
Por Emanuel Suárez, Mariel Sánchez y Arely Ramos
Alejada de la opulencia, prosperidad y vanguardismo que caracteriza a Monterrey, una historia de hambre, carencias e indiferencia se escribe desde hace 15 años en una de las zonas más conflictivas de la ciudad: la colonia Genaro Vázquez, al poniente del municipio regio.
Forjada irregularmente en las pendientes de un cerro, el transporte público sólo existe en las “faldas” de la colonia, cuyas calles desafían la gravedad, apoyadas por escalones de piedra, construidos por los propios colonos.
De entre la pobreza que se respira en la zona destacan los Ávila Santos, una familia formada por 11 integrantes: cinco adultos y seis niños, quienes desde hace una década y media edificaron su hogar a base de pedazos de madera y lámina en un cañón al interior del cerro.
Para llegar a ellos se requiere de adrenalina, pues entre la maleza, las condiciones del camino y lo accidentado del relieve el destino podría ser el hospital antes que la casa.
Tan complejo es llegar a los Ávila Santos que ni siquiera el personaje rojo y bonachón de Santo Clos detiene su trineo en los alrededores para llevar felicidad a los menores en la media noche del 24 de diciembre.
Y es que debido a las carencias, más que blanca, cada año la familia celebra una gris Navidad, iluminada por la ilusión de los pequeños, pero golpeada por la realidad de los adultos, una realidad que se vive los 365 días del año y se acentúa en las fechas decembrinas.
Aquí un kilo de tortillas de maíz y un plato de frijoles se convierten en el manjar que alimenta a los reyes de la casa, los únicos que tienen garantizado un plato de comida, pues en ocasiones no alcanza para todos, tal y como menciona doña Santa Teresita Santos, pilar materno de la familia.
“Hay veces que yo no alcanzo nada, pero no me importa mientras mis niños tengan que comer. Mis dos hijas me dicen a veces ‘¿usted no va a comer nada, amá?’, y yo les digo que no, que prefiero que mis nietos coman algo porque ellos están chiquitos”, dijo la mujer de 51 años.
No se trata de vivir sino de sobrevivir. En una de las ciudades con mayor calidad de vida y mayor ingreso per capita resulta increíble que 11 bocas se alimenten con 20 o 30 pesos diarios, pero los Ávila Santos son una prueba de ello.
Todos los días por la mañana, José Ávila toma su maltratado triciclo y sale de la Genaro Vázquez con dirección a colonias de clase media y alta, en donde los deshechos de personas más afortunadas se convertirán en su fuente de ingresos.
De lunes a domingo, en día soleado, lluvioso o con frío el padre y abuelo de la casa tiene la misión de encontrar el “tesoro” de los más marginados, ese tesoro de aluminio, papel y cartón que se transformará en unos cuantos pesos al final de la jornada.
No todos los días se tiene suerte, en ocasiones sólo 20 pesos se puede recolectar, pero cuando la vida le sonríe 60 pesos se traducen a comida ?gourmet” para esta familia: huevo, salchicha y jamón.
Buscar un empleo formal es un viacrucis ya conocido por el patriarca de la familia, quien al no contar con acta de nacimiento y pocos estudios ve cerrarse las puertas del trabajo.
Con 49 años al hombro don José regresa al hogar en donde ya lo esperan 10 bocas hambrientas, pero que ya han saciado un poco de su desesperación gracias a la caridad de algunos vecinos, quienes les comparten víveres.
“La vecina de aquí de al lado (señala) de repente de que nos da sopita, frijolitos o regala comida, siempre nos está echando la mano, más que nada para que los niños no se queden sin comer”, mencionó doña Santa.
Un día normal en la vida de los Ávila Santos es despertar, con la esperanza de que algún político sediento de proyección regale despensas o los invite a un convivio para restar comidas a su preocupación.
“Cuando andan en campañas o de repente que sabemos que andan entregando despensas nos vamos todas (doña Santa y sus dos hijas) y ya de perdido con lo que nos dan nos mantenemos un rato, ya de perdido tenemos frijolito, aceite, arroz y ahí la vamos pasando”, dijo la abuela y madre del hogar.
