La espectacularidad de las maniobras aéreas, las llaves, las contra llaves y el folklor que se le imprimía en cada pelea provocaron que la lucha libre mexicana fuera considerada la mejor del mundo en la década de los sesentas, setentas y ochentas.
Fueron años en los que los luchadores mexicanos acapararon las taquillas y reflectores de plazas y pantallas a nivel internacional, destacando personajes como El Santo, Blue Demon, El Perro Aguayo, René Guajardo, Ray Mendoza y demás, ahora iconos en la cultura mexicana.
Sin embargo, desde hace más de 20 años el panorama glorioso de la lucha libre nacional se eclipsó por una crisis de esencia que la dejó “en la lona” ante la competencia internacional y de paso “noqueó” las carreras luchísticas de los herederos de las dinastías.
“¿Qué van a ordenar el día de hoy?”, pregunta a los comensales el dueño de El Cuadrilátero, un negocio de comidas ubicado en Barrio Antiguo, a un costado del salón de fiestas Kids Arena y del gimnasio de la compañía Dinastía Luchística, todos de su propiedad.
Su rostro es conocido: ha aparecido en revistas, periódicos y televisión, ha sido condecorado por políticos, ha representado a México en peleas internacionales y su apellido es sinónimo de grandeza, es René Guajardo Jr., reconocido luchador regiomontano e hijo del emblemático rudo René “Copetes” Guajardo.
Sonriente invita a todo el que arriba al negocio a los eventos de lucha libre que ofrece cada domingo desde hace 10 años su compañía, la que reemplazó a División del Norte, fundada por su padre y de donde salieron famosos personajes como: Canek, Aníbal, El Solitario, el Negro Casas, Los Brazos, Los Villanos, Blue Panther, La Parka y La Súper Parka, entre otros.
Proveniente de una de las dinastías más importantes del país, René es de la generación de luchadores que vivió la transformación del deporte en la década de los 90, en donde la comercialización transformó la disciplina en un mero espectáculo.
“A raíz de que la lucha empezó a ser televisada comenzó la crisis de la lucha libre porque la gente ya no iba a las arenas y el concepto da la lucha libre cambió”, sentenció el luchador René Guajardo Jr., hijo del emblemático rudo René “Copetes” Guajardo.
“Se crearon cosas muy parecidas a los americanos: más espectáculo, que incluía ya no el típico calzón que identificaba a los técnicos o mallas de los rudos, metieron máscaras, cuernos y demás excentricidades que ofrecían no tanto lucha sino espectáculo”, agregó.
Sobre las paredes del local de comidas, un enorme ring se pincela al fondo, mientras que su fotografía de luchador y cuadriláteros de juguete se erigen en las repisas. Más que adornos, cada objeto es un cúmulo de recuerdos que revive sus años arriba de un ring, los mismos que espera con ansias volver a disfrutar, tan pronto se recupere de las lesiones que padece.
Y es que para René aún queda la esperanza de renovar a la lucha libre y volver a convertirla en el orgullo de México.
Siguiendo los consejos y el ejemplo de su padre, Guajardo Jr. recuerda que se preparó arduamente para convertirse en luchador, lo que no fue sencillo, pues los entrenamientos eran extenuantes.
“Los entrenamientos eran duros, para empezar tenía que correr siete kilómetros a las cinco de la mañana, dos o tres veces por semana, ir al gimnasio y no descuidar la escuela ni las obligaciones”, comentó.
“Antes era muy difícil ser luchador, se tenía que sufrir mucho para ocupar un lugar. Llegar a las grandes bolsas de dinero tenían que sufrirle años de trabajo, cerca de 10 ó 15 para poder llegar a ser una estrella”, añadió.
Aunque Guajardo Jr. nació y creció entre cuerdas y cuadriláteros, no fue hasta los 15 años cuando tuvo su primera lucha formal y de ahí inició a forjar su nombre dentro de la disciplina, primero como Átomo, luego como Armadura y finalmente como se le conoce en la actualidad.
