En los municipios de algunas ciudades de la zona metropolitana existen hombres y mujeres quienes han dedicado su vida a servir a su comunidad. Durante décadas han cumplido cabalmente con sus obligaciones y aunque algunos podrían colocarlos en la llamada “tercera edad”, ninguno de ellos se rinden y siguen entregados a sus labores. Estas son sus historias.
Antonio Cuevas
Servicios Públicos de Guadalupe
20 años de servicio
Es inicio de semana y con ello el comienzo de la jornada laboral. Son las 11:30 horas, la cuadrilla de Servicios Públicos conformada por ocho hombres espera un camión con el material asfáltico. Para pasar el tiempo platican y bromean mientras se cubren de los rayos del sol bajo la sombra de un árbol.
Entre ellos se encuentra Antonio Cuevas, mejor conocido como “Toño”; es el más decano de todos, ha dedicado 20 años de su vida a tapar baches en el municipio de Guadalupe.
Comenzó a trabajar desde 1999 cuando era presidente municipal Rogelio Benavides Chapa. A sus 32 años “Toño” vió un anuncio en el periódico donde solicitaban ayudante general y jardinero, fue ahí que comenzó a trabajar en la Secretaria de Servicios Públicos.
“Toño” viste su uniforme del trabajo, sus zapatos están llenos de polvo que no permite distinguir su color original (quizás eran ¿negros? o tal vez color ¿caqui?). Unos pantalones rotos color beige con grasa y mugre, una camisa con reflejante que le permitirá distinguirse si le toca trabajar en la noche y una gorra que dice “Orgullosamente SUTSMG” (siglas del Sindicato Único de Trabajadores al Servicio del Municipio de Guadalupe). Porta también un chaleco naranja de malla con la leyenda “Guadalupe Gobierno Municipal 2018-2021”.
Durante casi 21 años “Toño” ha trabajado para 8 administraciones municipales. Las horas que se ha pasado trabajando bajo el sol se reflejan en su rostro que luce quemado y agotado; las canas en su bigote, cejas y el cabello que se asoma por debajo de su gorra, revelan sus 54 años de vida.
“Siempre he sido ayudante general y en este trabajo me he sentido más a gusto, es tranquilo, no te andan presionando como en otras fábricas que no te quieren ver parado, haz de cuenta que aquí estás en tu casa es lo que yo pienso”, dijo.
Sin embargo no falta quien haga menos a él y a sus compañeros debido a su aspecto.
“Sí me han tratado mal, luego nos dicen huevones y no las refrescan bien bonito, pero yo no les digo nada, no gano nada y trato de ser amable con la gente porque no sabe cómo se maneja esto.
“A veces estamos sentados esperando el material y la gente no sabe de eso, pero ya me acostumbre que nos digan cosas”, afirmó.
UNA VIDA SENCILLA
Toño se casó a los 40 años con Martha Olga quien es dos años mayor que él, ahora vive una vida tranquila junto a su esposa pues no procreó hijos.
Ambos empiezan sus labores desde muy temprana hora, mientras su esposa se va a trabajar en una fábrica en el municipio de Apodaca, “Toño” se prepara para ir a trabaja en el municipio de Guadalupe.
“Nos levantamos a las 20 para las 5, voy y dejo a mi esposa pues a las 6 pasa el transporte que la lleva a su trabajo, yo me regreso a la casa y me salgo a 10 para las 7 para que estar aquí a las 8 de la mañana”, detalló.
El trabajo que realiza “Toño” durante su jornada hace que llegue cansado a su casa, aunque a veces prefiere llegar a terminar una tarea pendiente para después sentarse a ver un poco televisión y poder descansar.
“Yo siempre trato de acomedirme en algo aquí en el trabajo, aunque no me den órdenes, pero sale uno cansadillo, a veces lavo la camioneta o hago trabajitos en la casa y ya descanso”, comentó.
“Toño” como muchos otros, también tenía sueños. Le hubiera gustado aprender a tocar el acordeón y entrenar box, pero las circunstancias no se lo permitieron, hoy quedan solo anhelos.
“No se pudo, mi mamá no quiso, decía ‘no sea que te vayan a dar un mal golpe’ y pues me tumban”, sonrió triste.
Otra decisión que ahora “Toño” lamenta es no haber continuado con sus estudios.
“No me entraban las palabras aunque es mejor tener estudios, francamente sí me arrepiento, pero no se me dio el estudio”, lamentó.
Al cuestionarlo que si era feliz con sus vida no dudo en responder: “sí lo soy. Trato de vivir la vida como si fuera el último día”.