“Ya tengo mucho sin ir al mandado, lo poco que tengo que es maseca y frijol son despensas que nos regalan a eventos que vamos. Por ejemplo ahorita que ya hay posadas vamos y nos regalan despensas. Vamos todas para podernos ayudar”, agregó.
Aún con las carencias, doña Santa y don José, junto a sus dos hijas, buscan promover la educación entre los más pequeños para que algún día, con trabajo, su realidad no sea tan cruda como la actual.
Por las mañanas los menores van a la escuela y por las tardes acuden a talleres implementados por el DIF de Monterrey, en donde llevan computación y manualidades.
Pensar en mudarse de la Genaro Vázquez es tan imposible para los Ávila Santos como pretender comer carne o pollo. Y es que a pesar de estar aislados en medio de la ciudad, los tres cuartos de tabla representan su patrimonio, aunque ese patrimonio castiga conforme la temporada del año.
Durante la época de calor, la falta de abanico y las pocas corrientes de aire convierten al tejabán en un auténtico cuarto de vapor, mientras que en el invierno las débiles tablas que fungen como paredes no controlan la filtración de vientos invernales, mucho menos los cobertores colocados como puertas y ventanas.
“Como yo siempre digo: en tiempo de lluvia, llueve más adentro que afuera. Ni duermo a gusto porque se llenan los botes de agua y hay que sacarlos y vaciarlos”, expresó doña Santa.
No hay época predilecta, los problemas están en cualquier estación, pero invierno siempre acarrea un sabor agridulce para la familia.
TRISTE DICIEMBRE
Es diciembre y en el ambiente ya se respira el aroma de la Navidad. Las casas comienzan a iluminarse con los destellos de “foquitos” y las tradicionales coronas de Adviento, dulces de caramelo e imágenes de Santo Clos inundan las colonias.
Los Ávila Santos lo saben, lo aprecian y lo anhelan; sin embargo, la euforia navideña no toca las puertas de su casa, debido a la escasez de recursos económicos.
Para doña Santa “la noche de paz y de amor” es en realidad una noche de tristeza, por no poder ofrecer a su familia ni siquiera una cena.
“Para mí, por la forma en la que vivo y que no tengo nada para darle a mis hijos, la Navidad es algo triste porque veo cómo los demás niños sacan juguetes, las familias se juntan a comer y yo nunca le he hecho así”, dijo doña Santa con voz entrecortada.
Con lágrimas en los ojos, la mujer de 51 años recuerda que en ocasiones, al no tener nada que cenar, han tenido que irse a dormir el 24 de diciembre con el estómago vacío y, entre sueños, sólo ser testigos auditivos de la felicidad de otros.
“Ha habido Navidades en las que no nos han invitado a ningún lado y lo que hago es acostarme muy temprano, para las 8 y 8:30 de la noche ya estoy acostada con mis hijos y ya cuando escucho que son las 12 me pongo a llorar porque digo: ‘mira, la gente bien alegre y nosotros aquí encerrados, ya dormidos’, eso es lo que digo”, comentó doña Santa.
Un ritual navideño común para los Ávila Santos es dirigirse a celebrar la Nochebuena y Año Nuevo con quienes abren su corazón y casa para convivir, generalmente un familiar o un vecino.
Cada diciembre, irónicamente, su hogar resalta por ser el menos iluminado, de sus paredes no cuelgan luces, sólo el deseo de poder adornar la morada.
“Yo no tengo nada de adornos, veo cómo mis vecinos empiezan a adornar y yo no pongo nada porque no tengo. Por eso mis niños me preguntan: ‘¿amá, con nosotros no va a llegar la Navidad?’, y yo les digo: ‘Sí mijo, sí va a llegar’, y así me los llevo engañándolos”, señaló doña Santa.
