
En la vida de muchas mujeres los hilos están sueltos cuando en su interior hay inestabilidad por diversidad de circunstancias a las que se enfrentan a diario. Pero no todo está perdido.
A través del diplomado “Tejedoras de Historias” y el curso “Guión de Mi Vida” como herramienta de desarrollo humano, Patricia Basave, directora y fundadora de la asociación, junto a otras compañeras, entrelazan esos hilos en las mujeres al llevarlas a su autoconocimiento para que sean agentes de cambio y generen un impacto personal, familiar y social.
El proyecto social que inició como un diplomado extraído de una tesis de Maestría que realizó Basave hace siete años, se formalizó hace cinco para apoyar a las féminas de cualquier estrato social y tejer sus historias.
Por tanto, ofrecen un programa estructurado en sesiones, talleres de inglés, cocina, tejido, y repostería, y servicios de acupuntura, bioresonancia, terapias familiares, danza, nutrición, tanto para la población femenina del Penal del Topo Chico, del barrio La Barranca en San Pedro y de cualquier sector.
“Todo es en base a un sustento metodológico y por el que todas las tejedoras pasamos al hacer el diplomado porque para trasmitirlo se requiere una formación personal y educativa para estar frente al grupo.
“Compartimos lo que aprendimos y trabajamos de manera individual porque queremos hacer redes de mujeres para invitarlas y acompañarlas en su proceso, ya que en el entorno en que vivimos resulta complejo hacerlo”, intervino Daniela Dávila, tejedora.
No es por arte de magia, agregó Basave. Explicó que se trata de la recuperación, reorganización y resignificación de su historia, tomando como eje central la escritura de su autobiografía con el objetivo de llegar a la identidad misma. “Hay que escribir y reescribir para ese cambio”, reiteró.
El objetivo, señalaron, es que mediante la identidad narrativa las mujeres enriquezcan su autoconstructo para que sean capaces de superar el victimismo, la opresión, mejoren su autoestima, recuperen sus propios recursos, se sientan más empoderadas y reanuden un pleno desarrollo personal y familiar.
La asociación, ubicada en Lomas de Tampiquito, en San Pedro, busca promover el desarrollo humano, la participación ciudadana de las mujeres para impactar en el área metropolitana de Monterrey e incidir en una construcción de una sociedad más incluyente.
“Somos una herramienta de desarrollo humano, somos facilitadoras para que se cuenten su propia historia y escriban su propio guión”, mencionó Delia Weber, facilitadora en el Penal del Topo Chico.
APOYAN A INTERNAS
DEL PENAL DEL TOPO CHICO
Desde hace dos años y cada viernes, las tejedoras tienen una cita con las internas del penal del Topo Chico. Decidieron tejer un nuevo sendero con ese sector para hacerles ver que aunque han perdido la libertad de convivir al exterior de una celda, lo más importante es la libertad interna.
Al aire libre o en un salón de usos múltiples dan el “Guión de mi Vida” con teorías femeninas, temas sobre el autoconocimiento, la autoestima, creencias, sexualidad y el valor de la crisis como oportunidades de cambio, entre otras.
“Ellas como el resto de las mujeres están tratando de salir adelante, son personas que valen mucho aunque estén pagando una culpa o estén ahí por injusticia”, dijo Weber, facilitadora.
María -nombre ficticio de una de las internas que toma el curso- ha avanzado desde que tomó las riendas para escribir el guión de su vida. “Ella quiere superarse”, comentó Dávila, otra de las facilitadoras.
Al inicio del curso María escribió: “Yo soy una mujer fuerte y tengo que hacerme fuerte porque mi familia no puede verme mal, pero realmente siento mucho dolor; estoy muy dolida y triste porque tenía sueños”, relató.
Ella se iba a casar, finalmente se unirían ante la ley y Dios con su pareja, pues ya tenían años viviendo juntos, e incluso, procrearon hijos. Cometer un delito y pagar por él se ha convertido en un obstáculo.
En cuanto le informaron del curso al interior del penal, se acercó a las facilitadoras, tomó las pláticas y desde aquella primera sesión ha unidos los hilos que traía sueltos, pero sobre todo, empezó a tejer su propia historia.
Dávila recuerda que al principio del curso algunas se rehusaban a escuchar las conferencias; “iban pocas porque tienen otras actividades que hacer y la asistencia es voluntaria pero poco a poco se han incorporado más y ahora tenemos tres grupos de 10 personas: eso es significativo”, dijo.
Recalcó que más allá del número de tejedoras que se unan, lo fundamental para las facilitadoras es el impacto positivo que se refleja en ellas. Muchas, como María, han dado su testimonio por escrito y con un trabajo especial al revelar que se sienten otras al término del curso.
