La tranquilidad de sus miradas contrasta con el bullicio de los pasillos, en donde las anécdotas y los recuerdos se hacen presentes en cada hombre y mujer de la tercera edad que descansa sobre una mecedora, camina con ayuda de un andador o se mueve en silla de ruedas.
Son siglos de vivencias acumuladas bajo un mismo techo. Ese que por decisión propia decenas de sus huéspedes lo eligieron como su nuevo hogar. Es la casa de descanso Sagrado Corazón de Jesús, ubicada al poniente de Monterrey, donde actualmente 95 ancianitos viven a plenitud su vejez.
La senectud no necesariamente debe tener rostro de decadencia. Y en Monterrey los asilos se están convirtiendo en la puerta de escape para personas de la tercera edad, principalmente de clase media y alta, quienes buscando evitar ser una carga para sus hijos invierten sus pensiones o ahorros en una estancia que garantice seguridad física y emocional.
“Son personas que no quieren ser una carga para los hijos, ni quieren interferir en los matrimonios de ellos”, señaló la hermana María Teresa, directora de la casa de reposo.
“Por otro lado, cuando llegan a cierta edad a ellos (los abuelitos) se les hace revivir lo que en sus tiempos de jóvenes vivieron y que por diversas circunstancias ya no pudieron seguir”, agregó.
Por lo anterior, durante los años recientes el área metropolitana ha experimentado un nuevo fenómeno, la sobredemanda de adultos mayores que buscan ingresar a los asilos, al grado de que ya existen listas de espera en algunos, como en el Sagrado Corazón de Jesús.
“No me pregunte cuántas personas están en la lista de espera porque no sabría darle el número exacto, pero sí es una lista muy grande”, indicó la religiosa.
En este sitio, la demanda ha sido tal que incluso personas que apenas superan los 50 años ya aguardan por un lugar en la casa; sin embargo, uno de los requisitos del centro es ser mayor de 70 años, por lo que los septuagenarios tienen prioridad.
Las casas de descanso, que brindan un servicio de verdadera calidad, se han convertido en los espacios perfectos para que los abuelitos puedan convivir, realizar actividades físicas, mentales, emocionales y espirituales y vivir conforme sus recursos económicos se los permitan, sin temor a quedarse solos.
“Aquí están tranquilos (las personas de la tercera edad). Si quieren ver la tele la pueden ver, si no quieren la apagan y se acuestan. Hay bullicios a cierta hora, pero en otras está todo tranquilo y eso es lo que les da a ellos la tranquilidad”, comentó la hermana María Teresa.
No todas las historias de asilo se entretejen bajo el abandono. Actualmente son las propias personas de la tercera edad quienes buscan ser los inquilinos de la mejor casa de reposo.
“Por lo general son los abuelitos los que hablan para preguntar sobre qué hay en el lugar, para saber cómo es la comida, que qué pueden traer; sobre las medidas del cuarto, que si tiene baño, etcétera”, platicó una joven trabajadora del lugar.
Un ejemplo claro se vive en el inmueble de la calle Parque Poniente, número 4600, de la colonia Nuevas Morelos, de la capital regiomontana, en donde dos parejas de la tercera edad, por separado, decidieron ingresar a la casa del Sagrado Corazón para disfrutar juntos su etapa otoñal.
“Uno de los matrimonios que entraron fue porque a la mujer se le empezaban a olvidar las cosas como apagar la mecha o cerrar la llave del gas, cosas que parecen insignificantes, pero que sí tiene importancia cuando solo viven dos adultos. Por ello fue cuando ellos deciden buscar apoyo y él decidió venirse con ella”, comentó la madre María Teresa.
VEJEZ CON DIGNIDAD
Con más de 40 años realizando labor asistencial, la institución sin fines de lucro Asistencia y Desarrollo Social A.C., tiene a su cargo el funcionamiento de dos casas de reposo: Sagrado Corazón de Jesús y Virgen de Guadalupe.
Ambas con la misión de “proporcionar a las personas de la tercera edad de ambos sexos no importando su estado civil o credo religioso, un lugar donde puedan tener una vida digna, confortable y sana; procurando hasta lo posible mejorar su calidad de vida: física, psicológica, social y espiritual a través de una atención personalizada y una convivencia armónica con otras personas”, de acuerdo a su portal de Internet (www.asistenciaydesarrollosocial.com).
El éxito de las casas radica en que todo está planeado y pensado para satisfacer los gustos y necesidades de sus huéspedes y hacerlos sentir útiles e importantes.