Al interior de la casa los pequeños se ilusionan con los juguetes que quieren para Navidad y que la televisión les exhibe. Entre comerciales se puede escuchar decir a uno de ellos “hermanita, esa muñeca la quiero yo, pero te la voy a prestar”, sin embargo el intercambio de juguetes, como siempre, sólo se harán en la imaginación, pues Santa Clos nunca ha hecho parada en su tejaban. Aún así, su espíritu navideño no decae. La familia siempre ha esperando vivir una Nochebuena en plenitud y este año su deseo podría convertirse en realidad.
¡FELIZ NAVIDAD!
Como parte de una mecánica que buscó transformar las fiestas de distintas familias en Reynosa y Monterrey, Hora Cero llegó a casa de la familia Ávila Santos para inyectar un poco de euforia decembrina con la campaña Una Navidad Diferente
Armados con esferas, luces, pino, corona de Adviento y lo más importante: la promesa de una cena digna en Nochebuena, un viento de Navidad comenzó a circular por el hogar de la colonia Genaro Vázquez.
“Desde que nos dijeron que nos iban a reglar esa cena ando bien emocionado y siempre digo: ‘bendito Dios que no nos deja’, estoy muy contenta”, mencionó doña Santa.
Para seis niños: Jennifer, Noemí, Anamí, Brian, Edgar y Jonathan, quienes sólo habían visto un pinito navideño por televisión, el verde de las ramas de uno real se convirtió en todo un descubrimiento.
Las sonrisas y la curiosidad invadió a los seis pequeños, que no tardaron en poner “manos a la obra” para decorar a su gusto uno de los artículos más tradicionales de diciembre.
Sus ojos fueron el vivo reflejo de la emoción y sus bocas un vehículo de agradecimiento y esperanzas.
“Yo quiero de regalo una pizza porque nunca la he probado”, se escuchó decir a Brian Ávila, el menor del matrimonio conformado por don José y doña Santa.
Poco a poco cada uno de los nietos hizo su petición: muñecas, bicicletas, carritos, luchadores y demás objetos que para otros niños podrían ser simples juguetes, pero que para ellos son ilusiones.
“La mejor Navidad sería ver a mis hijos unidos y a mis nietos contentos con un regalito porque nunca han tenido ningún juguete”, expresó la mujer de 51 años.
“Estoy muy emocionada y con muchas ganas de llorar, por fin vamos a tener Navidad”, añadió.
Los pequeños ya hicieron su carta a Papá Noel, el personaje que no ha muerto en la familia, a pesar de las carencias. Mientras tanto doña Santa sólo pidió salud y vida para seguir disfrutando su mayor tesoro: su esposo, hijos y nietos.
Esperando a Santa Clos
Por Mariel Sánchez
A orillas del río Pesquería, en el municipio de Escobedo, se visualiza “otro mundo”, miles de familias que tratan de subsistir, sin empleo y, por ende, sin un solvento económico.
En los habitantes de la colonia Nueva Esperanza, eso es lo que predomina, la esperanza. Anhelan una vida mejor y aunque se conforman con poco, enfrentan demasiada carencia.
Sus hogares compuestos por madera y lámina, muestran la situación de los habitantes de esa localidad, que deben enfrentar las bajas temperaturas de la temporada de invierno y descuidar su alimentación, no por gusto, sino por necesidad.
Esas familias con carretones y en ocasiones con empleos temporales, intentan salir adelante haciendo su mayor esfuerzo para llevarles alimento a sus hijos, pero cada mañana despiertan con la idea de que será un día mejor.
En esa situación se encuentran Roberta Joaquín Arcadio y Emiliano Andrés Martínez, quienes tienen seis hijos: Daniela, Emily, Ericka, Jesús David, Carlos Eduardo y José Ángel de 12, 10, 8, 7, 4 y 3 años, respectivamente.
Ubicados al final del municipio, pasando por calles con baches y sin pavimentación alguna, es donde residen Roberta y Emiliano que vinieron desde Tamazunchale, San Luis Potosí, en busca de nuevas oportunidades, pero su estadía en la metrópoli no es la que imaginaron.
Con un nudo en la garganta, los padres de familia reconocen que por falta de dinero, no han podido celebrar la Navidad. Nunca han tenido un pino que decore el interior de su casa y que mantenga la idea en sus hijos de que Santa Clos llegará a dejarles algunos regalos.