Un unicornio con patas anchas y muchas alegorías en plastilina fue la figura que María creó para describir su sentir.
“Me siento con los pies bien plantados sobre la tierra y sé que estoy aquí porque hice algo y debo pagar, pero siento una libertad interior, sé que esto es pasajero. Tengo planes para el futuro, para cuando salga y los voy a hacer realidad”, expresó.
Dávila quedó satisfecha con el cometido. “Para mí fue relevante ver su cambio, de esa mejoría en relación a cuando comenzó el guión de su vida: no sufre como víctima sino que asumió su papel, y aún tras las rejas, reconoce su libertad”.
El curso en el centro de readaptación social dura hasta 16 sesiones, varía el número de asistentes, de acuerdo a la disponibilidad, pero sin falta, cada viernes, Basave y las facilitadoras tejen la historia de las reclusas.
TEJEN HISTORIAS
EN LA BARRANCA
La Barranca, barrio de Lomas de Tampiquito en San Pedro, es uno de los sectores vulnerables al que las tejedoras se introdujeron para generar un cambio de expectativas en las mujeres que se dedican al trabajo doméstico o dividen su tiempo al atender hogares ajenos y el suyo.
“Ha sido un proceso lento porque ha resultado difícil atraer su atención. Ellas trabajan de lunes a viernes o hasta los domingos, pero poco a poco hemos llegado a ellas. Les llevamos ‘Guión de mi Vida’ a un espacio que nos proporcionan y ha sido la manera de acercarnos a ellas”, expresó Basave.
Iniciaron el curso de una manera muy formal pero no funcionó, así que tuvieron que hacerlo más dinámico para que las mujeres de La Barranca lo tomaran con provecho.
“Compaginaron la teoría con la práctica al ofrecer los talleres a la par, adaptado a sus necesidades – oficios. Son personas que necesitan opciones para trabajar”, dijo Estrella Cárdenas, facilitadora en ese lugar.
Tras dos años de labor en ese sector de San Pedro, les solicitan con mayor frecuencia más clases de repostería o manualidades y hasta aprovechan algunos de los servicios como las terapias, debido a que abunda la desintegración familiar.
Para seguir tejiendo historias y llevar beneficios necesitan sustento, que los talleres o actividades tienen un costo accesible. Reconocen que la situación económica de las mujeres puede ser complicada y por ello no exceden en el cobro.
Sin embargo, la satisfacción va más allá de las aportaciones que puedan hacer, se enfoca al cambio que pueden lograr en las amas de casa y trabajadoras domésticas para que tejan su entorno social o familiar.
“Nos interesa más hacer esa cohesión social que vemos y que es generadora de muchos problemas en el tejido social en que se encuentran”, aseveró Basave.
A diferencia de la modalidad de tiempos que manejan en el penal, la sesión sabatina en la Barranca puede abarcar poco más de dos horas, y entre semana, quienes gustan, puede tomar algunos talleres o servicios en la sede.
RED DE MUJERES: IMPACTO Y CRECIMIENTO
A lo largo de estos cinco años de trabajo, las tejedoras se han motivado en ampliar las redes de cambio, ya que los resultados han sido efectivos.
“Muchas jóvenes han pedido cursos para ellas debido al cambio que han visto en sus madres , aunado a eso, hemos visto un alto grado de desarrollo en las señoras y muchachas porque unas han concluido su estudios de bachillerato o universitarios, o bien, hacen algo nuevo en su vida”, detalló la fundadora de Tejedoras de Cambios A.C.
Por lo anterior y el regreso de nuevas tejedoras, la asociación ha extendido actividades en los municipios de Juárez y San Nicolás.
“Estamos teniendo mucha respuesta en Juárez porque es un municipio con violencia y necesidades que atender, además son mujeres proactivas que luchan por cambiar de entorno”, dijo Dávila.
En San Nicolás, agregó, también se arrancó nuevo grupo. A paso lento pero seguro, esa red de mujeres tejedoras crece, tanto, que en Juárez inaugurarán una sub sede y esperan hacerlo pronto en otras zonas del área metropolitana.
En cuanto al espacio al aire libre donde ofrecen el curso al interior del penal del Topo Chico, solicitan el apoyo del gobernador Rodrigo Medina de la Cruz para invertir en un techo, con el fin de que las internas no se asoleen tanto durante las sesiones.
Pese algunos obstáculos como las restricciones burocráticas que parecieran complicar el camino de una asociación civil, entre otros factores, Basave, la fundadora de esta red, considera un logro seguir en pie tejiendo no sólo la historia de ese proyecto, sino de cientos de mujeres.