“Todo gira alrededor de ellos”, señaló la hermana María Teresa, quien agregó “no hay una actividad que no sea enfocada al bien, a la superación, a que ellos vuelvan a retomar su valor, a que ellos vuelvan a ser útiles, sentirse importantes. Ellos son el centro de la casa”.
Desde la comida hasta las actividades, todo está meticulosamente cuidado y supervisado por especialistas.
En la casa del Sagrado Corazón de Jesús, por ejemplo, los inquilinos juegan lotería, dominó, baraja, pintan, dibujan, realizan ejercicios de memoria, se les enseña computación y demás actividades que les permitan estar activos física y mentalmente.
El lugar cuenta además con servicios como cocina, lavandería, doctor, gimnasia, rehabilitación, podólogo, servicio social, círculo de lectura, estudio de la Biblia y Cineclub.
Y aunque el servicios y el cuidado son igual para todos, el costo de la estancia de cada inquilino varía dependiendo de su situación económica.
“La cuota depende de su estado económico, pueden ser de los que no tienen a nadie o que tiene su pensión o que tiene familia que les ayudan, varía”, dijo la religiosa.
Y es que el costo mayor sólo se refleja en la comodidad de la habitación, ya que pueden ser individual compartida, individual solitaria o matrimonial, sólo por mencionar algunas.
En palabras de la madre María Teresa lo que se busca es que formar una familia y que los abuelitos “se sientan en su casa” donde hay normas que deben de seguir, pero además respeto el espacio de cada uno.
“También se respeta el espacio de las personas. Hay muchas actividades a las que algunos no quieren participar, entonces se salen a leer el periódico o a platicar con otros. Hay un respeto muy grande a su tiempo y a su espacio”, indicó la directora del centro.
Caminar por sus jardines, pasear por los alrededores y hasta salir del centro son algunas de las facilidades que se brindan a los abuelitos, siempre y cuando cuenten con las condiciones físicas y mentales para hacerlo, y los familiares lo hayan autorizado.
“Si mentalmente estén bien, ellos pueden salir cuando quieran. Cuando hay un deterioro mental, que sé que se le olvidan las cosas, ahí no pueden salir. No se lo impides, lo acompañas”, dijo.
El esfuerzo de las religiosas, sumado al de los voluntarios y los apoyos económicos del programa “Bécalos” del municipio de Monterrey, y de particulares, ha sacado adelante a esta casa de descanso, cuyo principio fundamental es “que los ancianitos tienen que venir libremente”.
Tan es así que a lo largo de sus 33 años al frente del lugar, la madre María Teresa sólo ha atestiguado la salida de tres personas que no se han podido adaptar a la casa.
“Sólo dos o tres personas han ingresado por cuenta propia y con el tiempo se van por diferentes cuestiones: falta de recursos, porque quería cosas que no eran correctas”, señaló.
“Por ejemplo, había una señora de 70 años que quería estar todo el día acostada y nosotros no podíamos permitir que una persona de esa edad esté todo el día acostada porque eso va acarrear a otras personas. Luego era muy intransigente, estaba todo el tiempo gritándole a las muchachas y eso no se puede porque tiene que haber una armonía”, agregó.
Cuando se tiene amor por la gente mayor nunca es difícil lidiar con uno o con 95 abuelitos, esa es la filosofía que durante casi 34 años ha acompañado a la madre María Teresa y que le ha permitido “enseñarles a morir diariamente”.
Y es que de acuerdo a la religiosa, a las personas de la tercera edad se les debe de enseñar a aceptar esa muerte, que no es literal, sino figurada.
“No hablo de morir de ya no despertar, sino a morir de manera figurada porque hoy no tengo fuerza y no puede levantar un vaso; o morir porque hoy se me olvidó de qué color eran los calcetines y me puse de otro color; hay muchas cosas que cada día vamos muriendo y eso es lo que hay que irles enseñando que lo acepten”, mencionó.
Por tal motivo, la espiritualidad es un factor fundamental en la persona de la tercera edad para que vaya aceptando sus limitaciones con el paso del tiempo.
El mayor dolor que se puede vivir en un asilo es la pérdida de uno de sus integrantes, sentimiento que la madre María Teresa ha experimentado casi 500 veces en los 33 años que ha estado al frente de la casa de descanso.
Y aunque el sufrimiento es inevitable, también lo es la satisfacción de apoyar a esas personas que están llenos de conocimientos y experiencias para compartir.