Por eso Hora Cero decidió emprender una búsqueda para llevar la alegría a hogares que soñaban con una celebración completa y gracias a esto la familia Joaquín Andrés tendrá un diciembre distinto con Una Navidad Diferente.
La familia
Los seis niños que integran la familia, recibieron un pino navideño con el cual su rostro se volvió en sonrisa y sus caritas que presentaban timidez cambiaron a emoción.
Ahora sólo esperan con ilusión la cena de Nochebuena para que al cerrar sus ojos, reciban por primera vez la visita de Santa que tendrá que recorrer un gran camino para llegar a ellos.
Con su primer pino navideño esperarán a ese personaje que año tras año, lleva alegría a muchas viviendas y creencias a niños que en diciembre eligen portarse bien, para recibir gustosos sus regalos.
Situación que en su colonia no sucedía, ya que sus cartas no fueron recibidas por Santa y este año saben que no tendrán que esperar mirando por la ventana, tratando de ver a los renos tirando el trineo en el cielo estrellado.
Acostumbrados a celebrar de manera íntima, haciendo un esfuerzo por tener una buena cena. La familia Joaquín Andrés compraba un poco de carne (que para ellos es un lujo comer) y preparaban la cena navideña.
Lo que para muchas personas es una tradición comer cada domingo (carne asada), para ellos era una cena de lujo que se empeñaban en comprar para celebrar.
Las series de luces, el pino tradicional en verde o blanco, los regalos, las botitas donde se coloca la carta a Santa, las coronas de Adviento que se colocan en la puerta principal, adornos inflables de renos, santas, duendes, osos polares y demás personajes característicos de las fechas decembrinas no adornaban su casa.
El 24 de diciembre era un día común, la única diferencia es que comían carne. Era un día más para convivir en familia, pero dejando de lado las tradiciones específicas de una verdadera Nochebuena y una especial Navidad.
Este año las cosas serán distintas para la familia, ahora podrán disfrutar de un pavo, de regalos para los niños y en su ventana se asoman las lucen que decoran su pinito.
La felicidad en Daniela, Emily, Ericka, Jesús David, Carlos Eduardo y José Ángel, se vio reflejada al decorar su primer pino.
Con cautela y en familia, colocaron cada pieza que embellece su árbol navideño. La participación modesta de cada uno marcó una época en la que predomina la alegría, el espíritu, el amor y la bondad con la que al paso de los años logran solventar su hogar.
Hogar protegido con amor
Un portón de madera es la entrada a su jardín, compuesto por ramas, hierbas y desechos que más tarde serán quemados.
Al lado izquierdo se encuentra un barandal de fierro, se podría pensar que es la puerta de la “cochera” pero más bien, es la entrada del trabajo del señor Emiliano, una bloquera.
Justo en la parte trasera de la empresa, se visualiza una humilde casa con paredes agujeradas en tono verde pálido. Las ventanas con vidrios rotos y por dentro cubiertas de cartón para solventar el frío.
El techo de lámina está fortalecido con piedras en la parte superior, para que no sea sustraído por los vientos. Al interior, hielo seco sostenido con madera, de igual manera, para atenuar el clima gélido.
La sala está compuesta por sillones donados, ahí duermen algunos niños y la única cama con la que cuenta la casa se ubica en la cocina y debe ser compartida no sólo por los padres, sino también por sus hijos.
Los pequeños juegan sin cesar. Ellos intentan disfrutar de los juegos de infancia, los cuales no les podrán ser arrancados por las carencias.
El patio lleno de pastizales alberga los sueños de seis niños que por cuestiones adversas deben aprender a vivir con lo poco que tienen.
Y gracias a ellos su vivienda tiene paredes que más que ralladuras y deterioros, muestran ilusiones, las ilusiones que sostienen un techo lleno de esperanza.
Los padres de familia deben subsistir al día y además multiplicar por milagro las ganancias que entre ambos llevan a casa, todo esto con el fin de que sus hijos no dejen de acudir a la escuela.