Sus compañeros lo describen como una persona seria y reservada y resaltan que es un hombre noble, responsable y entregado en su trabajo.
Fueran del trabajo, disfruta mucho de los convivios en familia, en donde aprovecha para bailar huapangos con su esposa.
El próximo 2 de noviembre Toño cumplirá 21 años laborando como ayudante general en la Secretaria de Servicios Públicos, las administraciones han reconocido la labor de Toño otorgándole tres reconocimientos por sus primeros 5, 10 y 20 años
— ¿Qué siente que le reconozcan su labor?
— Es una satisfacción- respondió orgulloso.
Llegó el camión con el material, es momento de continuar con su trabajo, “Toño” toma su pala, una de las principales herramientas de trabajo, y junto a otros dos compañeros comienzan a recoger el escombro; sus movimientos son ágiles pero pausados, el polvo se esparce enseguida y comienza a rodear a Toño, mientras que el sol de mediodía comienza hacer de las suyas y las gotas de sudor empiezan a rodar por su rostro lentamente.
Francisco y Librano
Servicios Públicos Monterrey
27 años
Al transitar por las calles del municipio de Monterrey podemos ver a muchos empleados de Servicios Públicos barriendo plazas o calles, pintando señalamientos en avenidas; hay quienes piensan que es un trabajo común y fuera de peligro.
Nadie se imagina que detrás de cada “zanahoria” (como muchos les llaman), existe una persona que sacrifica tiempo con su familia para salvaguardar la vida de cientos de regiomontanos o que corren el riesgo de ser atropellados por un conductor ebrio en la madrugada mientras pintan los señalamientos en las principales avenidas, o que pueden sufrir un accidente en temporadas de lluvias mientras limpian alcantarillas.
Librado Carrola y Francisco Mendoza llevan 27 años laborando en la Secretaría de Servicios Públicos. Los dos visten playeras polo blancas, en un lado tienen el logotipo de Monterrey y del lado derecho su cargo ‘Supervisor’; traen pantalones de mezclillas limpios, les habían comentado que serían entrevistados, por lo que supuse que quisieron verse presentables para la ocasión.
Son de tez morena y traen bigotes, cabello corto, son de la misma estatura (no pasan de los 1.65 metros), Francisco luce unas cejas pobladas a diferencia de Librado.
Cuentan que entraron a trabajar en la cuadrilla de limpieza en 1992. Francisco recuerda haber durado 10 años sin sueldo en un empleo anterior.
“Dure 10 años sin sueldo, solo de lo que la gente me regalaba vivía día a día y después entre al departamento de vías públicas, el 16 de junio de 1992”, dijo.
Realizar con esfuerzo y desempeño su trabajo los ha llevado a ganarse el puesto de supervisores, por lo que ahora se sienten orgullosos y lo reflejan en su rostro.
“Han sido muchos momentos felices, yo creo que empezar desde ayudante y luego el superarse y tener la oportunidad de encargado y ya ahorita de supervisor, se siente bonito; pues ganabas un sueldo bajo y luego llegar más arriba creo que nos ha ido bien”, afirmó Francisco.
“Un momento feliz fue cuando me propuse llegar a ser supervisor y ahora que ya llegue me dieron mi categoría, un buen salario. Creo que ha sido uno de los momentos más felices porque ya recompensaron estar batallando tantos años, este es uno de los momentos más felices”, dijo Librado.
LOS RIESGOS DE SU TRABAJO
Su trabajo no los deja exentos de tener un accidente durante su jornada laboral.
“Lo más difícil del trabajo es cuando las contingencias, las lluvias y que le toca a uno andar calle y el peligro que con ello representa; las inundaciones eso es lo que se me ha hecho lo más difícil y peligroso. Tenemos que regresar a casa porque tenemos una familia”, comentó Francisco.
“En las lluvias sí es peligroso, por ejemplo vas a limpiar una parrilla y no sabes si hay un cable con corriente, lamento decirlo pero siempre andamos corriendo el riesgo pero tratamos andar con cuidado.
“Cuando están los huracanes, te dedicas ayudar a cruzar a personas en las calles inundadas; cuando no puedes ayudar a tu propia familia, y aunque estén en casa no sabes, si se inundó, si paso algún accidente o si están bien”, dijo Librado.
Pero también ambos recuerdan el peligro que algunos de sus compañeros corrieron durante el 2010, cuando Nuevo León era víctima de la inseguridad.
