
Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco“ y Samuel García tiene varias cosas en común: la primera es que derrotaron en las urnas al bipartidismo (PRI-PAN) que por décadas gobernó a Nuevo León desde el Ejecutivo.
La segunda es que su arrastre no se extendió hasta el poder legislativo, en donde azules y tricolores fueron (con el independiente) y serán (con el emecista) mayoría, de acuerdo con los resultados oficiales.
Lo anterior, se traduce a que el Samuel, al igual que El Bronco, tendrá que co-gobernar con un Congreso de oposición, que no solo garantiza equilibrio, sino también desencuentros.
De acuerdo con las cifras de la CEE, de los 26 distritos locales en disputa por mayoría relativa, la coalición del PRI-PRD ganó en 12, el PAN en 10 y la alianza de Morena-PT-PVEM-Panal en 4. El resto de las instituciones políticas solo podrá acceder a curules por medio de la representación proporcional y plurinominales para completar los 42 espacios legislativos de Nuevo León.
Y aunque aún no es oficial, se espera que de esa cifra 15 le correspondan al PAN, 13 al PRI, 7 a MC, 3 a Morena (porque los candidatos ganadores de la alianza están registrados por Verde y Nueva Alianza), 2 a Panal y 2 al PVEM.
Es decir, los únicos partidos que ganaron posiciones en el Legislativo por medio de votos son precisamente aquellos a los que García Sepúlveda calificó de “la vieja política“ y a los que aseguró “sacaría“ de Nuevo León, por lo que los acuerdos entre Ejecutivo y Legislativo se vislumbran ríspidos.
Si el sexenio de Rodríguez Calderón fue un anticipo de lo que viene para García Sepúlveda, el emecista deberá de irse preparando para ser el “tercero en discordia“ en un nuevo “romance“ entre priístas y panistas (antes acérrimos rivales en el Congreso) que buscarán hacerle frente al virtual gobernador.
Ese contrapeso podría traducirse en extensos y caóticos debates por nombramientos, reformas, presupuestos y vetos.