Los pequeños, que aunque comenzaron tarde sus estudios, van avanzando a buen ritmo y aprobando distintos grados en poco tiempo, como el caso de Daniela que cursa cuarto año de primaria.
Además de Daniela, Emily, Ericka y Jesús también acuden a la Escuela Primaria Licenciado Antonio Martínez de Castro 2. Pero ahí, diariamente le solicitan a Roberta el pago de las colegiaturas.
La falta de tolerancia y comprensión abunda en dicho plantel educativo, ya que no brindan su apoyo a Roberta, a pesar de que se ha presentado a platicar con los directivos y les ha comentado la situación en la que vive.
“A veces no llevan todo lo que les piden, no completo y si no pago, la maestra me envía recados o me dice que vaya, para pedirme el dinero”, aseguró la mamá de los infantes.
Pero ese no es el único conflicto que los acecha, la poca comida con la que se alimentan es otro problema.
Para ello, los martes y domingos son días especiales para Roberta y sus hijos. Caminan unidos, gustosos se dirigen al comedor para niños Nueva Esperanza, felices de saber que degustarán comida sana y los platillos serán a llenar, sin que quede en ellos la sensación de que no están satisfechos.
Dicho comedor proporciona alimentos a los más necesitados, los martes y domingos desde las 11:00 hasta las 14:00 horas.
Lupita Leal, encargada del comedor, conoce bien la vida de Roberta, cada oportunidad que se le presenta le brinda apoyo, al menos en alimentación, con ropa o algunos muebles.
‘‘Me da vergüenza cómo vivo, pero ni modo. Sí me gustaría regresar con mi familia, pero ahorita cómo, me tengo que esperar a que crezcan los niños”, dijo Roberta.
La madre de familia no se conforma, ella busca la manera de obtener mayores ingresos, ya sea vendiendo algunas de sus pertenencias en los mercados o haciendo tamales en hoja de plátano para vender.
Pero ni con el sueldo de su marido ni los esfuerzos que ella realiza para completar para toda la familia, consigue su propósito.
Asegura que su fortaleza son sus hijos, su fuente de inspiración por los que haría cualquier cosa y lamenta no poder darles una vida óptima, sin embargo no dejará de luchar.
Nochebuena en soledad
Por Arely Ramos
Francisca Pérez García es una mujer de 54 años que vive sola en un tejaban de la colonia Agua Nueva en Guadalupe y desde hace cuatro años al quedar huérfana de madre, vive la Navidad como un día cualquiera.
Si de algo está segura “Panchis”, es que en su casa no habrá una cena suculenta con sus familiares en esta Navidad, como en otros hogares, y no tendrá que despertar por la mañana del 25 de diciembre para correr a abrir algún regalo, pues sabe que debajo del árbol no habrá nada para ella.
Las condiciones precarias en las que vive, tanto de infraestructura de vivienda y económica, pero sobre todo de compañía y cariño, no son para ella causa de infelicidad.
La quincuagenaria le sonríe a la vida y aunque tiene una problema neurolingüístico que le imposibilita hablar bien, intenta comunicarse con quienes la visitan para ofrecerle ayuda al llevarle comida o lo que le haga falta, tal como lo hace a diario su tía María del Refugio Pérez García.
La tía María es la única familiar que la cuida cuando y como puede. Vivir a dos casas de ella, le permite estar al pendiente de vez en cuando, pero aún y así, “Panchis” está sola en su humilde hogar las 24 horas del día.
A su avanzada edad, le gusta cocinar; “la sopa” es su comida preferida, dijo. “Veo la tele y coso ropa”, expresó al cuestionársele sobre qué hace durante el día en medio de la soledad y un montón de artículos viejos al interior de su hogar.
Aunque las canas se asoman sobre su corta melena como el reflejo de la vejez, en cuanto el equipo de esta casa editorial arribó a su hogar para conocer su historia y regalarle una Navidad diferente, corrió como una niña que se asusta cuando ve a gente desconocida.
