Del Tokio 2020 al Tokio 2021, de ese nivel fue el impacto de la pandemia a nivel mundial: la justa deportiva más importante del orbe tuvo que aplazarse un año por el escenario mortífero del Covid-19.
Pero la re-programación no fue el único estrago causado por el Corovirus en los Juegos Olímpicos, también la ausencia del público en las competencias y la negativa de contar con voluntarios extranjeros.
El 22 de marzo el Comité Organizador anunció que los JO se desarrollarían solo con voluntarios locales por medio de la propagación del virus. La decisión derrumbó el sueño de cerca de 2 mil personas alrededor del mundo que se habían preparado desde años atrás para participar “tras bambalinas“ en el evento internacional… uno de ellos, el del regiomontano Pohl Valencia Flores.
Apasionado por la cultura japonesa, Valencia Flores viajó por primera vez al país asiático cuando tenía apenas 12 años de edad y una década después regresó como parte de un intercambio universitario. En 2015 tomó nuevamente sus maletas con destino a la tierra del sol naciente y regresó a México seis meses después.
El joven quedó tan enamorado de Japón que cuando se anunció como sede de la edición número 32 de los Juegos Olímpicos no dudó ni un segundo en postularse como voluntario con la intención de retribuirle a la nación su hospitalidad.
A principios de 2018, el regiomontano de 31 años solicitó integrarse al “ejército de voluntarios extranjeros“ y tras una serie de entrevistas a finales del mismo año le anunciaron que había sido seleccionado, lo que lo llevó a formar parte de la exclusiva lista de apenas 12 mexicanos elegidos por el Comité Organizador de los JO.
“Hubo una convocatoria en el portal de las Olimpiadas. El proceso es sencillo: te registras, te hacen una serie de preguntas como si ya has estado en Japón, si sabes cómo moverte en la ciudad, si tienes familiares o contactos, todo ese tipo de preguntas. Cualquiera podía aplicar, pero no todos quedan seleccionados.
“Y así fue, decidí participar, me hicieron una serie de entrevistas y me quedé“, aseveró Valencia Flores.
La labor de Pohl en el evento deportivo se desarrollaría en la área de tecnologías. Es decir, apoyaría en el manejo interno de computadoras para el puntaje y las demás comunicaciones.
“Hay voluntariado de todo tipo, de transporte, en los boletos, como guías, apoyo a los equipos, hay muchas cosas de voluntariado, ellos te iban acomodando, más que nada dependía del perfil.
“Yo iba a estar en la área de tecnologías, que sería apoyo en la cuestión interna del puntaje, colaborar con las computadoras, comunicaciones, desde la parte de adentro, en la parte operativa, en la rama de tecnologías, en lo que tiene que ver con comunicación, computación, puntajes, etc.“, mencionó el regiomontano.
Conocedor del idioma japonés, que estudió desde su etapa como universitario y perfeccionó en sus intercambios, una vez seleccionado ,Pohl decidió invertir tiempo y dinero en tomar clases particulares en la Asociación Japonesa del Noreste para mantener “fresco“ el idioma.
Pero sus gastos no solo se limitaban a seguir manteniendo vigente el idioma, como su nombre lo indica, un voluntario realiza su labor por cuenta propia, sin recibir pago económico o alguna ayuda gubernamental y en Tokio no sería la excepción: el Comité Organizador apoyaría a los extranjeros con el uniforme y transporte, pero nada más.
Considerando que Tokio es la segunda ciudad más cara del mundo, de acuerdo con el banco privado suizo Julius Baer, la estancia de un mes en Japón sería un duro golpe para el bolsillo de Valencia Flores, pero su afán de colaborar con el país que la ha brindado tantas alegrías lo valían.
Ahorrar se convirtió en una manda para el regiomontano, quien además tenía la intención de acudir con su esposa e hijo a la contienda deportiva.
A pesar del tiempo y el gasto que se invertiría, la emoción de participar superaba cualquier dificultad y los planes de Valencia Flores seguían adelante. No había nada que pudiera detenerlos… o eso parecía.
