Registros conformados por historias y fotografías, la pena de quienes perdieron a un ser querido y el testimonio de los sobrevivientes es lo que queda de una de las peores tragedias que se han vivido en el país: el terremoto de 1985.
El reloj marcaba las 07:19 horas del jueves 19 de septiembre cuando el sismo azotó la Ciudad de México y sus alrededores con una intensidad de 8.1 grados de la escala de Richter.
Fue solo cuestión de minutos para que la ciudad se vistiera de ruinas y escombros y se convirtiera en una fosa común de víctimas mortales.
Versiones oficiales arrojaban un saldo de entre 6 y 7 mil personas fallecidas, pero el paso de los años no ha hecho otra cosa más que confirmar que esta cifra se quedó corta por las dimensiones de la tragedia.
Han pasado 30 años del siniestro, pero los recuerdos siguen vigentes en la memoria de miles de sobrevivientes, entre ellos Juan Francisco Salazar Leal.
El periodista, actual coordinador de Comunicación Social del IMSS en Nuevo León, tuvo la experiencia de haber vivido en carne propia el siniestro, pues se encontraba en uno de los lugares más afectados por el terremoto: el Hotel Regis, uno de los más populares de su época y que terminó convertido en cenizas.
“Es una experiencia muy difícil de platicar… pero puedo narrar todo como si hubiese pasado apenas ayer.
“Me tocó ver a los bebés que sacaron con vida del Hospital Juárez, me tocó ver a Placido Domingo en labores de rescate en el edificio Nuevo León, en la zona de la merced, vecindades destruidas”, comenzó a recordar sobre el terremoto.
EL SINIESTRO
QUE CAMBIÓ SU VIDA
En 1985, Salazar Leal, de entonces 22 años de edad, laboraba como reportero en el entonces llamado Diario de Monterrey y de corresponsal del periódico El Día de la Ciudad de México.
Por invitación de Socorro Díaz, directora de El Día, Salazar Leal viajó a la Ciudad de México el 16 de septiembre para asistir a un congreso sobre periodismo y política realizado en las instalaciones de la mencionada publicación capitalina.
“Debo confesar que al principio tenía muchas ganas de ir al seminario, pero horas antes de salir mi vuelo, se me quitaron las ganas de ir por razones que con el paso de los días me di cuenta que era un sentimiento de mucha ansiedad… un presentimiento de que algo iba a pasar.
“Algo me decía que no fuera, pero tenía un compromiso muy fuerte ya establecido y como un profesional, no aborté el viaje y lo hice”, relató.
Como parte de las atenciones brindadas por el medio, los corresponsables de todo México fueron hospedados en el quinto piso del popular Hotel Regis, ubicado en la avenida Juárez, a un lado de la Alameda Central.
“Había gente de Tabasco, Chiapas, Sinaloa, Puebla, Estado de México, Oaxaca, Guerrero”, recordó.
El periodista consideró ser una persona sociable y compartida, pero durante su estancia en la Ciudad de México admitió que simplemente no podía serlo porque sus pensamientos se centraban en regresar a Monterrey.
Un día antes de terminar el seminario, el hotel tuvo un problema con la habitación donde se alojaba Salazar Leal, la cual pertenecía al área antigua del inmueble, y lo reubicaron en otra ala más nueva.
“Me dicen que me tengo que cambiar de cuarto, pero yo les digo que no porque eso implicaba volver a hacer mi maleta y al día siguiente ya me tenía que regresar a Monterrey, no tenía caso. Por más que me negué, fueron en vano mis intentos y de mala manera terminé cambiándome de cuarto”, comentó.
En ese momento Salazar Leal no se imaginaba que esa acción del hotel que tanto lo enfureció, terminó por salvarle la vida.
Al caer la noche, su compañero de seminario, Fernando Alberto Crisanto, le pidió alojarse con él en su habitación, y de una manera que calificó como “poco atenta, cayendo en lo grosero”, refutó para que no se quedara con él, aunque al final accedió.
Ya establecida la confianza con Crisanto, el periodista le confesó su disgusto por el hotel por su diseño y su mezcla de “partes nuevas” con “partes viejas”. Fue gracias a esa conversación que se motivó para salir a buscar la escalera de incendio el miércoles por la noche, por si el hotel “se cae o se quema”, poder salvarse él y su compañero de cuarto.
