
Cuando apenas comenzaba a vislumbrar su futuro y decidir el rumbo que tomaría su vida de forma profesional, Enrique Guajardo fue perturbado por la noticia de que tenía cáncer en la pelvis.
Para toda persona es difícil escuchar que padece alguna enfermedad mortal, pero para un joven de apenas 17 años, esta noticia representa un impacto aún mayor.
Los retos no se hicieron esperar, Enrique se alejó de sus seres queridos y tuvo que afrontar la enfermedad lejos de su hogar, con su único acompañante, su padre.
Debido a la extrañeza del tumor y el lugar en el que estaba asentado (lado izquierdo), el tratamiento en México no era opción viable.
Fue en Houston, Texas, donde recibió las quimioterapias durante un año. Los riesgos a los que se encontraba expuestos eran desalentadores, los médicos y especialistas le hicieron saber que existía el 40 por ciento de probabilidad de que muriera.
Además si lograban extirpar el tumor con éxito y detener la propagación de la enfermedad mortal, existía la probabilidad de que regresara en un futuro no muy lejano; también le advirtieron que podría perder la pierna o que podía quedar estéril.
Evidentemente, lo anterior no fue fácil de asimilar para Enrique y su padre, pero era mejor hacer un intento, a decir no puedo, por lo que aceptó el proceso por más difícil que resultara.
“Kike” (como lo llaman sus amigos) asegura que siempre vio todo como una batalla en la cual su obligación era ganar, sin importar las circunstancias a las que se enfrentaría.
Dejaron de importarle las buenas o malas noticias que recibió, cayó en cuenta de que la recuperación dependía en mayor parte de él, por lo que en su mente sólo podía existir la actitud positiva.
Cuando se enteró de la enfermedad y al desconocer los detalles y efectos secundarios de las quimios y del cáncer en sí, decidió verlo como una pelea.
Dicho sistema le ha funcionado hasta la fecha. “No me rendí, todos los días le pedía a Dios un día más de vida y lo aprovechaba”.
El apoyo de su familia es indispensable, su madre es quien le ha demostrado la lucha inalcanzable y su padre el cariño incondicional y la paciencia.
Asegura que no son una familia afectuosa pero que sabe que el cariño está presente, que siempre cuenta con ellos y lo han ayudado a salir adelante.
El papel que desempeñan sus amigos también es importante, son quienes lo apoyan para cumplir sus metas y locuras, o sólo para escucharlo.
“Tengo a mis amigos desde la infancia y desde niños siempre ha sido el mismo cariño hasta la fecha, por lo que su apoyo también es incondicional”, mencionó.
Ante los problemas a los que se ha tenido que enfrentar desde su corta edad, Enrique se describe a sí mismo como una persona fuerte.
“No soy una persona que llore, al contrario me gusta utilizar esa fuerza, coraje o sentimiento para salir adelante”, dijo.
“No todos tenemos una segunda oportunidad”.
El camino recorrido no fue sencillo, buscó la manera de dibujar una sonrisa en su rostro y mantener su firmeza en todo momento.
Lamentablemente no lo consiguió, la felicidad que lo motivó al terminar sus quimios y salir victorioso de la batalla contra el cáncer, se vio opacada en segundos al enterarse del uso necesario de muletas.
La vida de “Kike” cambió de forma radical, los estragos que dejó el cáncer recayeron en su pierna izquierda.
“Compré la idea de que no podría hacer nada, no sería como los demás, estaría limitado y no podría hacer lo que me gusta”, recordó.
La frustración, coraje, dudas y sentimientos de melancolía son memorias irrevocables que perdurarán en los recuerdos de él y su familia.
“Caí en el alcohol, peleas y problemas, me sentía deprimido. Hasta que un dolor de rodilla me invadió, me hice los estudios, pero ya sabía de lo que se trataba… cáncer”, dijo.
Después de cuatro años, en los que trató de acoplarse a su nuevo estilo de vida, ya con 21 años de edad, Guajardo supo que debía pasar nuevamente por el mismo proceso anterior.
