A principios de año medios nacionales dieron a conocer el secuestro de 31 migrantes a bordo de un autobús de pasajeros el 30 de diciembre en Reynosa, Tamaulipas.
Las víctimas se dirigían a la frontera con intención de cruzar a Estados Unidos cuando fueron interceptados por hombres armados, quienes los privaron de su libertad.
El revuelo mediático trajo a la memoria la masacre de San Fernando de 2010, cuando en la peor época de violencia de México un grupo delictivo terminó con la vida de 72 personas extranjeras (centroamericanos y sudamericanos) por no pagar su rescate y negarse a formar parte de sus filas.
Aunque la presión mediática y social logró que los indocumentados fueran “rescatados“ a salvo, la noticia confirmó que la población en tránsito sigue siendo el mayor blanco de ataques tanto de la delincuencia como de las autoridades locales, estatales y federales.
Poco o nada ha cambiado durante los últimos sexenios para los migrantes: acoso, extorsión, violación a sus derechos, sobornos y maltrato son tan solo algunas de las injusticias que atraviesan apenas pisan suelo mexicano.
A lo anterior se suma la fatiga normal por el desplazamiento, acompañada de hambre, frío, calor, sed, sueño, dolores y un largo etcétera.
Y a pesar de todo esto, las oleadas de migrantes no se detienen, al ser México la única puerta terrestre hacia Estados Unidos, viniendo de Centro y Sudamérica.
Además, la realidad en sus países de origen no es mejor, por eso deciden emprender su tránsito hacia Norteamérica con la mira puesta en el país de las barras y las estrellas.
VOCES DE LA MIGRACIÓN
Un ejemplo de ello es el hondureño Ángel Ramírez, quien hace tres semanas llegó a Monterrey como una parada momentánea antes de continuar su camino hacia el norte.
Escapó de su natal Tegucigalpa a finales de noviembre a causa de la violencia. En la capital hondureña, el padre de familia se desempeñaba como chofer de autobús.
El trabajo era bien remunerado y le daba para sostener a su familia, pero a mediados de noviembre casi muere acribillado por un grupo de delincuentes que en su intención de extorsionar a los propietarios de la línea de transporte abrió fuego contra su unidad.
“Yo trabajaba en el transporte y el carro que yo andaba lo agarraron a tiros. Yo denuncié a la persona allá. Y eso fue de segundos. Yo a la persona allá y tuve que venirme. No pude esperar mucho. Me amenazaron con mi familia y me tuve que venir con mi familia.
“Yo no quería venirme, yo estaban bien, ganando bien, pero respecto a esa situación, los varones no era con nosotros el problema, era con los dueños de los buses, pero agarraron al bus a tiro y a mí casi me pegan“, mencionó.
Tras sobrevivir al atentado las amenazas continuaron, por lo que de forma radical decidió junto a su familia emigrar a Estados Unidos para intentar conquistar el “sueño americano“.
Cruzaron el resto de Centroamérica en autobús y al entrar a suelo mexicano se unieron a una caravana de migrantes para recorrer la mayor parte del país a pie.
En su trayecto tuvieron que “ofrecer“ más de 10 mil pesos mexicanos a distintas autoridades locales y estatales para que les permitieran transitar por la nación.
“Tuvimos bastantes problemas con los retenes, nos bajaban, nos despachaba para atrás, nos devolvían en la madrugada y quitándonos dinero por todos lados“, mencionó el centroamericano.
A mediados de diciembre, Ángel, su esposa e hijo de cuatro años llegaron a Monterrey, en donde decidieron hacer una parada temporal para solicitar refugio en Estados Unidos.
El hondureño y su familia instalaron una vivienda improvisada en una lateral de la avenida Colón, a la par de otras decenas de migrantes de diferentes nacionalidades que crearon una especie de colonia flotante.
“Decidimos pararnos en Monterrey porque estamos un poco más cerquita de la frontera“, comentó.
Ángel logró conseguir trabajo como promotor de una línea telefónica al exterior de un supermercado. La paga, aunque poca, le ayuda a costear la alimentación de su familia.
“Gracias al Señor encontré trabajo, para la comida al menos, no es para mucho, pero le doy gracias a Dios por la comida porque al menos mis hijos no aguanten hambre y aquí estamos. En el nombre de Dios seguimos luchando con la Fé en el Señor“, expresó.
Su espera en la Sultana del Norte está fincada en una respuesta expedita del gobierno estadounidense a su petición de ayuda.
Pero en caso de no recibirla pronto, la familia se aventuraría a tomar nuevamente su recorrido hacia la frontera norte de México, por más peligroso que sea.
El riesgo es alto, pero es un precio que están dispuestos a pagar con tal de llegar a Estados Unidos e iniciar una nueva vida. Su única garantía: su Fé en Dios.
“No nos quita la ilusión porque voy confiando en Dios y es para asegurar el futuro de mis hijos y la vida de ellos. Sí siento temor y miedo de ratos, pero tengo que ser fuerte y pedirle a Dios que nos ayude.
“Hemos pensado en aventarnos por el río. Sabemos que es riesgoso por el niño y por eso la pensamos bastante“, puntualizó
3 MESES ESPERANDO
Una situación similar es la que vive el venezolano Luis Gómez Machuca de 37 años de edad.
Originario de Valencia, el sudamericano llegó desde hace tres meses a Monterrey, en espera de que respondan su solicitad de refugio en Estados Unidos.
“Llevo ya tres meses esperando la respuesta en la aplicación de CBPOne“, mencionó el sudamericano.
El venezolano llegó a la capital regiomontana tres meses atrás, impulsado por su cuñada, quien había llegado semanas atrás.
En su “descanso“ por Monterrey, el hombre ha conseguido empleos temporales como el de limpiar plazas, donde ha podido cubrir sus gastos y pagar la renta semanal de 500 pesos.
Y aunque la vida no lo ha tratado del todo mal en su paso por Nuevo León, se siente desesperado porque aun no recibir respuesta de parte del gobierno estadounidense.
Al igual que el resto de sus compatriotas, solo está a la espera de que el vecino del norte le de “luz verde“ para recorrer los últimos kilómetros que lo separan del “sueño estadounidense“, aunque éstos sean los más peligrosos.
“No me da miedo cruzar, estamos conscientes de que hay peligro, pero estamos metalizados en cruzar y preferimos irnos“, comentó.
TRÁNSITO SEGURO
Previo a la bomba mediática del secuestro en diciembre pasado un conjunto de organizaciones lanzaron la Alianza Acércate: la Red Solidaria para las Personas en Situación de Movilidad en Nuevo León.
Se trata de Paso de Esperanza, Casa Nicolás, Casa Indi, Casa Monarca, Nuevo Corazón y Libre Mariposa con el apoyo técnico de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR México), la Organización Internacional para las Migraciones (OIM México), Fundación COMUNIDAR y el acompañante de Fondo Unido México.
“Entre los objetivos de la red se encuentran promover la dignidad humana, la no discrminación y la inclusión de las personas migrantes, desplazadas, retornadas y refugiadas en Nuevo León.
“Al mismo tiempo, se busca incidir y generar políticas públicas eficientes; además de promover el acceso a recursos y colaboración con programas estatales y federales en apoyo a esta población“, señalaron por medio de un comunicado.