“En la noche existe mucho el riesgo de que hay tráfico o alcoholizados y la peor ‘los malitos’, por allá del 2010 se puso más feo. Nosotros pintamos las avenidas y teníamos que taparlas para poder trabajar pero ellos no respetan los señalamientos, se meten y si les caes gordo se paraban y te encañonaban las pistolas.
“A mí no me pasó, pero a la gente del turno de noche sí, o pasaban y te pedían el pico y la pala y se lo llevaban o en otras ocasiones te corrían y decían ya no los queremos ver para tal hora y ya no podías terminar el trabajo”, recordó Francisco.
“A una cuadrilla mía le agarraron sobre la avenida Bernardo Reyes y Fidel Velásquez, ahí los hincaron a todos y les pusieron la ametralladora en la cara, gracias a Dios no les paso nada, pero el pensar que te van a disparar pues si esta peligroso”, dijo Librado.
El pasar tantas horas en el trabajo ha hecho que ambos tengan que sacrificar pasar más tiempo junto a su familia.
“Yo me la ha pasado todo el día en el trabajo y prácticamente la familia se la pasa en casa sola, y ahí si es pesadillo por que no estas con ellos”, comentó Francisco.
“Muchas de las veces no llegas a la casa, pasas más tiempo en el trabajo, entonces surgen los problemas entre la pareja, no puedes atender a la familia, te la pasas 24 horas trabajando porque si te hablan a las 3 o 4 de la mañana nosotros tenemos que estar a esa hora, en lo personal si me ha ido mal porque llego tarde a la casa”, dijo Librado.
La falta de cultura de la gente al tirar la basura en la calle o maltratar las áreas públicas no les complica su trabajo, pero si les molesta.
“Si nos molesta cuando acabamos de remodelar, y luego van y pintan, pero es parte de nuestro trabajo”. Dijo Librado.
“Uno se molesta porque uno hace el esfuerzo de mantener la imagen las avenidas, calles y las plazas y la gente no tiene cuidado, pero pues es parte de lo que tenemos que hacer darle mantenimiento a las áreas”, agregó Francisco.
Conscientes de que la sociedad tiene que mejorar y cambiar su comportamiento, ellos les han inculcado a sus hijos buenos valores
“Pero a veces las lluvias nos traen locos, sacamos como 300 camiones de desazolve, por las parrillas sucias. Y la misma gente hace que pase, en lugar de tirar la botella en la basura, lo hace en la calle.
“Trata uno de inculcarlos, de que si tienes basura y si no hay donde tirarla, guárdala o échala en un bolsita, les digo que no lo hagan”, advirtió Francisco.
Mientras que Librano se define como una persona que siempre sale adelante, Francisco busca lo mejor para su familia.
“He sido una persona que siempre me ha gustado avanzar, y no quedarme estancado y si se pudiera dar otro paso más adelante lo haría, mi meta siempre ha sido salir adelante, no estancarme en un solo puesto”, dijo Librano.
“Enfrento el día al día como venga, soy una persona que quiero lo mejor para mis hijos y mi esposa pero al igual y les exijo, que se comprometan hacer las cosas”, afirmó Francisco.
Al concluir la entrevista, ambos se despiden y dan media vuelta se pierden bajo el primer piso del “Palacio de Cristal”, son pasadas las 15:00 horas y mientras se retiran se ve cómo van conversando; quizás hoy tengan tiempo de ir a comer a casa con su familia.
Reynol Valdés Saldaña
Auditoría Municipio de San Nicolas
29 años
La quiebra de Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey en 1986 llevó a cientos de empleados a buscar un trabajo digno para seguir manteniendo a sus familias.
Reynol Valdés Saldaña fue uno de los tantos empleados que vio la caída de la gran empresa, que durante 60 años se dedicó exclusivamente a la elaboración de artículos de fierro y acero no planos, tales como rieles, alambrón, varilla corrugada, estructuras, ruedas para ferrocarril y demás.
Ahora el Parque Fundidora es una de las mayores atracciones del estado, sin embargo Valdés aún recuerda sentado en una silla de su cubículo, su ex trabajo y los hechos que lo llevaron a ser uno de los empleados más decano en el municipio de San Nicolás.
Son las 7:05 de la mañana y Reynol ya estaba en su trabajo, es el primero en llegar aparte de los guardias y la señora de limpieza.
De 75 años, viste un pantalón de mezclilla, unos zapatos bien boleados color café, una camisa de manga larga color blanco y un chaleco negro para mitigar el frío que se siente por la mañana.
La conversación fluye rápidamente y la primera pregunta es por qué llega una hora antes a su trabajo
“Mucho tiempo tuve carro y después un día que tuve un accidente y me quebré las costillas, ya mejor dejé las cosas por la paz, ya tiene rato allá por el 88”, dijo Valdés.