Sin embargo ella sabía de la visita que le haría Hora Cero y la campaña Una Navidad Diferente al paso de unos minutos regresó a la puerta de la casa para recibirnos. Amablemente saludó e invitó a adentrarnos a su casa.
A simple vista, la vivienda se ve como cualquier otra, pero en cuanto tienes acceso, descubres un mundo distinto.
EN EL ABANDONO Y CONDICIONES DEPORABLES
La casa de “Panchis” es de madera, otra parte es de lámina y otra de block. En el único cuarto grande que conforma la casa, se encuentran cama, televisor, ropero, cocina y baño.
El aire se cuela por los agujeros de las paredes de lámina. La lluvia entra por el techo de lámina ya que se trasmina por el deterioro del material que cubre la casa por la parte de arriba.
Con la llegada del frío en los últimos inviernos, la quincuagenaria se la ha visto negras. “Frío, sí, mucho, pero me tapo”, apenas articuló. “Trato de traerle algunos cobertores pero sé que no es suficiente, por lo que a veces le ayudamos a sellar los agujeros de las paredes con cartón”, intervino la tía.
La morada luce desaliñada y a punto de caerse por dentro. Pero el terruño de donde yace la construcción de madera, lámina y block parece aferrarse a seguir en pie para que “Panchis” tenga dónde dormir.
Al entrar y hacia la derecha, está la cama; una base de forja sostiene un colchón viejo al que se alcanzan a ver los resortes. Los cobertores lo cubren y son los que protegen del frío a la longeva.
Seguido de la cama, se encuentra un mueble con varios televisores, uno funciona y otro no, pero al menos, puede ver la novela y las noticias durante su permanencia en el hogar.
Después está la mini cocina; un comedor añejo de cuatro sillas, lleno de trastos, es donde ella come la sopa que tanto le gusta. A un lado, colocaron la parrilla rústica de dos mechas que funciona con gas para que “Panchis” prepare el fideo u otros alimentos.
A la altura de la cocina pero hacia la izquierda, tiene un montón de ropa sobre algunas sillas. Son donaciones que sus vecinas y tía le han dado para que no pase tanto frío en esta temporada.
Una cómoda pequeña y muebles que están en deterioro abundan en el interior. No tiene espacio para trasladarse de un lugar a otro. Vive en el amontonadero.
El cuarto de baño está construido de block y al no tener enjarre, entre los agujeros se cuela el aire. Aunado a eso, luce en condiciones insalubres, ya que la tasa no se ha limpiado en meses, quizás en años.
No hay regadera. Para tomar la “ducha”, calienta agua en la parrilla y se baña al echar chorros de agua sobre su cuerpo, mientras el frío del exterior entra por los orificios de las paredes.
Por fortuna, tiene los servicios básicos para vivir; agua, luz y gas pero si no fuera por su tía María que le ayuda a pagarlos, la historia sería diferente.
“Toy bien”, manifestó. La longeva no tiene noción real de la condiciones en las que vive, para ella representa comodidad. Vive “feliz” en su mundo.
LLEVA HORA CERO ESPÍRITU NAVIDEÑO A “PANCHIS”
Para alegrar y llevar una Navidad diferente a la mujer solitaria, esta empresa editorial se dio a la tarea de darle luz y calor al hogar de “Panchis”.
El ambiente cálido se dejó sentir cuando la anciana recibió a los integrantes del equipo editorial pero, más aún, cuando pieza por pieza se colocó el pino navideño.
Ella no recuerda que en su infancia haya tenido un detalle decorativo como ese en su casa en vísperas de la Nochebuena. “Siempre fuimos de escasos recursos”, manifestó la tía María.
“Pinito no”, añadió “Panchis”. Y en medio de la emoción, se animó a cooperar para colocar las esferas pero no lo hizo sola; unos niños, vecinitos de ella, colaboraron.
Los menores como otras personas adultas que conocen la condición de la mujer de edad avanzada, la visitan en sus ratos libres para platicar o hacerle compañía, y en esa ocasión los niños se presentaron.