“Sentí más miedo que la primera vez, porque ahora ya sabía lo que era la enfermedad, lo que representaba y lo mal que me ponía… Caí muchas veces en urgencias por las fiebres, el vómito y los efectos secundarios de las quimios.
“Aunque iba con más miedo, sabía que no me iba a vencer, ya le había ganado una vez y sabía que lo volvería a hacer, era más fuerte mi decisión que la enfermedad”, aseguró.
Menciona que es un joven afortunado, por la segunda oportunidad que recibió después de la depresión en la que estuvo por negarse al uso de muletas para siempre.
Se decidió a aprovechar su vida, pero primero debía afrontar el padecimiento y salir victorioso de una nueva pelea contra el cáncer.
“Lo bonito de la vida es que te da oportunidades de aprender. Las personas que tiran su vida a la basura, algún día van a entender que deben aprovechar el tiempo que estén aquí, fue lo que me pasó a mí”, afirmó.
Para “Kike” la lección ya había sido aprendida después de superar una enfermedad de esa magnitud, cambió su percepción de vida y aprendió a valorarla, pero hasta que tuvo y venció al cáncer de nuevo.
Nuevamente fue un año en Texas, alejado de familia y amigos, llegando a un peso de 54 kilos de 76 que pesaba.
“En esta ocasión fue cuando desperté, todo lo que me decían que no lograría hacer, lo conseguiría, para demostrarme a mí mismo y a la gente que todo se puede”.
Lo más difícil
El cáncer para Enrique es una pelea en la que no se puedes declarar vencedor, está en riesgo constante de volver a salir con ese diagnóstico.
Fueron dos años interrumpidos lejos de sus familiares y amigos. Fue en otro país, donde recibió el tratamiento. Posteriormente, las 16 horas de cirugía en la que retiraron el tumor y parte de la pelvis. Además le pusieron un injerto.
Al poco tiempo el injerto se le rompió, cuando regresó el cáncer de lado derecho, y al vencerlo por segunda ocasión, le pusieron una prótesis.
La prótesis se le infectó y tuvo que ser retirada por su salud. Actualmente lleva un total de 36 cirugías.
Se ha caído en distintas ocasiones por el uso de muletas (sólo puede apoyar el pie derecho).
La cantidad de horas que pasó en hospitales, las recaídas de fiebre, infecciones, vómito, dolor y la depresión.
Finalmente, los estudios, casi diarios, que debe realizar por el riesgo constante de que regrese la enfermedad.
Muletas mentales
Para Enrique Guajardo no existen límites, vive como cualquier otra persona y menciona que existen personas que les gustaría hacer todo lo que al hace ahora.
“Puedo decir que soy feliz de que me haya pasado, gracias a mi enfermedad aprendo de cada momento de mi vida y la disfruto al máximo”, afirmó.
El joven estaba convencido de que no era menos que los demás. Cuando le decían no puedes correr, no puedes brincar, se encargaba de demostrarles lo contrario.
Enrique asegura llevar una vida plena ahora que tiene 26 años. Hace las cosas de las que se siente orgulloso y constantemente busca retos personales.
Actualmente practica crossfit, escala, juega futbol (en un equipo representativo de la Universidad Autónoma de Nuevo León), se ha lanzado de paracaídas, subió el cerro de la silla, etc.
“Si yo que con todas las probabilidades en contra, puedo hacer lo que quiero y lo que me gusta, ¿qué no podrá hacer la raza que tiene todo a favor?, ¿hasta dónde pueden llegar?
“Valoro y disfruto mucho mi vida, aunque me la he pasado más tiempo en hospitales y en operaciones que en el mundo exterior, he logrado hacer más cosas que otras personas que no tienen alguna limitación”, dijo Kike Guajardo.
También es contratado por distintas escuelas dentro y fuera del Nuevo León, para impartir conferencias de superación.