A mediados de 2019 el regiomontano compró sus boletos de avión. En aquel entonces un desconocido virus acaparaba la atención en el sureste de china por su alto nivel de contagio.
Y aunque las predicciones eran alarmantes, ni Pohl ni nadie imaginó que el nuevo Coronavirus retrasaría sus planes y al final los frustraría.
Para 2020, año en el que se celebrarían originalmente los JO de Tokio, la crisis sanitaria se expandió por el resto del mundo y el 11 de marzo la OMS declaró al Covid-19 como pandemia.
La incertidumbre se apoderó del mundo entero y la celebración de eventos importantes como las Olimpiadas quedó en el limbo. Dos meses antes del que debió ser el inicio de Tokio 2020, el Comité Organizador les informa la inevitable: se pospone al justa deportiva.
“El que los hayan pospuesto la primera vez la verdad fue un alivio en un panorama de incertidumbre global. En ese momento que nos avisaron para mí fue bueno para que no fuera todo tan apresurado“, dijo el entrevistado.
Un par de meses después de la suspensión y tras darse a conocer la competencia no se cancelaba solo se pospondría, el Comité se puso en contacto nuevamente con él para saber si aún estaba dispuesto en participar.
Con el ánimo ya no tan elevando, en medio de un clima de inestabilidad sanitaria, Valencia Flores optó por continuar, con todo lo que eso implicaba.
“El comité nos alentaba, nos mandaba correos, pero no había nada claro. A medida que pasa el tiempo iba afectando porque los boletos salían más caros“, aseveró.
De la emoción de 2018 a la frustración de 2020: nada era concreto, todo era una moneda al aire y la espera se traducía a un aumento en los costos del vuelo -que tuvo que reprogramar- y a una posible mayor estancia en Japón.
“Como es un carrusel, fue como que hay que esperar a lo que dice el Comité, pero yo por ejemplo tengo amistades en Japón y les preguntaba que cómo iba todo por allá.
“Como voluntario tiene que estar una semana antes, ahora con el tema del Covid se tenía que estar tres semanas antes de que inicie el evento.
“Pasé de una emoción a preocupación porque sí me iba a pegar en el bolsillo“, mencionó Pohl.
El 2021 inició con un mejor rostro que su antecesor, la esperanza de la humanidad estaba puesta en la vacunación, que aceleró en los países más desarrollados, entre ellos, Japón.
Desde marzo de 2020 ya se había anunciado que los juegos de verano se llevarían a cabo del 23 de julio al 8 de agosto, fechas en las que se esperaba que la crisis sanitaria ya estuviera contenida.
Sin embargo, nada resultó como esperaba y en marzo del presente año el Comité Organizador anunció que el encuentro deportivo se desarrollaría sin voluntarios extranjeros.
“Nos mandaron un correo diciéndonos que siempre no. Y al final de cuentas siento que tanto como el Comité Olímpico como el gobierno japonés están tomando las medidas adecuadas ante la pandemia. Esto ya se trata de un tema mundial de salud y se comprende perfectamente que lo que se está haciendo es cuidar a la ciudadanía, los deportistas y los espectadores.
“Es parte de acatar y poner nuestro aporte porque el hecho de no asistir también es una manera de aportar al freno de esta pandemia“, mencionó Valencia Flores.
Y aunque la decisión del Comité fue un duro golpe para el sueño de Pohl, también representó un alivio a la gran incertidumbre que había sentido por meses.
“Por un lado fue un alivio porque había una incertidumbre muy fuerte de si iba a ir o no, si iba solo o con la familia, los gastos. Fue un alivio, un descanso mental porque sabemos que es la mejor decisión para todos“, mencionó.
Por primera vez en décadas, los Juegos Olímpicos mostrarán un rostro distinto a los aficionados de la justa, pues además de los voluntarios también se prohibió el público en las competencias.
Y es que la pandemia del Covid-19 ha arrasado con todo a su paso: vidas, salud, dinero, trabajos y también sueños que se quedaron en el tintero y que tal vez no se puedan escribir una vez más.