Con rostro de felicidad, ayudaron a la anciana a adornar el pinito, mientras personal de este medio informativo puso las luces y otros accesorios para la casa.
“Bonito”, fue la expresión que por más de dos ocasiones externó “Panchis”. Parecía una niña contenta por tener un pino en su casa con luces de colores, escarcha y esferas.
Sin duda, esta Navidad ya comienza a ser distinta para ella e incluso para quienes la visitan, pues sentirán un ambiente acogedor, de acuerdo a la temporada, cuando acudan a su casa a hacerle plática.
Aunque por un momento la vida cambia para “Panchis”, a su tía María le angustia qué va a ser de su sobrina o quién la va a atender cuando Dios la recoja.
“ME PREOCUPA QUIÉN VA A CUIDAR DE ELLA CUANDO NO ESTÉ YO”
La tía María tiene 65 años y trabaja en una primaria, además de cuidar a sus nietas o estar al pendiente de sus hijos en las tarde, sin olvidarse de su sobrina.
Pero teme dejar desamparada a “Panchis” porque últimamente su estado de salud ha empeorado. Le detectaron cáncer en la matriz y sabe que en cualquier momento puede ser llamada por dios.
“Uno nunca sabe cuándo morirá, pero yo sí estoy preocupada porque no estoy muy bien. Me interesa saber quién se hará responsable de ella y de los gastos porque aunque vive sola, depende económicamente de mí”, dijo María.
Sabe que las vecinas le podrían dar de comer o ayudarle, pero reconoce que no es una obligación para ellas hacerse cargo de “Panchis”. Así que mientras transcurren los días, pensará en alguna alternativa para que su familiar no se quede más sola de lo que está.
Una de las ventajas, añadió: “lo bueno es que es independiente, se cocina sola cuando tiene comida, lava, se asea y todo. No tiene alguna enfermedad latente pero la afilié al Seguro Popular por si se ofrece”.
Mientras analiza qué hará para la estabilidad de su familiar, María manifestó estar contenta por la Navidad diferente que le regalará esta casa editora a su sobrina.
“Yo no completo de dinero como para comprarle su pinito o algún regalo, tengo muchos gastos en casa pero agradezco su apoyo”, dijo.
Aunque hace cuatro años la vida de María y “Panchis” cambió, tras la pérdida de su hermana y madre, respectivamente, tratan de disfrutar de la vida a su manera, pese a las adversidades.
“No la abandono, hago lo que puedo y trato de convivir con ella porque soy la única pariente cercana. La queremos mucho pero también para nosotros es difícil la situación con mis hijos y nietos”, contó.
SU MADRE Y LA VIRGEN
LA CUIDAN
“Panchis” no está tan sola como parece, la Virgen de Guadalupe y su madre también velan por ella.
“A veces me dice que su mamá estuvo aquí, que le hizo de comer o que la vio. Yo creo que no la olvida pero pienso que la cuida desde donde está”, declaró la tía María.
Por otro lado, la fe que le inculcaron a “Panchis” desde niña no está de más. La Guadalupana la protege y más cuando la tiene presente en su hogar con algunas imágenes de ella sobre la pared.
“Ella le reza o le canta a la virgencita todos los días. Desde niña iba a los rosarios y a misa con su madre, no ha olvidado nada de eso; siempre fueron muy católicas”, expresó la tía.
En vísperas de la llegada y nacimiento de Jesús, “Panchis” sólo sabe que la pasará “solita” como cualquier día y si acaso su tía le llevará algo de cenar o la acompañará un rato.
Lo que ella no sabe es que existe la probabilidad que esa noche el hombre de las barbas blancas y traje rojo le dé una sorpresa; podría tener una cena digna y el regalo bajo el árbol que tanto añora; “ropa, quiero ropa”.
Gracias por su apoyo para realizar estos sueños a:
:: Daniela Romo (actriz y cantante)
:: Oscar Flores (Empresario)
:: Latin Power Music
:: Gerónimo Coronado (Empresario)
:: Eliseo Robles Salinas (Cantante
y empresario)
:: Cardenales
de Nuevo León
:: Invasores
de Nuevo León