Aunque los adelantos de la ciencia son muy sorprendentes, tanto que en el Instituto de Fertilidad de Los Ángeles, California, con 30 mil dólares (unos 400 mil pesos) se puede elegir el sexo de un bebé; su color de piel, de ojos y hasta eliminar los desórdenes genéticos, para la gran mayoría nacer saludable es algo que por desgracia no puede escogerse.
Este es uno de los pensamientos más recurrentes que, confiesa, tiene una paupérrima madre originaria de Ciudad Mante, Tamaulipas, cuya hija padece microcefalia, un trastorno neurológico que durante casi dos décadas ha demandado de su total atención:
Por el día Olga cuida, asea y alimenta a Julia Malinalli y por la noche, dedica ocho horas de su tiempo en una empresa maquiladora para poderle llevar el sustento, mientras sus hermanas menores se hacen cargo de ella.
Así es la vida para la familia Vargas, que, sin avergonzarse nunca del problema que atraviesa, acepta los inescrutables designios del destino.
Y es que este mal provoca que los seres humanos sean más pequeños que el promedio, por lo cual, aunque Julia está por cumplir los 19 años, su físico representa el de una niña de cinco o seis años. De hecho, en un principio puede pasar desapercibido que tenga tres veces más la edad que aparenta.
Menciona su progenitora que está resignada a la idea de que su hija mayor jamás tendrá el mismo comportamiento y el tamaño normal, pero de ninguna manera esto cambia el amor y la dedicación que le ha brindado todos los días de su vida.
“Los doctores me dijeron desde un principio que no había oportunidades de que razone con normalidad y que no iba a crecer. Esto mismo
lo confirmaron los encefalogramas, porque su cerebro no se desarrolló.
“Ella nació un 28 de septiembre de 1993 en el Seguro Social de Reynosa. Fue un día muy bello y triste a la vez. El embarazo fue normal y el problema no fue diagnosticado sino hasta cuando di a luz”, añade.
LOS MIEDOS DE OLGA
Cuenta que su mayor preocupación es no poderle dar a su hija los tratamientos adecuados para poder sobrellevar la microcefalia, ya que desde hace varios meses Julia comenzó a tener espasmos y reacciones diversas en su cuerpo. Como esta familia es de escasos recursos en ocasiones no tiene los medios para pagar a un médico.
De hecho, el poco dinero que Olga obtiene de su empleo, lo emplea en pañales, pues su esposo la abandonó desde hace mucho y ella es la única fuente de ingresos de su familia.
“Mi hija sufre parálisis cerebral. Ella no habla, no camina; requiere de pañales, de atención médica y de terapias. Mi niña representa una edad de cinco años, pero a decir verdad ya va para los 19”, relata.
Esta joven ha radicado toda la vida en una humilde vivienda de la colonia Unidad Obrera de Reynosa, donde es muy conocida por su comunidad.
De hecho, sus vecinos se han apuntado para ayudarle a Olga con los cuidados, cuando ella trabaja y surge alguna complicación.
“Saben ellos que yo tengo una niña especial y me apoyan con ella. Como yo trabajo de noche el vecindario me ha llegado a dar la mano cuidándola”, menciona.
Sentada en una pequeña mecedora de madera, los ojos de Julia no aciertan a mirar fijamente a la cámara. Con su mano izquierda introducida en la boca emite pequeños gemidos y se incomoda si se siente asediada.
“Hace como dos años comenzó a convulsionar; ahorita es lo único que tiene y está con medicamento a la fecha. Actualmente necesita que la vea un neurólogo, pero no he tenido los medios para llevarla”, menciona.
COEXISTIR CON LA ENFERMEDAD
Esta madre señala que la alimentación de su hija se basa en comidas blandas, ya que ésta no mastica ni digiere cualquier comestible.
“Es sopita, huevito, cremita. Mastica muy poco, hay veces que pasa la comida entera. También le gustan las galletas, con que oiga el sonido de la bolsa ella grita dando a entender que quiere comer. De repente sí se ríe”, manifiesta.
No obstante, su modo de ser es voluble, pues hay ocasiones en que reacciona de forma agresiva, desconociendo a la gente o poniéndose a llorar.
Uno de los comportamientos que Julia suele adoptar es chuparse la mano.
“Cuando la pongo en la cama le tengo su montón de sonajas, juega, las muerde, las avienta, es su pasatiempo, al igual que meterse la mano en la boca. La televisión de repente la mira. Las cosas que le gustan es que sus hermanas le bailen y le aplaudan”, abunda su madre.
Olga comenta que al enterarse que Julia tenía microcefalia, a partir de entonces la ha sometido a diversas terapias. Gracias a ello es que esta joven puede mantenerse sentada, mas no camina.
“En un principio fue muy triste para nosotros saber de su enfermedad y pensar que ella pudiera estar sufriendo. Ahorita hemos aceptado su situación y nos hemos concentrado en quererla mucho, en amarla y protegerla, porque sabemos que ella es una niña especial”, describe.
Esta madre de familia aprovecha una entrevista para la televisión y tan sólo solicita un poco de ayuda a los habitantes de Reynosa, principalmente en pañales y una consulta con el neurólogo.
“A todas las personas que me están viendo me gustaría pedirles de su apoyo y yo se los agradeceré bastante y que Dios me bendiga a todos los que me apoyen.
Olga menciona que ha solicitado ayuda del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia, pero no ha recibido respuesta, ya que los pañales que ahí proporcionan son para personas adultas.
“Yo sola he sacado a mis tres hijas adelante. El papá de mis niñas nos dejó desde hace varios años. Me encomiendo a Dios, principalmente, porque sin él no podemos hacer nada”, indica.
Si usted desea asistir a esta niña con algún bien económico o en especie, hágalo llamando al teléfono celular 8991 634698 o dirigiéndose a la privada Jiménez número 154 en la colonia Unidad Obrera de Reynosa. v