“A mí no me enseñaron a jugar futbol, ni karate, lo único que me enseñaron fue lucha libre, que es lo que he practicado y hecho toda mi vida”, expresó.
De 1987 a 1995 René estuvo en la Ciudad de México peleando, los cuales fueron sus años de mayor proyección, sin embargo, tras la muerte de su padre decidió regresar a Monterrey para reorganizar su vida personal y profesional, fue en ese momento cuando todo cambió.
La pérdida de patrocinios y la transformación en el concepto de la lucha libre por parte de particulares fueron ahuyentando al regiomontano de los cuadriláteros, e incluso lo orillaron a cambiar de identidad.
“A raíz de que vi que todo esto iba de más a menos, opté por que mi imagen no se fuera al suelo, entonces decidí enmascararme”, dijo.
La situación de la lucha libre era complicada, la creación de la AAA en los años 90 llegó para acentuar la caída del segundo espectáculo deportivo más popular del país, sólo detrás del futbol.
La televisión comenzó a crear luchadores que resaltaban más por sus atuendos que por sus habilidades de combate y añadió complementos visuales para llamar la atención de todo público, de acuerdo a René Guajardo.
“Antes el equipo no hacía al luchador. El luchador era luchador por su talento, lo demás era sólo un complemento”, dijo el luchador, quien agregó: “Empezaron a llamar la atención de los niños y de adultos porque empezaron a meter edecanes, muchachos ‘chip and dales’”, señaló.
Con la llegada de la lucha libre a la televisión, la gente dejó de asistir a las arenas y las plazas comenzaron a debilitarse, siendo Monterrey la más afectada.
“Se empezó a televisar y las arenas que realmente funcionaban empezaron a debilitarse. La televisión crea nuevos auditorios, nuevos locales a donde la gente pueda asistir, entonces eso es una novedad. Unos salieron beneficiados, otros afectados”, comentó.
“Todas las plazas están debilitadas, en Monterrey pegó más duro porque en el DF como quiera subsiste, en Monterrey le pegó a morir, fue la plaza más afectada porque se comercializó y se hizo mucho espectáculo”, agregó.
El poder mediático convirtió a la lucha libre en una moda, que como todas, pasó y la gente dejó de prestarle interés, aunado a la credibilidad que perdió, cortesía de los luchadores poco profesionales que proliferaron.
“Ahora que la lucha está rodeada de leyendas sobre que los golpes no son reales, que todo está planeado, todo es ficticio, para que todo eso se borre y se empiece a ver la luche con arte y cultura como en realidad es, se tiene que recuperar la esencia”, expresó.
A la par de la televisión, comenzaron a aparecer promotores que sólo veían en la lucha libre un medio para enriquecerse
“A la gente le interesa vivir de la lucha, no aportarle nada a la lucha, le han sacado todo, pero nadie le quiere meter nada”, exclamó.
Pero no todo en la lucha libre actual ha sido malo, acorde a René, existen aspectos positivos de hoy que deberían de tomarse en cuenta para aplicarlos a los orígenes del deporte y así crear el híbrido perfecto.
Y es que en sus palabras, la lucha libre que se conoce actualmente se creó desde 1992, por lo que ya es necesario renovarla.
“Pienso que la lucha libre se tiene que renovar para resurgir como lo hizo en los setentas, ochentas y noventas, pero con algo nuevo y diferente porque eso que nació con la televisión la gente ya no lo ve novedoso, esto necesita un cambio”, dijo.
DOS DE TRES CAÍDAS
No existe una receta para que la gloria regrese al cuadrilátero azteca, pero la compañía Dinastía Luchística busca inculcar los antiguos valores de la lucha libre mexicana a las nuevas generaciones de aficionados y deportistas para que la disciplina vuelva a brincar sobre las cuerdas del éxito.