Él se siente confiado de poder hacer lo que se proponga, menciona que considera peor tener muletas mentales, en referencia a las personas que por miedo o falta de carácter no se atreven a hacer lo que les gusta.
De igual manera asegura no temer a la muerte, sino al hecho de vivir sin disfrutar. Llegar a la tercera edad y preguntarse qué hice de mi vida, sin haber hecho nada.
“Yo sé que el día que me muera voy a sentir paz, pero lo que hiciste en este vida es lo que se va a quedar, el dinero y los logros que haga, aquí se van a quedar”, afirmó.
Lo único que busca, además de vivir sin limitaciones físicas, es el de difundir el mensaje mediante las conferencias y con la fundación que creó para apoyar a los niños con cáncer.
“Kikes the miullet”
Esta fundación inició desde hace un año y medio con el objetivo de brindar apoyo económico a niños con cáncer.
Los fondos se recaudan de la venta de playeras propias de la fundación, y donaciones que realiza el titular, Enrique Guajardo, gracias a las conferencias que imparte.
“Me hice playeras para uso personal, pero les empezaron a gustar, me sugirieron venderlas y a raíz de ahí surgió la idea de la fundación”, comentó.
Asegura que al inicio les fue muy bien, el logo representado por una persona en muletas, llamó la atención. Se lee en algunas de las camisetas “kikes the miullet”.
Con el dinero recaudado han puesto rampas en escuelas, realizan eventos a beneficio de los niños, cumplen sueños y buscan transmitir el mensaje: “No te rindas, inténtalo, hazlo”.
“Yo siempre digo, que tengo suerte de tener el pie izquierdo lastimado, porque siempre me levanto con el pie derecho y es lo que me ayuda a ver el lado bueno de las cosas” dijo Kike.
Gracias a su espíritu de vencedor y a las conferencias motivacionales, lo han solicitado en Puerto Vallarta, Saltillo, Nuevo Laredo, Distrito Federal y muchas escuelas de Monterrey. Contrataciones en [email protected]
Su fundación apoyó a cinco escuelas, a tres familias y otras fundaciones (sin querer mencionar los nombres).
Primer competidor de crossfit en muletas
El crossfit es una segunda familia para “Kike”, cuando pidió la oportunidad de practicarlo, nunca le dijeron que no podría, simplemente le dijeron: inténtalo.
Ahora que se acerca la competencia en el Parque Fundidora el 6 y 7 de julio, solicitó la oportunidad de sumarse a la lista de competidores y de esta manera logrará cumplir uno más de sus retos.
“En cada reto siempre pienso que puedo, que voy a llegar, así me doy ánimos y lo hago”, dijo.
Será el primer competidor en muletas de Monterrey y aún no continúan averiguando si también es el primero de todo el país.
“Cuando tienes una discapacidad física es cuando se te olvidan los temores que habitan en la mente y es cuando te das cuenta que eres capaz de lograr lo que te propongas”.
Guajardo busca demostrar a la gente de lo que puede lograr. “Me caí muchas veces, pero siempre me levante; si me hubiera quedado tirado, no hubiera logrado todo lo que conseguí, sólo es de agarrar las muletas y seguir caminando, así es la vida”, comentó.
Por otra parte, comentó que sus intenciones no eran las de ganar la competencia, sino demostrar que se puede.
“Al concursar con alguien que no está en muletas, mi satisfacción será la de haber logrado correr con alguien más, así haya quedado en último lugar… Los retos se los pone uno mismo, reiteró. Enrique Guajardo es una de las personas que ante las dificultades que se le presenten en la vida, trata de sobresalir y aprovechar lo que lo rodea. “No me da miedo la muerte, me da miedo no vivir… Pienso en cuando tenga 60 años, que mire al pasado y diga, ¿hice todo lo que quería hacer?”.
Pregunta que hasta ahora, responde con un rotundo sí, aunque asegura que siempre estará en busca de cumplir nuevos propósitos.