Ahora Valdés pone todos los días su alarma a las 4:35 horas para tomar la ruta, evitar percances y llegar temprano a su trabajo.
Su buena memoria la deja fluir en sus palabras y recuerda que el 7 de mayo de 1986 los empleados de Fundidora estaban listos para iniciar una huelga, sin embargo todo se vino abajo cuando empresa se declaró en quiebra oficialmente.
“Fue de repente, nosotros ni sabíamos, y andábamos en una pachanga al medio día, cumplía años el jefe de nosotros y estábamos en una cantinita de un cuate, en el patio había mesas y lo estábamos festejando; ahí que nos hablan por teléfono y nos dicen: ‘Hey regrésense, para que vengan a sacar todo porque va a ser quiebra’, y pues para atrás todos”, recordó.
Valdés fue uno de los 500 empleados que se quedaron dos años más, para pagarles a todos los proveedores a nivel local, nacional e internacional.
Sin embargo muchos de sus ex compañeros fueron catalogados como integrante de un “sindicato rojo” e inclusive en compañías como Bimbo les cerraron las puertas.
“Según ellos cuando hay ‘sindicato rojo’ creen que traes ideas rojas de charrismo y todo eso, no le daban chamba ni a los hijos y ni a uno; yo creo que decían, si se acabaron el fierro, que no se vaya acabar el pan”, dijo sonriendo Valdés.
Gracias a la sugerencia de uno de sus ex compañeros de Fundidora, Valdés logró conseguir un empleo en el municipio de San Nicolás.
En su nuevo trabajo se encargaba de los controles de las bibliotecas, en casi todas las plazas y colonias.
Le correspondía revisar desperfectos o problemas como de la luz o el agua, por lo que seguido se encontraba con ex compañeros bebiendo y fumando. Un trabajador le sugirió que invitara a más conocidos ya que la nueva administración necesitaba más empleados.
Algunos si aceptaron, otros se acomodaron en otras partes, pero a quien recuerda con nostalgia es a Pedro Estrada, que laboraba en el departamento de Contabilidad y quien prefirió retirarse debido a la enfermedad de su esposa.
“No quiso aguantar porque tiene su señora enferma de azúcar y están solos, entró después que yo y le faltaba como un año para los 30.
“Y pues a esta edad ya empiezan los achaques y ya no es lo mismo, mucha gente me dice: ‘tú estas bien fuerte’ pero no, nada más sabe la cuchara lo que tiene la olla adentro, y pues han ido pasado los años y uno sigue aguantando”, comentó.
Enemigo de la tecnología, Valdés ha sabido arraigarse al estilo antiguo de realizar su trabajo, pero con ayuda de sus compañeros ha salido adelante.
“Ahorita no le entiendo a la computadora, cuando llegué aquí el registro de gasolinas era en hojas de 14 columnas a mano, ponías placa, cuanto cargabas por departamento, direcciones. Mi trabajo es manual, a la computadora le tengo miedo mi puesto es como de lo de antes”, enfatizó.
“Traigo el celular pero no me gusta, me estanqué en la edad de piedra, solo lo uso para hablarle a mi esposa o escuchar música.
“No me mandes WhatsApp porque les ando preguntando a todos, no tengo la curiosidad de aprender me quiero quedar en mi mundo”, advirtió riéndose.
Pese a sus 75 años de edad, Valdés sigue disfrutando de su trabajo, pues lo describe como fuera de la rutina.
“Sí me gusta mucho porque hago muchas cosas, no es una chamba que digas tú rutinaria, andas en campo, en la calles haciendo auditaría, como los húngaros de una plaza a otra.
“Eso es lo bonito que hay auditorias, inventarios, andamos allá afuera viendo que hagan bien la chamba y es muy diferente, como te puede tocar en oficina también en campo”, respondió entusiasmado.
Falta casi un mes para que Valdés cumpla 30 años trabajando en el municipio y ya piensa en retirarse.
“Cuándo salga, esa es la pregunta de los 64 mil pesos, no sé qué voy a hacer“, respondió sonriendo.
Ya son las 8:08 de la mañana, afuera ya se terminó de aclarar, la oficina que hace una hora lucia vacía ya se encuentra con el resto de los empleados, listos para iniciar un día más de su jornada.
Solo faltaba registrar una foto de Valdés, pero él no dudo en invitar a sus compañeros a ser parte de la fotografía, quienes de inmediato lo acompañan para el recuerdo. Así de querido es.