“Los primeros luchadores eran gente muy preparada: eran ingenieros, doctores, cineastas, deportistas, luchadores olímpicos, gente de mucha preparación con la que se empezó a crear el concepto de la lucha libre en México”, informó.
Algo similar a lo que recientemente lo hicieron los estadounidenses, quienes años atrás vinieron a México a aprender de los connacionales las técnicas de lucha y después aprovecharon su infraestructura para exportar la propia, acorde a René Guajardo Jr.
“Es un prototipo que México debería de tomar como referente. Tomarlo y aplicarle nuestros propios conocimientos, a ellos más que nada, hay que tomarles principalmente la cuestión de la comercialización”, mencionó.
Desde siempre René Guajardo Jr. complementó su profesión con la actividad empresarial, más aún cuando notó que vivir del ring ya no era redituable, fue ahí cuando impulsó con mayor fuerza el legado empresarial de su padre y comenzó su nueva pelea: la de promocionar la lucha libre de calidad.
La lucha libre es el arte de enfrentar a un contrincante sin lastimarlo, al menos que sea necesario, y para el heredero de la dinastía Guajardo esa es la clave para atraer nuevamente a las masas, mostrarle al público un espectáculo cultural real y digno.
“Eso es un entretenimiento, es arte y cultura. Estamos hablando de preparación de gente que sepa hacer una llave, una contrallave, porque eso la gente lo va a aplaudir, lo va a admirar porque eso ya no se ve”, mencionó.
El proyecto de Dinastía Luchística es integral iniciando por la selección de deportistas, a quienes los forjan con la vieja escuela, aquella que le dio fama a él y su padre y los mantuvo siempre en los cuadriláteros, aún frente a la tentación de la pantalla.
Y es que aunque René “Copetes” Guajardo apareció en seis películas, el icono de la lucha libre siempre prefirió la pelea sobre el ring que la fama en los sets de películas.
“Es muy difícil ser luchado, yo he visto que muchos luchadores se hacen artistas, pero nunca he visto a un artista que se haga luchador, simplemente porque no es tan fácil”, mencionó.
De 100 personas que acuden al gimnasio de la compañía en busca de ser luchadores, 99 se van, mencionó Guajrdo Jr., pues la mayoría va con el concepto erróneo del deporte y sin afán de trascender.
“Somos muy selectivos, hay mucha gente que viene a entrenar, pero no a cualquiera le damos trabajo porque si no tienen talento no pueden estar”, sentenció.
Y es que desde que la disciplina enfocó más su desarrolla al espectáculo que al deporte, la imagen del luchador se perdió. Por tal motivo, hoy cimientan su mirada a crear deportistas que por sí solos llenen arenas, en base a su trabajo, tal y como ocurrió en décadas anteriores.
“No puedo hablar por nadie ni menospreciar a nadie, pero un luchador para que sea bueno para empezar necesita llenar una arena y ahorita no hay ningún luchador que lo haga, a lo mejor 20 ó 30 sí la llenan, pero uno solo no”, mencionó.
A la par, su proyecto de Kids Arena busca sembrar en la niñez el gusto por la lucha libre de antaño. A través de un espectáculo de lucha de concepto americano, pero con deportista y técnicas mexicanos se promueve el entretenimiento sano, sin groserías y siempre cargado de un mensaje de responsabilidad, disciplina y respeto.
“Como empresa tenemos poco tiempo en esa rama, pero ahí tenemos un potencial muy grande de niños que de grandes van a ser aficionados y que están viendo una buena lucha”, dijo.
A pesar de que existir en todo el mundo, la lucha libre es parte del estereotipo del mexicano: las máscaras, las cabelleras y las piruetas aéreas representan una pisca del folklor nacional.
Para algunos, como René Guajardo Jr., ha llegado el momento de volverle a hacer justicia a esa identidad y convertir a los cuadriláteros en escenarios de espectáculos dignos.