier, estos centros culturales están lejos de desaparecer.
Afirmó que “sería una utopía” que la tecnología desplazara las bibliotecas, e incluso consideró que es una herramienta complementaria.
“La tecnología es algo que va a complementar enormemente el trabajo de la bibliotecología como ciencia. Es un complemento importantísimo, una herramienta que le da un nuevo elemento a la biblioteca para generar más conocimientos todavía”, comentó.
Pérez destacó como ejemplo las bibliotecas híbridas, donde se tienen los textos en formato físico y digital.
“No hay una afectación, yo considero que la tecnología como herramienta, como una nueva forma de desarrollar el conocimiento, la inteligencia y las ideas, nos ayuda enormemente porque de alguna forma se está desarrollando en otro tipo de elementos que no contemplábamos en la biblioteca que es el factor tiempo”, señaló.
Para el coordinador estatal, los libros tienen una serie de ventajas sobre la tecnología, entre ellas, la carencia de credibilidad de gran parte de la información que circula por la web, por lo que resultaría casi imposible que las bibliotecas fuesen desplazadas.
“Es un arma de dos filos”, consideró, “porque la mayoría de las cosas que están ahí ni siquiera sabemos de quién es; en cambio un libro tiene su autor, la fecha en la que se publicó, bibliografía… cosa que no hay en internet”.
Pero pese a todas las bondades que los libros puedan tener sobre el internet y demás tecnología, para Pérez, las bibliotecas no sólo se centran en estos, sino en ser centros culturales, aunque nunca se haya manejado de esa manera.
El funcionamiento de las bibliotecas puede compararse con el de un reloj, pues todas sus piezas juegan roles importantes a la hora de hacer funcionar la maquinaria.
La primera pieza es el Gobierno Federal, que proporciona la estantería, libros y los cursos de capacitación para los bibliotecarios para conocimientos básicos como clasificación y reparación de libros.
A este le sigue el Estado, con la Red Estatal de Bibliotecas y la Secretaría de Educación, que son el vínculo entre los centros y la federación. Informan sobre todos los movimientos que se realizan en las bibliotecas.
Por su parte, las administraciones municipales se encargan de solventar los gastos que generan los centros, como pagos de servicios a empleados, poner el lugar, etcétera.
Pero quienes realmente llevan la responsabilidad en sus hombros para el correcto funcionamiento de estos centros son los bibliotecarios.
Además de ser los anfitriones, tienen la responsabilidad de acomodar los libros, revisarlos, tenerlos en buen estado, descartar los que no sirven o ya están obsoletos, pedir los que hagan falta, hacer inventario, entre otras muchas responsabilidades.
Para Pérez, en esta parte es donde más fallas se tienen, pues en muchas ocasiones los bibliotecarios están ahí por todo, menos por gusto a su oficio.
“No tenemos bibliotecarios de carrera. Muchos fueron contratados porque estuvieron pegados en la campaña de algún presidente municipal y cada que se va un alcalde, se van los bibliotecarios, pero ya el estado invirtió en capacitación y se perdió la inversión, y es una cadena de derroche de dinero”, señaló.
El coordinador estatal indicó que hay muchos bibliotecarios que pese a no tener el título de bibliotecarios, están realmente preocupados por su acervo y exigen al estado la renovación y actualización de sus centros de trabajo.
Pérez consideró que es importante legislar una ley sobre bibliotecas públicas para establecer su correcto manejo y apoyos que recibirá.
LA LECTURA: LA SALVACIÓN DE LAS BIBLIOTECAS… Y LA CULTURA
No es un secreto que los índices de lectura en el país son bajos.
De acuerdo a la Encuesta Nacional de Lectura del año 2014, los mexicanos leen en promedio 2.94 libros al año. Los resultados también arrojaron que los lectores son menos de la mitad de la población mayor a 12 años.
“México es un país no lector, aquí no lee papá ni mamá, aquí no lee el maestro ni el bibliotecario; leemos por obligaciones académicas, pero no tenemos el gusto por la lectura, no se nos ha manejado culturalmente la necesidad de leer”, comentó Pérez.
Es por esto que exhortó a los padres de familia a fomentar en sus hijos la lectura desde pequeños, comenzando por ellos mismos.
“Si los niños ven a su papá abrir un libro, una revista o un periódico, ellos lo van a imitar”, comentó.
Consideró que para llegar a más gente, se debe orquestar una campaña permanente y muy sensibilizada donde participen desde estudiantes, hasta maestros e instituciones educativas con el objetivo de leer.
“Yo creo que debería ser un programa a nivel nacional permanente, donde se haga una gran campaña. Tiene que ser a largo plazo y muy bien diseñada. Mientras no se haga así, pues puede haber la biblioteca más genial pero no va a servir de nada porque no se tiene el hábito de la lectura”, indicó.
Para el coordinador, al desarrollar más la lectura, la misma gente demandaría más libros y más espacios dedicados a la lectura.
De acuerdo a Flor Navarro, las bibliotecas públicas cuentan con programas permanentes para fomentar el gusto por la lectura entre los pocos asistentes que hay.
Estos son fomentados tanto por Conarte como por sus respectivos municipios.
“Nosotros tenemos por decir ‘la hora del cuento’, ‘cuenta cuentos’, ‘circulo de lectura’ y hay ocasiones de gente de aquí de la comunidad o las mamás que les leen a los niños”, comentó.
Todos estos esfuerzos que se realizan en conjunto son para preservar los centros culturales, pues si no se tiene el gusto por la lectura ¿para qué se quiere una biblioteca?