“Fueron palabras de premonición”, apuntó.
La noche antes de la tragedia que sacudió la Ciudad de México, Crisanto y Salazar Leal salieron a cenar, a un bar a tomarse una copa y relajarse, para posteriormente regresar al Hotel Regis y dormir.
A la mañana siguiente Salazar Leal comenzó a escuchar entre sueños que el respaldo de su cama golpeaba contra la pared… el resto, fue una experiencia que marcó su vida para siempre.
“Crisanto se levantó y me mueve para despertarme porque todo se estaba cayendo”, recordó.
“Al escuchar los ruidos, me paro y veo cómo ante mis ojos se empieza a destruir todo el hotel.
“Se cayeron trozos completos de concreto del techo, paredes, vidrios, y de repente se escuchó un estruendo muy grande que cubrió una nube de polvo, y luego sobrevino un silencio sepulcral… este silencio me hizo pensar que yo ya estaba muerto porque no se escuchaba nada.
“Un compañero de Chiapas llegó y nos empieza a gritar con groserías que nos fuéramos rápido, que esto ya había valido y que no nos quedaba más que salir de entre los escombros”, describió.
El periodista se vio en la necesidad de dejar sus miedos de lado y mostrar sangre fría ante los fatídicos hechos para poder ayudar a desalojar a la gente del hotel.
“Me tuve que convertir en la persona más cuerda y fría”, apuntó, “y terminé por tratar de evacuar lo que quedó del quinto piso, sacando gente de las habitaciones; unas ya estaban muertas, con pedazos de concreto sobre sus cabezas y sus cuerpos”.
Gracias a que la noche anterior Salazar Leal localizó la escalera de incendios, los sobrevivientes pudieron descender hasta donde el escombro lo permitió, el tercer piso, para posteriormente llegar “a gatas” al lobby del hotel.
“Mirábamos la luz de la calle, pero las piernas no nos respondían. Yo la verdad le pedí con todas mis fuerzas a Dios, que si ya me había dado la oportunidad de bajar del quinto piso a la planta baja, que ahora me permitiera salir a la calle”, señaló.
Para las 08:05 horas, el periodista ya se encontraba afuera del inmueble, en la calle abordando un ecotaxi, cuando sobreviene la explosión de lo poco que quedó del Hotel Regis.
“Hubo compañeros que no corrieron con la misma suerte que yo… quedó sepultado Toño Mejía, un compañero de Oaxaca; Mario García, que se dio por desaparecido, y ya no supimos más de otros compañeros.
“Muchos de ellos regresaron a su tierra y solamente un compañero y yo nos quedamos trabajando allá”, destacó.
Fue en ese momento que Salazar Leal se puso “la cachucha de periodista” y empezó a reportear sobre la tragedia desde el lugar de los hechos.
“Me tocó ser testigo y parte de la noticia”, indicó.
“VOLVÍ A NACER”
El terremoto del 85 fue un parteaguas en la vida del periodista.
Salazar Leal confesó que los primeros días posteriores a la tragedia fueron los más difíciles para él.
Confesó que se levantaba en la madrugada gritando por las pesadillas que su traumática experiencia le dejó, pero conforme pasó el tiempo quedó como un recuerdo muy importante.
“Yo llegué a escuchar que cuando uno se va a morir pasa por tu cabeza la película de tu vida, y ese día pasó por mi cabeza la película de mi vida, pensé que iba a morir cuando se estaba cayendo el hotel.
“Muchos amigos me dicen que volví a nacer, que corrí con mucha suerte o que simplemente no me tocaba”, dijo.
Pero esta experiencia no vino sólo a dejar traumas o secuelas negativas en su vida, ya que el periodista consideró que también le dejó un aprendizaje positivo.
“Me hizo hacer un replanteamiento de mi vida a mis 22 años. Yo veía las cosas de manera muy diferente después de eso, le di más validez a vivir mi vida, a disfrutarla, tener muchos amigos y ser feliz porque ahorita estamos y nadie sabe mañana…
“En un instante se te va la vida”, puntualizó.